Hoy es un día como tantos días…¿Sí?
No. Hoy la vida se expresa y no lo hace como ayer, me trae mil infinitos matices que acojo con cariño, que me llenan y me hacen sentir dichosa.
Me levanté cuando aun era de noche, y fui capaz de hacerlo.¡ No es fácil dejar el glorioso estado de descanso por el de acción ! Ese calorcito de las sábanas que a esa hora parece más maravillosa que nunca…
Acaricié largamente a mi gata que ronroneaba de gratitud y cambié a mi agapornis, mi lorita querida, a un ventanal mayor para que disfrute más de la luz y de los pájaros que pueden volar cerca. Vive y hace dos días casi me la mata la gata. Dejo suelta de vez en cuando a la pájara y la gata sin que la viera, se escondió la muy ladina y casi me da un síncope cuando lo descubrí. Se había quedado escondida en la habitación donde suelto a mi pajarita y tras atacarla le había hecho una herida bajo las alas…¡Con el cuidado que tengo! Pero hoy ya canta como loca y responde a mis silbidos…
Me preparé un cafelito delicioso y un té. Los tomé mirando al cielo y dando gracias, porque el amanecer estaba siendo de los lindos, lindos.
Ya vestida conduje mi coche y como cada día, disfruté del espacio enorme ante mis ojos, ese paisaje castellano acariciado por el sol, que al brillar sobre todo justo un poco por encima del horizonte, le confiere una luz tan especial…Y entregando mi día a la vida estaba cuando vi la torre del castillo de mi pueblo, el lugar en que trabajo. El castillo, tan derruido el pobre, acumula una gran cantidad de pájaros que cada mañana se alinean para tomar el sol. Como si alguien les marcase la justa distancia, sus cuerpecillos equidistan uno del otro creando un forma viva de minialmenas…A veces últimamente, también esta Dña. Cigüeña, que ya no se va a África, hiberna con nosotros. Y siempre que la veo me pregunto qué hace cuando no reposa en su nido…
Unos minutos después aparco mi coche, planeando interiormente la jornada. Entro en el recinto escolar y miro la irregular fila de mis «SOLES», que es como este año se llama mi clase.¡Qué caritas! La mayoría se encienden con una sonrisa al verme, otros están morrudos, tal vez hoy querían dormir más, o mamá les ha llevado la contraria en alguna pequeñez…¡Para ella! Para un peque de 4 años esas «pequeñeces» son vitales…Uno a uno les digo «buenos días» y entramos en el sagrado templo que un aula es.
Nunca piensa uno en la increíblemente enorme responsabilidad que te echas al coleto al aceptar guiarlos durante cinco horas. Son vidas humanas de chiquillos traviesos o no serían niños…No. Piensas en como transmitir de forma divertida unos conocimientos que aun no deberían dárselos. Piensas y disfrutas de sus dichos, de sus juegos, de sus actitudes y cómo conseguir que sean únicos y aun así su convivencia fluya. Y cantas con ellos, les acaricias, les abrazas, les cuentas cómo es el mundo y les cuentas cuentos que inevitablemente escuchan con fervor…¡Qué tienen los cuentos que frenan en seco la algarabía reinante!
La mañana ofrece algún momento de paz y miro al cielo, escucho los pajarillos de un par de decenas de especies que aun viven por aquí y mi alma se esponja. ¡La vida sigue!
La jornada se termina. Una charla amena con compañeros, recoger la clase y de nuevo mi tiempo se abre.
Antes de abandonar la carretera que me lleva a casa, gozo con la visión de una decena de conejos que se muestran libres y satisfechos en un giro que da acceso a la autovía. Voy lento subiendo en círculo la cuesta. Adoro los conejos y me encanta verlos así, a su aire. La visión dura apenas un minuto, pero es igual. ¡¡Qué suerte poder mirarlos !! Asombra cómo se mimetizan con el suelo que pisan. ¡Parecen piedras si no se mueven!
Al abrir la puerta de casa el sol calienta mi hogar y mis dos bichitos me saludan a su modo. La luz de la casa también le llega a mi corazón, que da gracias por vivir en un lugar tan bello. Suelo decir que «más luz» sólo hay en la calle. Cuando tras vivir varios años en lugares sombríos buscaba casa, pedí que esta vez fuera luminosa. ¡¡Concedido!!
Entonces me preparo la comida y me siento calentita en mi sofá gigante, como una reina…Después mi serie televisiva de postre y un sueñecito amable…
La tarde es ya noche. Estamos acercándonos al equinoccio. Acuesto a mi pájaro, lo que siempre me produce la sensación de : ¡Por fin! Ya he acostado a los niños…Atiendo mi correo virtual, visito mis páginas de ordenador, escribo o trabajo en algo para mis peques. Si hay algo interesante en la tele, ceno y veo el programa. Si no ceno tarde y sigo con mis labores. Estas son mis tardes favoritas, disponiendo de mi tiempo para lo que me gusta. No puedo hacerlo siempre, pero si puedo es un gustazo sentir que nadie marca mi quehacer, que soy libre de pergeñar cómo gastar mis horas en ser feliz…
Tarde, muy tarde para casi todos, consigo convencerme de que mi cansancio pide cama. Y aun me queda el placer de la lectura y uno aun mayor: el de darme cuenta de la cama tan maravillosa que tengo. Una sonrisa invade mi rostro y me siento niña…Doy gracias, pues no todos disponen de un lugar amable en el que pernoctar y para terminar el día digo:
Padre-Madre nuestro que estas en los cielos. Siento cómo «cielos» significa todo, va más allá de mi piel, abarca realmente la inmensidad.
Santificado ES tu nombre. No me gusta el subjuntivo. Para mí no hay dudas. Y santo es sinónimo de bueno. Mi vida es buena.
Viene a nosotros tu Reino. Siento que está viniendo AHORA. Lo siento AQUÍ.
Se hace tu voluntad así en la tierra como en el cielo, porque de eso no tengo la menor duda. Es su voluntad siempre.
El pan nuestro de cada día nos lo das hoy (y así es). Porque tuyo-mío es el reino, el poder y la gloria….
Entonces…, me invade una sensación de paz, de trabajo realizado, de misión cumplida y me entrego en los brazos de Morfeo. El afán de hoy cumplido.
Sé que no es una vida brillante. Pero es la que me gusta sentir y es la que me hace feliz. Vivo sola, pero no siento añoranza de otras compañías, de otras actividades. Me siento rica y próspera. Ya lo he dicho: DICHOSA. Me es dado bendecir una situación que sé que para otros puede ser triste. Alguien tenía que ver la bondad de una situación como esta. ¿No?
Lo importante no es lo que ocurre, sino cómo lo vivimos y yo he decidido disfrutar de lo que me ha tocado vivir.