En mi casa, de niña, había una frase que sonaba como un telón de fondo. No es que te lo repitieran constantemente, pero para los efectos daba igual:¡¡Hay que hacer las cosas como Dios manda!! Y uno…, de niño, se tragaba aquello de que había que hacerlo como Dios manda. Mas tarde te preguntas cómo sabían ellos CUÁL ERA EL PARECER de Dios, cómo sabían lo que Dios manda. Y mucho más tarde aún sabes, que «lo que Dios manda» es lo que ellos aprendieron como correcto de sus padres y de los padres de los suyos y de todos sus ancestros. Dios en verdad no manda nada, en todo caso, que uno se ame y ame al otro. Y eso no es tan fácil de precisar si descendemos al detalle.
Amar no es sentir que quieres mucho a otro. Amar es una actitud continuada de protección respeto y cuidado, de estímulo hacía el otro y de no poner condiciones a sus acciones y reacciones. Poco tiene que ver con modos de hacer las cosas determinados e inamovibles. Pero ese tipo de pautas «que Dios manda» y aprendemos en casa, se nos adhieren a la piel y al alma y casi siempre conviven con nuestros cumpleaños. Sí, porque vas envejeciendo y sigues haciendo las cosas «como Dios manda». Y si no lo haces, te queda un regustillo de un impreciso malestar.
Como mujer madre de hijos pequeños si no hacía las cosas «bien», «como Dios manda», tenía la impresión de cometer algún delito.No estoy hablando de cosas graves. ¡Qué va! Hablo de acciones muy cotidianas y simples:
¿Te levantas lentamente y perezoseando o como «Dios manda», es decir con diligencia y energía? Hay que dar ejemplo. Pues Dios manda que des ejemplo. ¿No? O…¿Te duchas todos los días y te cambias todos los días de ropa interior sin falta? O…¿ Desayunas primero y luego te lavas los dientes, o lo haces al revés, o te lo saltas? O… ¿Dejas la cama hecha o te vas al trabajo sin hacerla? …O ¿Te dejas preparada la comida o la haces de cualquier forma al llegar? ¿Friegas enseguida o esperas? O…¿ Usas sólo el lavavajillas o también friegas a mano?…
¿Tonto? Sí. Son cosas tontas, costumbres que situaron la línea del bien hacer y que pertenecen a tu casa, a tu familia, casi diría a tu estirpe, que te marcan y deciden por ti qué manda Dios en cada hecho de tu vida, a este nivel sencillo de actividades en las que uno no repara.
Igualmente hay otra serie de cosas que también «manda Dios», esta vez relativas a temas algo más serios: Hay que dar el pésame a los familiares de los fallecidos. Hay que llevar un regalo al niño/a que acaba de nacer. Hay que felicitar los cumpleaños. Hay que llevar al menos una botella de vino si te invitan a comer o a cenar…Y los llamo más serios, porque hay quien se ofende por este tipo de cosas si no cumples «como Dios manda».
Y entramos en capítulos aún más graves:
¿Matar a un enfermo terminal, es decir ayudarle a morir, o dejar que viva sufriendo a ojos vista?…O ¿Abortar, no abortar?…Y qué me decís.de iniciar un conflicto o tragar y callar…¿Rompo o no una relación por los cuernos que me han puesto? ¿Digo la verdad, mi verdad, o miento? ¿Me llevo ese dinero que no es blanco y que me ofrecen para que calle o me mantengo honesto como Dios manda?
¿¿¿QUÉ MANDA DIOS???
Hay un sinfín de cuestiones sobre las que en principio uno tiene claro lo que manda Dios, al menos lo que mandaba para nuestros padres, que van formando una bolsa de mal con todas esas acciones que uno no debe hacer, como si un monstruo se fuera formando poco a poco. Y hay algo interior que nos dice que debe morir. La humanidad genera entonces una solución por vía de una gran limpieza y hasta ahora esa «limpieza» sólo se ha hecho mediante una guerra. Le echamos la culpa a los gobernantes de turno que mueven los hilos para provocar esa guerra. Realmente son el común de los mortales los que forman parte de esa iniciativa, justo porque el monstruo, la bolsa del mal esta demasiado crecida y ya no podemos soportar su peso.
Así la literatura, el arte en general y el cine en particular crean esa ilusión de que una conflagración internacional, a ser posible demoledora, es lo que de nuevo el mundo necesita. El Armagedón bíblico, la guerra de las Galaxias, el Señor de los anillos entre otras, son expresiones de la mente humana en que lo que Dios Manda triunfa, el mal es abolido y el bien se instala definitivamente para paz y felicidad del ser humano.
Pero no hay forma de que gane un bien que destruye al mal. Destruir es destruir. Da igual si destruye San Jorge, un arcángel, un mago bueno o una hada.
La naturaleza da otra lección. La presa que se come el depredador es la energía que le permite continuar vivo y reproducirse. Y un depredador no aniquila jamás la especie sobre la que depreda.
Las masas tectónicas que recubren la tierra, ese suelo que como galletas juntas rodea el magma que «duerme» casi siempre en los lugares que habitamos, surge en forma de dorsales, líneas de volcancitos que van escupiendo masa y en ocasiones sobresale en forma de islas. Y en otros lugares de la tierra, una «galleta» se sumerge bajo otra y crea una fosa donde desaparece para fundirse, esa misma tierra y cuanto hay en ella.
La evolución de la vida no anula jamás nada de lo que crea. las cosas toman otras formas, pero lo creado permanece siempre. Lo mismo que nuestra mente de forma natural nunca borra los ensayos en el aprendizaje, sólo los guarda ahí en lo profundo de la memoria…
En otras palabras: cuanto es natural no prescinde, ni elimina todo lo que construyó su presente. Sólo la humanidad considera necesario destruir para construir, olvidando que ese camino no destruye nada, sino que derruye el alma, mata lo que queremos y nos hace concebir al hombre como un monstruo, que causa heridas de muy difícil cura….¿Y eso por mor de lo que Dios manda?
Ninguna batalla será la batalla final.
Construir es una acción amable, grata, fértil. Puede suponer esfuerzo, pero alegra el alma. Es sólo que al construir no hay que olvidar la oscuridad. Si construir fuese luz, esa luz no podría obviar las tinieblas, que se ocultan para que ella brille.
Siento que no es cuestión de batallas, ni finales, ni parciales. No se trata de que unos ganen y otros pierdan. Ni siquiera los malos. Quien pierde se humilla involuntariamente y recoge un rechazo que pedirá ser un día liberado y por tanto se inicia ya una guerra el mismo día que se firmó la paz.
Los malos son el instrumento de que se sirve la vida para mantener el equilibrio. Cada acto de maldad oculta su opuesto: un acto de bondad. ¡¡Si fuéramos capaces de reconocer el mal que se oculta cuando hacemos aquello que nos parece bueno y le diéramos las gracias por ser la fuerza que sostiene mi buena acción…!!
Ahí se disolverían todas las batallas sin que nadie fuese ofendido y entonces la paz, la felicidad, tendría una opción. Tenemos la pobre costumbre de dar por sentado que lo bueno es lo que debe ser. Cuando salen mal las cosas protestamos. ¿No saldrán mal porque no supimos darnos cuenta de que lo oscuro se oculta para que salga la luz? Creo que si yo fuese el mal, estaría harta de reproches y saldría tanto o más, cuanto nadie se percata de que si no salgo, sigo ahí, sigo debajo de todo, sosteniendo el bien que se nota.
San Jorge venció al dragón. Yo cogería el cuerpo de ese dragón y le haría un monumento. En él gravaría:
AQUÍ YACE LA CAUSA DE NUESTRA FELICIDAD. DESDE HOY RECONOCEMOS QUE LO OSCURO MANTIENE LA VIDA. LUZ Y SOMBRA SON DOS HERMANOS QUE HABITAN MUNDOS OPUESTOS. OPTAMOS HOY POR LA LUZ, AGRADECIENDO A LA SOMBRA QUE DUERMA EN FORMA DE DRAGÓN.¡¡¡BENDITO Y SAGRADO DRAGÓN QUE POSIBILITA NUESTRA PAZ!!!