RELIGAR

Mapa

La palabra «religión» nunca me ha gustado.
Tenía un tinte algo tétrico. Era un recordatorio de que yo era una pecadora y por tanto defectuosa, me recordaba a esas estampas de que tanto gustan las beatas y que llevan con devoción en su misal con santos con manos juntas y ojos en blanco, y era en el colegio además, una asignatura que había que aprobar.

¡¡Qué lejos estaba yo del significado del vocablo!!

El hombre nace y crece y como ese mapa de mi foto (mapa de un territorio indefectiblemente unido, a la península me refiero), se siente dividido, separado, hecho pedazos.
De un lado están los afectos categorizados en personales, familiares, amigos, gente conocida, gente del lugar, o del país…gente del mundo…
De otro están las áreas de ocupación, la profesión, el trabajo, lo que pensamos de otras ocupaciones, el tiempo de ocio…-
De otro aun están los sueños, los proyectos vitales, los viajes…

Pero también estamos divididos en cuerpo y alma, o más aun en cuerpo, psique y espíritu…Por edades, por creencias, por equipos, por…

Lo mires por donde lo mires estamos despedazados. Igual que ese mapa de la península ibérica, despedazados y por colores, de modo que sea muy difícil unir las partes…

La palabra religión procede de RELIGARE, que en latín significa VOLVER A UNIR lo que se ha separado, volver a ligar lo que de suyo, ESTA UNIDO.
¿Y qué es lo que está y estaba unido? ¿El pueblo judío?¿El pueblo de Dios?¿ La fe y la vida?

NO.Lo que siempre estuvo y está unido es el hombre y Dios.

Uno inicia su caminar por el mundo y va viendo como todo son clases, categorías, divisiones de todo tipo, pero se hace consciente de ello paulatinamente. Puede que primero se haga parte de uno de esos grupos, seguidor acérrimo de alguno de los múltiples que pueblan la tierra. Y sin embargo hay una realidad que ni siendo el más admirado de un equipo, se desdibuja: UNO ESTA SOLO. Puedes tener incluso la mejor familia, pero cuando te toca la pena, hay una soledad en el alma que ni el mejor amante puede borrar.

Dice el «Libro tibetano de los muertos» que cuando uno muere alcanza su auténtica identidad. Ellos la llaman :CLARA LUZ DE LA REALIDAD.El budismo no es tanto una religión como un enfoque de la vida y no llaman a la Clara Luz de la Realidad Dios. Ellos no hablan de Dios. Pero podemos interpretar que aun si no lo llaman así, eso es Dios. Y dicen, que una vez alcanzado ese estado, donde por fin estamos en casa,duramos allí un suspiro. Un suspiro eterno ciertamente, pues Dios lo es, pero para nuestra vivencia interior es un instante. El alma continúan, está allí como desmayada, lo que puede entenderse como inconsciente y sale de ese estado celestial como si lo bueno, lo excelente, no le cuadrase del todo, como si fuese demasiado. Así que sale del único «lugar» en el que no experimenta soledad, sino solo plena aceptación y amor incondicional. ¡Ojo! ¡Que allí vamos todos, buenos, malos y regulares: TODOS.

¿Cómo es posible llegar a sentir ESO y salirse de allí? Creo que de algún modo estamos tan habituados a estar despedazados, que sentir la unidad resulta tan asombroso que no lo soportamos. Es como si un amigo generoso y muy rico nos invitase a su hogar y nos quisiera dar lo mejor. Un sitio maravilloso, todo tipo de lujos, un sitio agradable, bellísimo y nos invitase a instalarnos allí para siempre gratis. Es probable que aun siendo verdad todo lo que ofrece, no nos sintiéramos en casa.Seguiría siendo la casa de nuestro amigo y terminaríamos queriendo volver a casa. Hemos vividos tan desligados, tanto, que la palabra y lo que es más, el sentimiento de unión lo hemos perdido en la noche de los tiempos.
Dice después el «libro tibetano de los muertos» que la salida de ese estado nos sume en la más atroz de las desdichas, que entramos como en una profunda depresión, sin recordar qué exactamente hemos perdido y cómo era.

Yo no sé meditar, ni he entrado en tal estado de conciencia como para haber podido ver y sentir todo eso. Sólo me fío de ellos. Es un conocimiento muy antiguo, refrendado por cuantos lamas han meditado y alcanzado tales alturas. Así que les creo, sin más.
Imagino y creo sentirme allí, recién salida de mi auténtico «yo» y sin saber qué ha podido pasar para que mi alma sienta ese desamparo, esa pena tan honda, ese sentimiento de estar despedazada.
Y creo que el propósito inicial de la religión es ligar de nuevo al alma con su verdadero ser.
Otra cosa son las diferentes clases de credos y sus prácticas.
Fui durante casi 35 años una católica practicante. Pero un día me dí cuenta que lo mismo que un hijo crece y crea su nueva vida y ya no te consulta para saber si lo ha hecho bien, una fe ha de crecer y dejar de consultar a su iglesia acerca del bien y del mal y emprender un camino de búsqueda hasta hallar «su» verdad. Luego descubres que casualmente es la verdad de otros muchos que antes que tu dejaron a su «madre» religión, en busca de religarse a su propio ser.

No tengo nada que reprochar a quienes cumplen los mandatos de sus iglesias.Cada uno tiene su momento y todos un día descubrimos que Dios no requiere de nadie para hablarte, que su voz se halla en tu interior, en tu corazón y en la vida. Mientras las iglesias han sido como una madre adoptiva y nos dan su calor para mantenernos a salvo.

¡Es muy curioso cómo suceden las cosas!
No se trata de cuánto busques, ni de lo que hagas, ni del conocimiento que acumules…
Llega la hora en que hay como un clic interno, se juntan como por ensalmo en ti ideas y certezas, con miedos y juicios y de pronto SABES que nunca estuviste en pedazos, que la ligadura eterna contigo mismo nunca se rompió.
Eres espíritu, sobre todo eso, como eres materia, pero la materia no pesa, sino que se convierte en vehículo que te permite completar tu misión en el mundo.
Miras la vida terrenal y comprendes. Nada sobra, nada falta. Todo es sagrado, porque todo es de Dios. Y sabes que no puedes hacer nada por romper ese lazo bendito que siempre existió, aunque tu no lo habías visto hasta hace un momento…
¿Qué pasó?
Yo sólo puedo decir que vino de arriba, que es verdad que busqué y llamé y pedí, que hice cuanto creí adecuado. Sin embargo no ha sido ayer, sino hoy, cuando por fin me siento ligada a Dios, que sé ya que soy yo y tu y él y vosotros y ellos…porque jamás dejamos de ser uno.

No es que haya dejado de ser como era, ni que vuele…Pero en mi interior hay una certeza. Nadie me juzga, ni me condena. ¡¡Ni siquiera yo misma!!
Y eso es alcanzar el Reino de los Cielos.

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