¿Somos conscientes de ser dirigidos día a día? Pocos reflexionan sobre qué parte de su vida la decide uno. Delegamos en otros al vivir en sociedad y disfrutar de sus ventajas, y ellos deciden nuestro futuro. Esto fue cierto siempre para la mayoría. Ahora, además, es amenazante. Está en juego seguir siendo humanos.
De entre todos los modelos posibles de vida tengo claro el mío.
Hubo un hombre que elevó su humanidad al más alto grado al descubrirse Dios. Su nombre era: «Dios con nosotros». Le llamamos Jesús. Consiguió también hacer real el Reino de los Cielos en la tierra y se fue, entre otras cosas para quedarse en todo, también en el corazón humano. De haberse quedado físicamente, hubiéramos hecho con Él lo que hacemos siempre: DELEGAR. Se fue para que cada uno BUSCARA A DIOS EN SI MISMO. Dejó muchas pautas, pero hay dos….
A la pregunta:¿Jesús, cómo hay que orar?, respondió que fuésemos a lo escondido, a lo secreto, a tu propia habitación. ¿Al corazón? Yo así lo creo. Ahí, en la soledad de tu «yo» más intimo es donde están las preguntas clave, las dudas existenciales, la incertidumbre, ahí se halla la voz. Es tu voz y no lo parece. Trae el consuelo y la fuerza. No requiere templos, gente, ni nada más.
También explicó la conducta de quienes le siguen: AMARSE ENTRE SI. Es verdad que el amor toma a veces tintes oscuros, pero todo hijo sabe que aquello que como adolescente le pareció injusto y hasta cruel, años después resultó ser adecuado y conveniente. En el amor hay toques de contrariedad. No obstante, amor, amor es. Lo acepta todo, es magnánimo e indulgente, y se nota.
Mi madre tenía un dicho: Para las cuestas arriba quiero mi burro, que las cuestas abajo yo me las subo.
Nos hallamos en una grave cuesta, difícil, trágica incluso. ¿Qué burro llevará mi carga? Entro en mi corazón y esta es la respuesta: FE y ESPERANZA.
Empieza el día. Me levanto triste. La lágrima aflora con facilidad. No siento amenazada mi vida. Podría vivir bien sin oír ni mirar. Pero no estoy sola. Ya no son amenazas. Miles de familias no llegan, no ya a fin de mes, ni al día llegan. Y más allá, en el mundo el hambre y la guerra, no una abierta, sino una sorda y cruel, asola el planeta.
La perspectiva que ofrecen es una agenda creada por insensibles fuerzas que pretenden mantener su status a costa del resto. La presentan bonita: No más hambre, salud universal…, así empieza. Maquillan cómo suprimirán el hambre. Esconden que el médico te verá en conferencia telemática. Ocultan que el libro está en extinción: los niños aprenderán con una pantalla. Se están cargando la «clase media» y aquel ESTADO DEL BIENESTAR para casi todos: No viajarás en avión más. Serás un buen ciudadano que cruza con el semáforo en verde exclusivamente, que no bebe ni fuma, o no serás nada. ¡Olvídate de hipotecas! Mucho más aún: están reduciendo la población. Han potenciado una costumbre en nombre del feminismo: el aborto. Y la vacuna que mata a cientos de ancianos silenciosamente, si nos les mató el microbio, esterilizará a la juventud. Ya ha pasado en África. ¿Fé, Esperanza?
Suena la voz de mamá: «para las cuestas arriba…» ¡Y esta lo es!
Entro en mi corazón. Visualizo a las vírgenes de la parábola de Jesús. Nueve independientes mujeres, que eso significa VIRGEN, independencia para pensar y vivir, esperan al amado. Ignoran cuando vendrá. Tienen nueve lamparillas, cuyo aceite hay que vigilar y reponer. Tres dejan agotar su aceite. Han de ir por más, pues las seis prudentes no pueden prestarles del suyo. ¿Egoístas? No. Ese aceite es la FE y la ESPERANZA. Nadie te las puede prestar. Todos conocemos las noches oscuras y es ahí donde nuestra lamparilla ha de sostenernos por miserable que sea la realidad que nuestros sentidos contemplen.
Jesús esperó al amado mientras se concebía unido a lo que llamó PADRE. Y no se refiere a un varón. Dios es padre-madre. Os invito a leer el Evangelio de la Paz cuando habla de la MADRE. Esperar al amado es cumplir con el día a día que te toca y amar. Amar. Y Amar. Sobre todo a ti mismo, cuando quieres castigarte por perder un rato la bondad. Esperar al amado es no desfallecer por espantosa que se presente la realidad presente o futura.
Mi padre nunca me negó lo que pedía. Simplemente decía: UN DÍA SI. Pocas veces llegó el día. Pero mi fe infantil en su palabra jamás quedó defraudada. Hoy es esa voz interior, mía aunque no lo parece, la que me dice que EL REINO DE LO CIELO SÍ llegará para todos. UN DÍA sí. Pero ojo: No delegues en nadie. Ama, ama y ama y ve a tu corazón. Sé humano.