No estudié Psicología, pero sí Filosofía y CC. de la Educación. En aquel momento las asignaturas del primer curso eran comunes, segundo sólo tenía una asignatura más y en tercero tres, quiero recordar Es decir que mi carrera y psicología eran primas hermanas. Tuve por ejemplo Psicopatología, tuve Psicología Evolutiva y alguna asignatura más, todas ellas centradas en el estudio de la psique, la afectividad y la emoción humanas. Y recientemente he hecho un master en Psicología Analítica, que profundizaba en las teorías de Carl Gustav Jung. No puedo decir sin embargo, que todo eso me capacite para comprender a la especie humana. Creo no obstante, que lo que nos ayuda a ayudar, a conocer mejor y llevar paz al corazón propio y ajeno no son los estudios, sino el progresivo conocimiento que uno va logrando sobre sí mismo. Al final va uno constatando que justo en la medida que te conoces conoces al que tienes en frente.
En un principio, cuando llega el momento en que te preguntas lo que casi todos nos preguntamos: QUÉ ES LA VIDA y CUAL ES MI PAPEL EN ELLA, lo que nos preocupa es descubrir en nosotros esas «venas» oscuras…La inmediata es luchar contra el mal que siento en mí y que de mi nace. Pero la lucha es infructuosa. Una y otra vez uno se descubre lleno de ira, o haciendo gala de un egoísmo nocivo, o actuando con la soberbia que ignora al otro y lo humilla…
Luego están cualidades que uno cree no poseer, hasta que un día sacas la hipocresía y mientras te expones y proclamas algo, descubres en ti falsedad…¡Y eso que yo era la sinceridad personificada! De pronto en otra ocasión desprecias y lo sabes, sientes que cada poro de tu piel rechaza sin compasión al que encima te mira admirándote…, y es tan fuerte no querer o no poder evitar ese rechazo visceral, que el alma se te parte en dos y notas que el demonio no es un ser con patas de cabra y rabo. ¡No! Tiene tu cara, tu cuerpo… Y el horror te invade… No es ni una situación tremenda, ni algo que te presiona y te impide otra conducta…¡NO! Lo que te espanta eres TU MISMO, una versión de ti en nada parecida a esa buena persona que has cultivado y con cuya imagen te mueves por el mundo seguro.
¿Esa/ese soy yo?
La culpa hace su aparición y quieres morirte, por no dar vida al mal, un mal sin fama, pues no es tan evidente desde fuera, sólo por dentro te corroe que sensaciones y emociones que siempre juzgaste mezquinas, perversas, deleznables, estén surgiendo de ti, de lo más profundo de ti.
Recuerdo con nitidez cómo me sentí aquel día. Llevaba catorce años separada de mi marido y tras todo ese tiempo había llamado a su puerta, sabiendo que la encontraría abierta. Volvimos a convivir unos días y de pronto sentí que aquello era una equivocación. Él hacía todo cuanto podía por satisfacerme, estaba amoroso, solícito, cordial…Pero yo echaba de menos una personalidad que admirar, un hombre fuerte psicológica y físicamente. Acabábamos de hacer el amor y los sentimientos se agolpaban por salir. Sentí con toda mi sangre, que no era eso lo que yo necesitaba, que él representaba volver a un tiempo caduco para mí y deseé con todas mis fuerzas desaparecer. Al tiempo era consciente de que le había hecho dejar su trabajo en otro país, hacer sus maletas y venir a mi, renunciando a la estabilidad que tanto le había costado conseguir. Ya no había marcha atrás, o al menos no una salida fácil. ¿Cómo decirle vete de nuevo a tu tierra cuando le has arrancado de ella tu y le has forzado a romper con su mundo? Había cambiado su vida y ahora ya no le quería a mi lado. Sentí algo cercano al asco, no sólo hacía él, sino hacia mi que parecía estar jugando con los sentimientos y la existencia de otro ser humano, como si mi capricho fuera el timón de nuestras vidas y me sentí tremendamente malvada. Sentí una desesperación inconcebible, pues el otro, mi prójimo, no podía ser menos que yo y sin embargo estaba sintiendo que le había manipulado como un pelele y deseaba además hacerle desaparecer de mi vida…
Aun si ese mal permanece oculto a los demás en su mayor parte, tu corazón te reprocha el haberte alejado tanto, tan sutilmente, pero tan absolutamente del ser humano que llevas predicando que eres desde que recuerdas. «Yo soy…» decías, esto o lo otro y como por ensalmo resulta que ya no puedes negar que también eres eso que visto en otros te revolvía las tripas. No hay vuelta atrás al descubrir que no es cierto: Eres sí, eso que predicas, pero bajo ese «yo» hay otros cuyas caras preferirías no ver nunca…
A partir de entonces se te bajan mucho los humos al calificar al que ayer despreciabas…Ya no eres la palomita blanca digna de mostrarse siempre, pues la SOMBRA ha hecho su aparición y ¡Cómo! Entonces viene muy bien un poco de conocimiento sobre psicología para entender que no eres un ángel, pero tampoco un monstruo.
Jung iba para psiquiatra y lo consiguió. Entró en el status de lo que en los años 30 y 40 del s. XX era ser un psiquiatra. Pronto se desvinculó bastante y progresivamente más de ese status. Con el contacto con Freud aprendió lo suficiente como para pasar de discípulo a dejar definitivamente al maestro. Y es que esas oscuras sensaciones que el estudio de sí mismo le mostraron, le hicieron rayar en la locura. Siguió indagando dentro de sí, a pesar de todo, con lo que nos ha regalado conceptos valiosísimos para entender lo que somos. Hay quien no necesita de otros en este camino de autodesvelamiento, aunque a mí sus descubrimientos me han ayudado mucho.
Existen, es verdad, demonios escondidos cuya aparición nos desorienta. Pero lo más grande que guardamos no es lo terrible, sino ese «reino de los Cielos» que somos y permanece dormido, latente en nuestra mente sin que jamás lo dejemos salir. ¡Ya tenemos bastante con la culpa, con los miedos, con la continua desvaloración que ejercitamos cotidianamente…!
ESO……DEBERÍA ACABAR.