FELICIDAD: ¿Puedo ser feliz?

campo violeta y naranja

Una imagen puede provocar mucha felicidad. A mi esta me hace feliz. Ese campo, coronado por ese cielo, parecen imposibles, pero son ciertos…,dos colores opuestos en el círculo cromático, pero aquí en pleno campo…La belleza nos colma y nos trae felicidad
Mi madre decía que la felicidad no es una gran explosión, sino una noche llena de millones de pequeñas estrellitas.
Pero mi madre no era feliz. Esas estrellitas en su cielo nocturno no eran millones, se podían contar. En su cielo sobre todo había oscuridad, miedo, incertidumbre y una sensación de haber sido engañada muy intensa. Ella decía incluso que » la vida es una trampa».

Cuando somos pequeños y el tiempo es o muy corto o demasiado largo en función de cuánto estemos disfrutando o no, se nos dice a menudo eso de » Cuando seas mayor…» y al niño que somos ese futuro tan lejano le llena el corazón de sueños. Parece que todas las prohibiciones, las negaciones, las regañinas…TODO, desaparecerá y uno podrá por fin SER. Noche-estrellada-CD
¿¿Cuándo me hice mayor??
No lo sé. Sé que con treinta y pocos experimenté por fin que mi vida estaba en mis manos y que era posible hacer cuanto yo considerase oportuno, sin esperar a los consejos u opiniones ajenos. Pero esa euforia no duró mucho.
Pronto uno comprende que aun si te pones el mundo por montera, no eres libre y sin libertad la felicidad no parece lo que uno quería que fuese.

Estuve algunos años aceptando una realidad triste, pequeña, agobiante, sintiendo que alguien me había engañado…LA FELICIDAD NO ES POSIBLE me decía una voz sorda en mi.
Pero un árbol no entierra su copa en el suelo, ni un pájaro se corta a si mismo las alas. Así que siguiendo un instinto natural, busqué esa felicidad que de niña sentía posible si crecía y me hacía mayor.

Hace ya unos años mi hermano me visita y se queda un tiempo conmigo. Y él es quien dice: «¡¡Eres más feliz que Ricardito!!» y lo dice al verme feliz precisamente. Oírle decir eso fue como mirarse al espejo, un espejo que me devolvió la imagen que yo había perseguido toda mi vida y que de pronto se había instalado en mí.
Es cierto: SOY FELIZ.
¿Quiere eso decir que no veo el mundo, que no tengo problemas, que no me irritan las cosas o que sonrío constantemente?
No. En modo alguno.

Veo el mundo y comprendo que es un teatro donde se ejecutan obras de todo tipo. Creo que quienes en él actúan están como yo aprendiendo y buscando, interpretando un papel que les llevará sin duda alguna vez a la luz. Y ya no intento paliar sus penas, pues las mías me hicieron crecer y ver más allá de lo aparente. Así que no intentaré minimizar sus horrores. Cuando el horror es lo suficientemente trágico, uno abre los ojos. Y el mundo así concebido, me parece perfecto escenario para salir de la tibieza, de la parálisis que nos aqueja.
Problemas? Sí tengo problemas. Mi problema más serio es ser consecuente con lo que siento y creo. Los otros, los económicos, los del trabajo, los caseros, son manifestación de cómo estoy conmigo. Me sirven para estudiarme y conocerme mejor. Ya no me hunden, ni me impiden un segundo contemplar la belleza del cielo o a mis alumnos con sus preciosas caritas de inocencia.
¿Me irrito? Sí. Definitivamente sí. Pero es cierto que cada vez me irritan menos cosas, que me enfado poco y si aparece algo que de veras me descoloca, intento descubrir dónde dejé de amar.

Ahí reside la clave de la risa fácil, de sonreír mucho, de aceptar la vida, no ya como una promesa de libertad, sino como un sentimiento de amor generalizado por lo humano que hay en mí y que me reflejan cuantos habitan esta tierra. Ahí, en ser capaces de amarse y así de amarlo todo está la causa de la felicidad.

Es preciso comprender que nada hay bajo el sol igual a nada. Podré hallar afinidades, pero jamás idénticas versiones de mi. Si tan sólo un cristalito de los muchos que forman un copo de nieve no es igual a ningún otro, no puedo esperar que un ser humano, mucho más complejo, vea las cosas como yo. Y si no las ve como yo, no actuará como yo. Por tanto convivir será difícil siempre, mientras que no pueda ver en la conducta ajena una riqueza para mi, un tesoro. Su forma de ser y actuar me completa. Ellos, los que me irritan, son en verdad la mitad de mi que no puedo encontrar en mi propia forma de ser.

Es cierto que realizar ese ejercicio de aceptación no está tirado, que a veces se me atraganta algún personaje. Pero tarde o temprano cedo en mi rigidez y comprendo que esos son aspectos de mi que me muestran para que pueda ser en plenitud. No solo soy yo. Soy tu y el otro, y el otro, y el otro…Soy todos.
Comprender y sentir esto, es amarlos y es la clave de ser feliz aquí y ahora, haciendo de este mundo EL REINO DE LOS CIELOS.

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