Hoy quiero pedir perdón.

No se si he dicho alguna vez tan claro que no creo en el perdón, porque no creo en la culpa de nadie.

Pero esa es mi fe, por la mayoría no compartida.

Por eso y porque se que de hecho molestado sin proponérmelo, hoy abro mi cuaderno virtual por si aquellas personas  que se sintieron mal, sienten en cambio que les reconozco sus virtudes y sus derechos.

El perdón es necesario cuando hay quien sufre cualquier clase de molestia o daño. Y así lo siento y por eso escribo estas líneas hoy.

Formo como todos los profesores de mi colegio parte de un claustro. Pero alguna vez uno llega tarde, porque hablas con algún padre o madre al despedir a los críos y este fue el caso el día que nuestro centro se apuntó a una disposición de la Comunidad de Madrid que afecta a todos los centros públicos.

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Las encargadas de llevarlo a cabo eran las madres de la Asociación de Madres y Padres del cole.

Desconociendo que venía de donde venía y que nuestro director, a quien estimo, estaba por la labor, expresé a una madre mi asombro ante la nueva causa que se promovía. Consistía en participar en la adquisición de un desfibrilador, por el método de vender pulseras. Con el desfibrilador se proporciona además un cursillo para usarlo. Ella se me acercó para que comprase una pulsera y se lo comenté.

A mi me parece que tiene sentido disponer de medios que puedan hacer que un infarto, o un problema cardíaco serio se evite. Lo que no encontraba era el sentido a poner donde abundan niños y gente joven, un aparato que a mi me aterraría usar mal.

El cursillo te lo dan un día y luego pasa el tiempo. Y me preguntaba si en tal caso, yo que ya me he visto en situaciones excepcionales y reacciono como una idiota, me atrevería a usar meses o años después del cursillo. ¡Hombre los problemas cardíacos no abundan entre niños y jóvenes! Esa era mi reflexión.

Me imaginé a mamás que admiro por su dedicación, totalmente voluntaria, a ser receptoras de problemas y de quejas, dado el lugar que ocupan, emocionadas y dedicadas a la venta de las pulseras, dedicando una vez más su esfuerzo y su tiempo por el colegio. ¡Mejor dicho, por los niños del cole!

Y pensé que tal vez hubiera otras causas escolares mejores. Esa era mi forma de sentir y pensar.

Tengo con mis madres, si me dejan y lo permiten, una relación cercana.

Soy consciente de que hay críticas sobre cómo actúo con los peques, que no a todo el mundo le voy a caer bien, incluso que puedo sentar tan mal como una indigestión. Lo sé.

No obstante soy coherente con lo que siento y creo, y no puedo hacerme del gusto de todos. Eso, que yo sepa, no es posible. No obstante respeto que mi forma de ser o de hacer no les parezca buena a quienes no les gusto. Es normal y humano. Y por descontado les respeto a ellos, a los que disgusto, que los hay.

Porque mantengo contacto con mis madres, es decir con personas cuyos hijos son o fueron mis alumnos, comparto con ellas mi teléfono móvil y estoy en los grupos de  «what ´s up» que se crearon cuando yo era tutora de sus peques, mis niños.

De pronto, una vez pagadas dos pulseras, porque aun si no lo entendía sí quería colaborar, me empiezan a llegar mensajes, hasta tres con el mismo contenido:

«Comprar las pulseras para el desfibrilador del colegio».

Habían pasado horas desde que hablé con la madre que me las vendió y le había expresado mi extrañeza. Ahora creía defender a las madres de la ASOCIACIÓN, al expresar que yo no estaba de acuerdo con esta iniciativa. Sí, porque conozco su entrega y cómo lo dan todo por las causas que emprenden cuando beneficia a los alumnos del colegio. Me parecía que si la administración da una orden, no estaría mal que la costease y nuestras madres de la Asociación, se pudieran dedicar a causas en que no hubiera otra posibilidad.

En esto como en casi todo, soy impulsiva y algunas veces, demasiadas, me pillo los dedos.

Justamente este fue el caso.

Al día siguiente, por mi mensaje de móvil a esos dos grupos de madres mías, algunas creyeron que no era una buena idea. Se armó un revuelo.

Puede parecer que quiero voluntariamente, que he querido entorpecer la labor de nuestra A.M. P. A. o Asociación de Madres y Padres y por ello pido perdón a esta Asociación, porque mi boca funciona antes que mi reflexión y la discreción que se puede esperar de un profesor de un colegio, brilla en mi por su ausencia.

Desde aquí quiero expresarles mi agradecimiento como parte del centro escolar que soy y manifestarles mi profundo respeto por una labor a menudo ingrata, sobre todo si una persona habla de lo que no sabe, como yo he hecho esta vez.

Jamás haría nada contra su gestión, ni en contra de sus ideas, ni por su puesto contra ninguna de ellas,  o los que forman parte de un colegio, que cuido como si fuera mi casa en la medida de mis posibilidades.

Actué irreflexivamente, como si mi opinión interesara a alguien, y sobre todo sin saber que era una decisión sopesada por quienes dirigen el centro y con el auspicio de la Conserjería de Educación de nuestra Comunidad de Madrid.

Por ello pido disculpas sincera y francamente. Soy en ocasiones ese pez que muere por la boca, porque comunicarse es bueno, pero opinar sin conocimiento es de burros.

Siento si he causado malestar con toda el alma. Ni era mi propósito, ni actúe para molestar.

Espero que puedan perdonarme y que sepan que valoro lo que hacen, realmente.

Si no lo expreso en otra forma es porque entiendo que el problema se hizo público y públicamente les ofrezco mis disculpas humildemente.

 

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