Hijos de la PAZ. Crónica del HOY. (1)

Con seis años «disfrutaba», es un decir, de unas pesadillas atroces. Hoy agradezco el contenido, que ya no me aterra y en cambio me explica mi vida y que no conocería su utilidad sin ellas, porque ahora jamás recuerdo mis sueños.

Como adolescente me sentí muy perdida, ninguneada a menudo, obligada a caminar sin amigos, sin novietes…Y hoy aquella soledad es gozo, pues al fin comprendo que no iban contra mí, sino a mi favor y agradezco que no me aprisionasen, ahogando mi imaginación.

Como joven mujer (he contado episodios de esa época), lo pasé francamente mal, pero hoy, ya vieja, con un pie en la tercera edad que le llaman, no quitaría ni uno solo de aquellos momentos que me permiten ahora entenderme y comprender a quienes me rodean.

Ayer puse TVE2 . Hay quien se ríe de los que vemos la dos.

Yo soy una hija de la paz, ese tiempo que occidente ha logrado no tirarse más bombas desde el año 1945, paz, no porque hayamos dejado las batallas…, pero tras dos guerras mundiales en Europa, parece que los poderosos han gastado mucho en recomponerla y aun si solo es por eso, ahora toca tirarlas y destrozar Afganistán, o Siria…Antes Vietnam…O cualquier territorio africano,que llama menos la atención, o los océanos, que los peces no votan.

Los hijos de la paz crecimos con la televisión. No había ordenadores aun, ni móviles, ni videollamadas.

Y yo sigo viendo tele. No es que no pueda dejarla apagada. Selecciono lo que me apetece en función de lo que me place, de mis intereses, que a veces coinciden con las mayorías, aun si otras son programas de TVE 2.

Me engancho cada día a los documentales sobre vida animal, o vegetal. Nunca deja de asombrarme la naturaleza y agradezco a quienes los filman y arriesgan su vida en ocasiones, pues me permiten descubrir un mundo insólito, admirable. A veces me puede el sueño, porque los ponen tras la hora en que como yo. Y la soñera me acapara. Pero cuando vuelvo a abrir el ojo, hay otro tipo de documental que no puedo dejar de ver mientras tomo un café. Y últimamente, de madrugada a veces pillo documentales de historia moderna, ciencia o salud.

Sin embargo el pasado Sábado era media tarde y cayeron dos a cual más interesante. Al menos para mí. Uno hablaba de dos fotos tomadas el día 6 de Agosto de 1945 en Hiroshima, justo minutos después de caer la bomba. El otro hablaba de Chernobyl.

En el s. IV antes de Cristo vivió un filósofo cuya idea más sonada, creo, fue que halló  el concepto ÁTOMO, diciendo que lo real estaba compuesto de pequeñas partes no divisibles o átomos. Lo que para él fuese o no un átomo es lo de menos, pero la palabra se guardó como símbolo de lo más pequeño que compone la materia, la realidad.

Yo de «tomos», o partes divisibles de algo, sólo conocía los de la enciclopedia que mi madre me empujaba a usar, aunque me resistía siempre. Y ni siquiera el poco griego que me obligaron a estudiar sirvió para saber que «A» en griego es SIN.

Demócrito, lo que venía a decir es que aunque el ojo lo vea todo en partes grandes dividido, hay una división que se le escapa, con minúsculas parcelas, que con diferentes aspectos o materiales, luego se ven como la realidad que percibimos todos. Y hasta el siglo XX se admitió comúnmente que la realidad de la materia sea cual sea, está compuesta de cositas pequeñas que al unirse aparecen a la vista con formas que ya sí tienen nombres como: mesa, animal, gente o lo que queráis decir. Esas «cositas» o átomos, eran hasta 1940 (más o menos) realmente indivisibles.

Pero el hombre no soporta los imposibles. De modo que los científicos querían ver qué había dentro de un Á-TOMO y no pararon. Además resultó que el potencial de energía que abrir un átomo soltaba era una bomba. Y como si algo no se prueba es como si no existiese, había que usar ese potencial y ver qué pasaba.

Nadie sabía que miles de niños, madres y gente normal iban a sufrir lo indecible, porque junto a ellos había un objetivo militar que destruir. Pero si una no les convenció de su potente arma y del daño que causaba, poco después se escogió Nagashaki para repetir. También es cierto que para el ejército japonés, o mejor dicho para sus generales, la palabra rendición era un deshonor insoportable y ello hizo que callasen los efectos de Hiroshima.

En unos tres kilómetros del lugar donde se echó la bomba nadie pudo contar qué pasó, se volatilizaron. Sí hubo por causas ajenas a la voluntad de los enemigos, de Estados Unidos, quien incluso vivió para fotografiar dos veces dos situaciones de pánico y un dolor indescriptible, e incluso quedan hoy dos viejitos, niños entonces, que están fotografiados en ellas para contar de viva voz lo que en esas dos tomas no se ve a simple vista.

Duele ver el documental. Asombra aun más lo irresponsables que podemos ser los humanos, y todavia más triste es que quienes tuvieron noticia de la magnitud del daño y de lo que significaron las quemaduras producidas en aquellos niños, lo ocultaron bajo el sello de TOP SECRET. Si el mundo hubiera tenido clara noticia de la crueldad tan brutal que provocaron en sus vidas, puede que la victoria de los aliados no hubiera sido de aplauso, sino de vergüenza. No diré que ajena…¿Porque era ajeno algo de lo que entonces sucedía?

FOTO: A dos kilómetros y medio del hongo, un puente congregó a escolares «fritos», cuya piel se caía como un tejido desgarrado, dejando los nervios expuestos a un aire que quemaba. Entre sus pies un recipiente de aceite era usado para untarse con el aceite que contenía, para aliviarse.

Y por crueldad no me refiero sólo a los inmensos traumatismos corporales causados, que con el tiempo, hasta eso se curó. Hablo de gente que se sentía culpable de haber sobrevivido y ocultaba su condición de «heridos por la bomba», para no ser señalados como supervivientes. Admitir que superaron aquello que a tantos borró del mapa era como decir que algo raro harían para subsistir y no morir como tantos familiares de sus congéneres que desaparecieron.

Resulta estremecedor que cause culpa sobrevivir a tal desastre. Ha marcado las vidas de los que el estado japonés quiso cuidar y beneficiar. Ellos no olvidan lo que vieron, ni la pena infinita de sentirse desamparados, o ver a otros aun más abandonados. Se les suponía muertos en vida y el criterio para salvarlos o paliar sus sufrimientos usado por miembros de su propio ejército era recoger a los hábiles para continuar la pelea, o sea adultos. Así, sus ojos infantiles contemplaron cómo asustaban a gritos a niños clamando por sus madres, que intentaban subirse a los camiones de salvamento…Los vieron correr en dirección al fuego para morir, al menos acababan con un dolor inimaginable.

No nos podemos meter en la piel de aquellos japoneses de mentalidad tan distinta a la nuestra y acercarnos al horror que para siempre ha hundido sus vidas. Sorprendía que sólo unos seis hombres y mujeres hubieran decidido que la única forma de no avergonzarse era ser testigos con voz y contar ese horror, para que la PAZ no volviera a caer en otro estado de guerra tan devastador a todos los niveles. Trumpt no pertenece desde luego a quienes tomaron nota. Interesa más demostrar que tiene poder, antes de buscar alternativas a la barbarie.

Pero si se me encogió el corazón ante el intento real de todo un pueblo que clama por la PAZ (no sé si sus dirigentes piensan igual)…, ante ese deseo al que se une y que recoge la canción de Lennon IMAGINE…, aun quedaba otro documental.

Describía otro panorama similar de devastación, causado no por una guerra, sino porque jugar con fuego tiene consecuencias casi siempre y Chernobyl lo demuestra.

Tampoco estamos realmente al tanto de lo que allí sucedió.

FOTO: Actividades y espacios que un minuto antes eran normales, bien automáticamente, bien tras horas, se convirtieron en desiertos. Meses más tarde la fauna salvaje empezó a apropiarse de territorios inútiles para los hombres.

Vivía yo en 1986 en Holanda. La televisión alertó sobre ciertas precauciones para que la onda expansiva de cenizas y radioactividad no influyera demasiado en nosotros, la gente de a pié. Me acuerdo que me impresionó ver que los areneros infantiles fueron cubiertos con plásticos, como las piscinas en invierno, con el fin de evitar a los peques contaminarse al jugar en ellos más tarde. Entonces mis hijos tenían cuatro y un años y no pudieron durante meses disfrutarlos.

Pasó el tiempo. Nadie piensa en aquella explosión cuyo efecto llegó no sólo a Holanda. De hecho aun hay cenizas o radiocatividad en la atmósfera, fruto de lo ocurrido hace ya TREINTA AÑOS. ¡¡¡Vamos que nadie del planeta se salvó!!!

Pero de la misma manera que los mismos que vivieron Hiroshima no buscan venganza sino mostrar una lección que ellos si han aprendido: NO HAY JAMAS CAUSA QUE SEA MÁS VALIOSA QUE LA PAZ, de Chernobyl se saca una lección aplastante. Esta vez la dan los que se fueron a vivir en los 30 km. de zona prohibida: Los científicos que allí viven actualmente. La fauna y flora del lugar y alrededores tomó al asalto un territorio donde el hombre dejó el terreno libre.

La radiación tan bestial causada es comparable a la que sufriríamos de poder pisar la superficie del sol. El planeta, por lo visto, siempre ha soportado radioactividad. Forma parte de lo natural y los organismos vivos saben cómo lidiar con ella y sobrevivir sin problemas. Más nunca ha sufrido organismo alguno desde que hay vida en la Tierra tamaña potencia y cantidad de radioactividad como la que expandió por el planeta y particularmente en sus alrededores Chernobyl.

Tras unos años, se fue permitiendo el paso a zoólogos, ornitólogos, y expertos en salud también, a esa zona cero de treinta kilómetros. Uno de los zoólogos que hablaba en el documental había tenido que ayudar a limpiar el terreno al poco de ocurrir la explosión y se había prometido volver más tarde fuera como fuese. Lo logró.

Los científicos esperaban encontrar malformaciones y muerte. Hubo una zona en el pueblo abandonado de Chernobyl en que durante un tiempo NO HABÍA FORMA ALGUNA DE VIDA ORGÁNICA. Impresiona esto : VIDA CERO. Pero a ojos vista, lo que se comprueba es que desde ratones a osos, pasando por lobos, ciervos, mamíferos pequeños como el castor, aves, reptiles y toda clase de insectos, hongos y bacterias, la vida ha tomado posesión de esos treinta kilómetros de espacio libre de humanos con una vitalidad que aun no se puede explicar la ciencia.

Ellos esperaban ver mutaciones, monstruos, enfermedades congénitas, es decir devastación sin fin. Y salvo algunas especies que sí han sufrido mutaciones, pero no habitan todo el año allí como las golondrinas, lo que encuentran es que hasta es posible cultivar un huerto y comer de esas hortalizas con sólo alguna precaución. Por ejemplo se pueden comer cerezas, pero no tragar sus semillas.

Los animales domésticos sí sufrieron malformaciones espantosas. Las personas que estaban allí, sus descendientes y las que vivían fuera de la zona de exclusión sí han desarrollado enfermedades tremendas. No así la vida salvaje que vive ahora con un menor grado de radioactividad, pero aun la más potente que hay sobre el planeta y en todo caso superior a lo que un organismo en teoría podría soportar.

Sé que la comparación que he escogido no parece adecuada. Pero voy hacerla.

Si una persona como yo corriente ha sobrevivido sin hundirse a problemas graves, pero comunes… Y gente que ha soportado el peor ataque de guerra conocido y una naturaleza que sufrió la muerte son capaces de sobreponerse, buscar la paz que emerge de continuar vivo y seguir creyendo en la paz y en la existencia…Y EN LA ESPECIE HUMANA…

¿No será que LA VIDA supera siempre, cuando se le permite, cualquier cosa que la invade desde fuera…?

¿Podría ser que problemas de menor gravedad vividos por los hijos de dos generaciones de un mundo «sin guerra»…, fueran como trampolines para la superación personal y no motivos de estrés, depresión y enfermedad?

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