Hay quien ve en estas maravillas del cielo nocturno oscuros presagios…Bueno, cuando Jesús nació había una cosa muy similar en el cielo y no parece que Él fuera un mal de ninguna clase. ¿No?
Personalmente mirar las estrellas me produce una sensación difícil de explicar. Es como si el pecho creciera, como si entrara más aire y decir entonces «¡Qué bonito!» se queda chico…La noche es mi amiga y disfrutar del conjunto de constelaciones que reconozco y amo, me hace volar…A veces he sentido como si la bóveda celeste estuviese casi al alcance de la mano y he hecho a las estrellas mis confidentes. La Luna me conmueve y aun no se por qué, especialmente cuando reaparece y apenas muestra una uñita, permitiéndose mostrar esa bola negra a su alrededor.
Primero conocí a Cefeo, «la casita» la llamaba yo. Luego la Gran Osa y aun recuerdo cuando logré ver la pequeña, de excursión con el «cole» en un pantano. Desgraciadamente ponemos demasiadas farolas que impiden ver ese negro tachonado de lucecitas. Desde mi terraza no veo tantas, y me falta la mayor parte de la Osa Menor…Pero aun así, hay momentos bellísimos, donde veo Orión, Tauro, y las tímidas Pléyades.
Deduje que eran (estas últimas) una constelación y la llamé mucho tiempo MI constelación. La había descubierto yo, sin ayuda, aunque para verla hay que engañarla y mirar cerca, no de frente. Y sobre mi casa veía una flecha y deduje igualmente que era otra. Luego alguien me hizo ver que era el Cisne volando por el negro espacio sideral…
Muchas culturas han hecho de las estrellas almas de los que ya no están, otras las han convertido en dioses y en figuras del horóscopo…
Yo solo puedo invitaros a verlas antes de que salga el sol, porque esa fila de luces del cielo llega al corazón y enamora. ¡Vuestro día será sin duda más feliz!