ENVEJECE. Eso trae conocimiento.

Los que hemos nacido en el s.XX, en el llamado primer mundo, oímos como un rumor extraño, que hay quien no duda de un hecho para nosotros pura superstición, falso por tanto: LA REENCARNACIÓN.

Es muy gracioso que a pesar de nuestro racional modo de actuar y pensar, si se habla de ello, nadie se queda indiferente.

Contaré algo que descubrí:

Hasta la llegada del racionalismo, o sea hasta que la filosofía (amistad con el conocimiento), se partió en trozos y surgieron las ciencias con hipótesis demostrables, léase el s. XIX, la común creencia en oriente y occidente sobre la reencarnación vivió en la conciencia corriente de todo ser humano.

La Iglesia Católica, en el concilio del siglo quinto, se tomó muy en serio dogmatizar sobre esto y estableció como verdad la única existencia de unos sesenta años, o como ahora dicen de ochenta. Aun así, muchos no creyeron el dogma y en su fuero interno creían que era posible vivir más de una vida.

Parece que los santos varones de la iglesia quisieron evitar que nos tomásemos a guasa lo de vivir, como si el hombre pudiera pensar: «¡Vale! Yo disfruto unas cuantas vidas y ya me pondré las pilas en otra posterior! ¡¡Y a pasar del prójimo!!».

Si algo ha marcado el cristianismo es la mentira de que el egoísmo es perverso y que uno debe hacer el bien al otro,  repudiando dentro de sí mismo conductas que dañen sea como sea al prójimo.

Y digo que es mentira, porque no es lo que el evangelio dice, ni siquiera en las traducciones admitidas por la Sta. Madre Iglesia. Si lees los evangelios escucharás a un Jesús que te dice:

» Haz al otro lo que quieres para ti». Así ha quedado fijado en los evangelios.

Y no es exactamente lo que los párrocos proclaman en el púlpito cada domingo en Misa.

Hay un texto, que yo elegí para mi boda atribuido a San Pablo, que aparece en una de sus cartas en el Nuevo Testamento, que termina diciendo:

EL AMOR LO SOPORTA TODO.

Lo elegí con el fin de serle fiel. Ahora sé que en un evangelio aprócrifo, o sea desestimado por esa iglesia, quien lo dice es Jesús. Pero es igual si viene o no de Él directamente. ESE DISCURSO lo HA MANTENIDO INTACTO LA STA. MADRE.

Ahora imaginad mi situación.

Me casé por la iglesia. Cualquier otra forma no me servía. Yo quería sellar firmemente con Dios mi compromiso. No por eso consideraba inválidas otras ceremonias, y además para la iglesia supe meses antes de casarme, todas las bodas cristianas son tan legítimas como la suya. Eso fue un tormento para mí, ya que mi futuro esposo se casó con 19 añitos por el rito protestante reformado. Creí que no podría casarme…Y pedí a Dios en el nombre de su Hijo, que me dejara ser la mujer de Gerrit. Diez meses después el Tribunal Eclesiástico de Utrecht reconocía la anulación de su anterior matrimonio y le dejaba libre para contraer nuncias conmigo. ¡¡Milagro, milagro!!

Para mi casarme no era trivial, ni costumbre, ni sólo necesidad de mujer. Yo quería construir en mi casa un paraíso, donde él sería Adán y yo Eva, como si nunca nadie antes se hubiera casado. Le expliqué mi intención, le prometí pelear con todo por lograr esa utopía y él accedió a colaborar. Sabía que yo misma era mi principal enemigo…

Soy cabezota. ¿He dicho, cabezota? Soy tan terca a veces, que convencerme puede ser muy desgastante. Pero a pesar de no sentirme enamorada como en las pelis, ni estar convencida de que él fuera lo mejor de lo mejor, sí sabía que era mi único candidato a compartir la nave de la vida conmigo y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Con mi mejor voluntad y con el amor de que me creí capaz me empleé en ser la mujercita que él seguramente soñaba, a ser dócil si podía y a tratarle como a mi nunca me habría tratado mi pareja, esa que no había tenido antes que él.

El resultado objetivo fue, que a los dos o tres meses de casados me partió de un porrazo la nariz, borracho perdido…, que se permitía gritarme y llamarme puta, que ocultaba mucho de lo que era su vida, en especial en el terreno económico y que yo me cabreaba con él un promedio de dos a tres veces por día, gritándole como él hacía. ¿Cuántas veces inicié la conversación con un «si sigues así, me vuelvo a España»? ¡Para qué contarlas! Muchísimas. Y se acostumbró a una amenaza jamás cumplida y yo a temblar cuando bebía.

Pero a ratos era también el amante idóneo, la pareja perfecta, el marido ideal…Me mantenía encerrada en nuestro mundo. Pero tampoco yo sabía muy bien como manejarme sin hablar neerlandés si el no me acompañaba. Eso de que en Europa se habla inglés…¡ Yo no lo vi! Por la calle, en las tiendas, en el supermercado muchos ni lo chapurreaban! Así que si salíamos era juntos siempre y ya se preocupaba él de no presentarme gente que pudiera abrir mi campo de acción. Por otro lado, tampoco me urgía otra cosa que poner mi casa linda a mi estilo. ¡Ah! Y limpiarla de todo germen. Eso ocupaba mis jornadas. Para él las plantas hacían hogar y una vez compradas unas cuantas, le daba igual la decoración… Me dejaba entusiasmarme con lo que a él le parecía aceptable. Otra cosa era hablar de ir sola a algún lugar. Me desanimaba…

La escalada, no ya de violencia, sino de malestar con nuestra relación se elevaba. Pero yo me iba a otra habitación, a mi cocina, que era un poco mi amiga, y sobre una mesa ya recogida, lloraba amargamente. Entonces mi interior voz me recordaba:

EL AMOR LO AGUANTA TODO. ¡¡Te has casado para lo bueno y lo malo. Si hay más malo que bueno, apechuga!!

Ahora no me ocurriría lo mismo.

Existe un concepto: DIGNIDAD. No es orgullo, ni soberbia. Uno tiene siempre una dignidad. La dignidad va con la clase de ser que eres. Por ejemplo: Tratar a una mascota con el respeto que merece toda vida está muy bien. Pero tratarla como si fuera un ser humano, con la dignidad de ser humano, darle trato y cosas que no requiere su especie, no es darle la dignidad asignada a una mascota.

La dignidad en el diccionario de la Real Academia Española es la cualidad de DIGNO y «digno» es «correspondiente a sus merecimientos, proporcionado a sus méritos». Un animal, incluso una planta, merecen un trato acorde a sus necesidades reales, las que su especie indica. Sentar en una silla un tiesto para ponerle en un plato sopero su agua y colocarle una servilleta, hablándole esperando respuesta es tan absurdo, como malcriar a un perro, cuidándolo como si fuera un hijo propio… Cada especie tiene unas necesidades y con respetárselas con el mayor amor, basta.

Entonces yo creía que aguantar todo era aguantar «todo». En ese TODO iba mi dignidad incluida. Le otorgué el poder de pisoteármela a su antojo, porque yo misma no conocía mi propia dignidad.

Hay un episodio que la Misa católica resalta. Cuando se va a comulgar, a comer el cuerpo de Cristo, hay que decir previamente las palabras que un centurión romano dijo a Jesús para mostrarle, que él sabía que su acción sanadora no le correspondía por raza, ni condición.

«Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa…».

Antes se decía tres veces…Supongo que por la manía de que Pedro le negó tres veces y hay que repetir secuencias santas… Yo he dicho muchas veces que no era digna y lo creía tan profundamente, que nunca era apta para comulgar. Digna de recibir en mi cuerpo a todo un Dios…¡¡Pues anda que no tenía que estar impoluta mi conducta!!

Así que soporté de todo, hasta que mi marido me violase estando ebrio. También porque podía pegarme… Aun bebido, era más fuerte que yo.

De todo el «come cocos» que la Sta. Madre Iglesia logró conmigo, nada como esto de que el amor lo soporta todo ha sido tan determinante. Determinante y brutal.

El amor…, si es comprensivo, como también dice en el mismo texto San Pablo, ha de comprender algo tan simple como la dignidad del otro. Ningún compromiso valida que uno de los cónyuges sea tratado como algo distinto de lo que es: UN SER HUMANO. Pero he tardado mucho en situar esto de la dignidad en su justo lugar.

Si alguien viene a mi, o yo a alguien, o algo, he de ser tratada y tratar con la dignidad que su clase requiere.

La astucia de la iglesia ha sido convencernos de «ser buenos» y de que mirarse el ombligo era pecado de soberbia. Mucho más, si uno valora su ombligo por encima del del otro. Porque o eres «bueno», o pecas.

Y justamente es ahí donde las traducciones del griego original, donde se expresan por vez primera las intenciones de Jesús, se han tergiversado a modo. Tanto, que el original nada tiene que ver con lo que siglos y siglos nos dijeron los sacerdotes de las iglesias, en especial las cristianas.

Se puede opinar si Jesús dijo o no esas cosas. Pero si uno quiere aceptar que las dijo, debería al menos buscar la verdad de sus frases, no quedarse con sucedáneos pervertidores de una ley humana y divina, que clama por descubrirse, por evitar ya de una vez más mentiras o falsas verdades.

Jesús dice que trates al otro como a Él le tratarías. Jamás pide que pierdas tu dignidad en el intento, porque sacrificarse no es hundirte en la miseria para que el otro viva. SACRO significa SAGRADO, o lo que es igual, dado, o dedicado a Dios. Y «oficio» es «acto». Un «sacrificio no es sangriento si es una Acción que dedico voluntariamente a Dios y si Dios es el otro, a él le dedico con amor mi acción, pero no dejándome la vida misma en ese acto, lo cual me impedirá ser útil mucho tiempo.

Flaco servicio se haría un dios que consume criaturas como en el ejército, que todos son peones al mando de un general, el cual sólo busca cumplir con sus expectativas egoístas y de brillo social o mantenerse al mando precisamente, sin valorar que cada soldado es una promesa en ciernes, un tesoro humano invalorable.

De Dios no se puede sospechar que desee mandar. Seguramente si mandara, ya no habría otra cosa que paz. Pero Dios nos hizo de su misma esencia, como imágenes suyas. Nos quiere libres y a ser libre sólo se aprende ejerciendo la propia libertad. Otra cosa es que como yo hice, uno renuncie a ser libre porque se ha creído que amor y libertad están reñidos.

A San Pablo lo de ser libres le iba poco. Si hay un pueblo esclavo de sus reglas asfixiantes es el judío. Y Él fue un judío muy judío casi siempre.

Dicen que el primer concilio lo formaron tres hombres…, que aun no existían los cardenales. Eran Juan, el discípulo amado, Pedro, y Pablo.

Juan enmudeció casi, tras lo ocurrido en el Gólgota. Se dedicó a ser hijo de María. Casi no abrió la boca. Y Pedro y Pablo se enrollaron, con buena fe espero, en dar visos de iglesia material al mensaje que su maestro expandió por sus ignorantes conciencias. Ahí se fundó algo que hoy preside FRANCISCO, un papa que parece un buen hombre, pero que cree aun que existe otro demonio, que ese humillo que nos endemonia y surge desde los adentros dirigido hacia el prójimo, cuando ponemos el sacrifico a la vieja usanza y nuestra dignidad malconcebida, por delante.

 NO. El amor no está por encima de tu dignidad, de lo que estas llamado a ser: TU MISMO.

De otro modo los sueños que trajiste para realizar morirán en ti enfermándote.

Llevas muchos intentos, muchísimas vidas bajo la bota de unas creencias tan absurdas como que ser bueno es tratarte como un guiñapo. La ciencia no puede demostrar si amas. No tiene medios para ratificarlo. Tampoco puede asegurarte la dignidad que por nacimiento te corresponde: SER HOMBRE.

También dicen que Jesús dijo:

COSAS MAS GRANDES QUE YO HARÉIS.

Si él es según dicen las iglesias inigualable…¿Cómo habría dicho tal cosa?

Sólo tiene sentido esa frase, si Él conocía la evolución como un hecho indiscutible. Y para saber que hay evolución, si basta vivir una sola vida. Tan sólo es preciso quedarse y envejecer, y ni siquiera mucho…

 

 

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