Durante mucho tiempo vivimos «otra vida». Miramos con ojos nuevos y recibimos las heridas como una debacle. Uno sospecha que hay un mundo feliz y creemos que hay unas superestructuras, que semejan perversas, contra las que hay que luchar para instaurar la felicidad universal a que nuestra alma aspira.
Después te haces adulto. Uno se adultera en nombre de los hijos y la paz familiar y deja la lucha por el heroísmo cotidiano de llevar adelante el hogar y hacer que en lo posible reine la armonía. Entonces, como antes, vamos por caminos sesgados buscando una belleza en amarillo y violeta, sin lograr realmente sentirnos bien.

Probamos otros huertos más tarde, por si plantando otras hortalizas vislumbramos que no hay que llorar más. Alguien te sopla en los oídos la palabra LIBERACIÓN.¡¡Es eso!! ¡¡He de liberarme!! Otros pueden ¿Por qué no yo? Y un par de lustros los dedicas a averiguar cómo liberarte. Quieres la receta mágica y pretendes alcanzar un estadio de la existencia en que te sientes bien, amas al prójimo y eres feliz.
Joan Manuel Serrat ilustra con precisión lo que entonces ocurre:
» Y cuando más voy «payá», más lejos queda…Cuando más deprisa voy, más lejos se va».

¡Nada! Te das con todo el alma y parece que la meta se aleja cada vez más…Y peor si corres hacia ella…Es entonces cuando miras al Cielo y gritas:
¿¿¡¡Qué demonios se espera de mi, qué más he de hacer para alcanzar el sosiego, la dulce seguridad de que soy apto, de que no me queda nada por hacer!!??

Quizá es entonces cuando cuanto has hecho, cuanto has custodiado cual diamantes del corazón, cuanto has leído y oído se recoloca y comienzas a sentir que no queda nada por hacer.¡A ver! He de cuidar mi higiene, ir a mi trabajo, comer, dormir, disfrutar con mi gente…Pero esencialmente, basta dejarse llevar por lo que cada minuto me sugiere. Y esto ocurre en vida, antes, bastante antes de morir.

Diferentes culturas con distintos nombres aluden a ello. En la nuestra lo enuncia Jesús. Fue una vez a comer a casa de Nicodemo. En la sobremesa le soltó la bomba. Había que NACER DE NUEVO, del agua y del Espíritu… Y el anciano no podía comprender como él iba a volver al vientre materno para renacer. Sin embargo Jesús hablaba de un hecho que no pasa por el útero, salvo que uno considere la vida una matriz. NACER DE NUEVO es transcender la identidad chiquita que usamos. Descubrir que somos la vida misma.

No soy mujer, ni española, ni maestra, ni tengo casa, ni poseo un automóvil…No soy nada en particular, porque lo soy T O D O. Es imposible morir. Morirá mi cuerpo, pero viviré en las bacterias que lo licuan, en las moléculas de mis huesos y en todo espacio que antes ocupé sin saberlo: Las rocas, las plantas, los animales, mis congéneres, el espacio, los infinitos planos de la existencia…Esa es y ha sido siempre mi identidad: LA TOTALIDAD.
Nacer de nuevo es concebir que yo ya fui rey, no porque mi alma transmigrando fuera rey aquella vez, sino porque en todo cuanto ha existido he estado presente, lo estoy y lo estaré. No puedo envidiar a nadie, porque vivo en cada átomo de los que conforman a quien es lo que yo deseo. Fui lujuria, soberbia, avaricia, gula…Lo fui y lo soy pues en cuantos practicaron estas cosas, existo siempre.

Nacer de nuevo no es la liberación. Cuando quería llegar a no sabía dónde, buscaba liberarme del olvido de mi, de la culpa perpetua, del inmerecimiento de todo lo bello, lo bueno y lo mejor, y del miedo. Y de eso, curiosamente no se libera uno.
Nunca dejo de ser quien sufre, pues si alguien sufre, sufro en él. No. Nacer de nuevo no te aparta de la vida de la tierra, ni tan siquiera muriendo.
Ocurre eso sí, que ya que no hay más metas, pues en cada experiencia Dios vive y por eso uno las vive. Sí. Te liberas del personaje desprovisto de amor, a quien miras cada mañana en el espejo. Y otra cosa:
Por fin aquello no se aleja más, ni sientes la tentación de correr. Los hechos cobran otro sentido, se revisten de adecuación y sí, la paz se instala en ti, en ese «yo» nuevo infinito……