ARQUETIPOS (2)

CRONOS

Nunca he podido aprenderme las historias y quienes eran los personajes de la mitología griega, que encima se duplicó en Roma, cambiándole los nombres…Y sin embargo disfruto, me quedo embelesada cuando alguien que sí conoce esos «cuentos» los relata.

Lo curioso es que uno va juntando y juntando ideas y comprobando por ejemplo, que muchas tradiciones orales tienen el cuento de Blanca Nieves. En Castilla, una historia muy, muy similar se llama Mariblanca…Y del mismo modo lo que en la mitología grecolatina es el padre de todos los dioses, se traduce en los orígenes del saber chino por un círculo blanco, que unido a uno negro, dan la figura del YING y del YANG.

Cada vez me resulta más evidente que hay un fondo común lleno de expresiones que se parecen mucho entre sí, entre gente en teoría tan distinta como un europeo y un asiático. Y esto te conduce a creer que el hombre crea mitos, historias vividas por alguien alguna vez, que transcienden el tiempo, que se repiten lejos y generan versiones de un mismo patrón de conducta.

Arriba tenemos la interpretación de Goya, que no puede ser más tétrica, un padre CRONOS, URANO para los romanos, padre de todos los dioses, devorando a uno de sus hijos. Pero…¿ Y si lo actualizamos y traducimos las cosas? En seguida vais a reconocerlo.

Un hijo es un proyecto de vida. Uno puede o no sentirlo así, pero uno tiene en el mejor de los casos una idea de lo que sueña para sus hijos, y en el peor un auténtico diseño de cómo habrá de ser su vida. Eso es un proyecto. Y así, cualquier proyecto se convierte en «hijo» de nuestra mente. Ese negocio que uno quiere montar, esa investigación que uno pretende desarrollar, esa obra grande o pequeña que uno quiere levantar…Incluso cosas más simples como esa comida que quiero preparar, esa moto que quiero tunear…PROYECTOS, todo nace como un proyecto mental, como un «hijo de mi mente» que busca realización y hacerse visible.

Pues bien, hay un tipo de persona que pasa mucho de su tiempo planeando, para luego olvidar, dejar morir o matar a ese hijo que nunca ve la luz. Ese es Urano. Todos llevamos a un Urano dentro, un deseo de crear que matamos por no manifestarlo. Bien es cierto que hay quien de esa conducta, de ese impulso hace su vida y prácticamente se queda su existencia en planear, para luego comerse esos «hijos» recién nacidos. ¿Os sigue pareciendo tan atroz ese Cronos que representa Goya? ¿No conocéis a algunos que cuentan y no paran de proyectos que luego se quedan en agua de borrajas? Y sin ir tan lejos…¿Es que no habéis planeado cosas que nunca vieron la luz?

Hay un opuesto a este arquetipo.

Se trata de aquel que pretende materializar los proyectos y no se pierde en proyectar, sino que cimienta aquello que persigue, coloca uno a uno los ladrillos que levanten su edificio y lo hace respetando las leyes físicas, porque de no hacerlo, su proyecto moriría y este, no es como Urano. No. Este estudia bien el terreno para que nada falle. Por supuesto es aburrido, observador hasta exasperar, advierte siempre los riesgos, porque a él/ella, no se le va a venir abajo su proyecto. Pues esta figura, que tal vez tenéis cerca (siempre hay uno/a cerca), tiene nombre también. Se llama Saturno.

Urano proyecta y Saturno construye. Un exceso de cualquiera de los dos, cosa frecuente, es lo que hace que tantos sueños no lleguen a término. A veces somos más Urano que Saturno, y viceversa. Pocas veces nos dejamos llevar primero por uno y luego por el otro. Visto así, al escuchar como el padre de los dioses creaba y creaba hijos y se los iba comiendo, ante el dolor de Gea, la madre de los dioses, a nadie le extraña la argucia de esta escondiendo a Saturno, quien al crecer vence a su padre y ocupa su puesto como dios mayor.

Pero antes que a la mitología me acerqué a los cuentos explicados por un genio: Rudolf Steiner. Buscad en google quien es, yo le admiro como creador de un tipo de escuela revolucionario, pero sus brazos llegaron a muchas ramas de la vida. Steiner explica así a Caperucita Roja.

De casa de la madre universal, sale el alma con una advertencia, que le explica lo que va a pasarla. No hay sentencia maligna en modo alguno. Es para que se prepare: Si abandonas el camino, el lobo te comerá. Y la ingenua alma encantada con los placeres de la vida, las florecillas, su fragancia, los cantos de los pajarillos, ciertamente cumple su papel y acaba con su abuelita en la boca del lobo, en su negra panza.

Si. Es preciso que el alma entre en el mundo…

La Abuelita es la sabiduria de la diosa madre, pues jamás vamos solos por la vida, más bien el mundo, que es lo que la panza negra del lobo representa. Y siempre, siempre, siempre llega un elemento que resuelve la vuelta a la alegría: En este cuento es el cazador. Da igual, en otros es un hada, un príncipe enamorado…

Cada cuento ilustra un arquetipo, una conducta que reconocemos en la vida común y en él se nos anuncia un final FELIZ. Un elemento femenino se une a uno masculino y luego llegan las perdices y la felicidad para siempre. ¡¡Que repetitivo!! ¿ No? ¡¡Qué machacón!! Pues yo a estas alturas estoy convencida de que tanta repetición no puede ser gratuita, ni vanal.

He oído criticar los cuentos porque meten ideas irreales a las criaturas. Habría que recordar que hoy el cuento reposa en las estanterías delas habitaciones infantiles, pero que de toda la vida, eran adultos los oyentes destinatarios de tales historias al amor de las pocas horas de descanso de duras jornadas junto al hogar, o sea  de la chimenea, único lugar iluminado y caliente en las casa hasta hace a penas 70 u 80 años. Pero no. No meten ideas ilusorias en nadie adulto o niño. Hablan de una realidad por ocurrir, que ocurrirá porque está anunciada y proyectada. Hablan de esos arquetipos fundamentales que se separan al nacer, el varón y la hembra que vive en cada ser humano, destinados a unirse para siempre un día.

Supongo que un hombre muy macho difícilmente digerirá que en él vive una mujer.  Y una mujer muy femenina le costará una barbaridad ejercer de hombre en su vida propia. No obstante no tendríamos que buscar la media naranja, sino descubrir el ser escondido muy dentro, de sexo opuesto y actuar de cazador, de hada o mago, de príncipe, para unir en uno mismo esos dos opuestos en apariencia.

No, no hay nada de superfluo en los cuentos, de hecho, si por diversas razones se varían, perdemos una información valiosísima. Por ejemplo:

En «la bella durmiente» de Dysney, hay una bruja malvada que se convierte en dragón. Hay tres hadas además. No es así la versión que yo conozco.

En un reino había trece hadas. Los reyes tardaban en concebir un heredero y cuando por fin les nace una princesa, descubren que sólo poseen doce cubiertos dignos de un hada y no trece. ( Y siendo reyes no podrían fabricar el cubierto número trece? No. Debe ser que no había tiempo ¡Digo yo!).  Como solución evitan anunciar al hada número trece el acontecimiento. Pero como estas cosas «tienen muy cortas las patas» y se descubren rápido, a la fiesta acude la humillada hada que no fue invitada.

El trece tiene mala fama y es sin embargo un número sagrado, de efectos maravillosos. Y el hada número trece desencadena la muerte de la niña. Muerte en lenguaje simbólico es cambio, cambio profundo. La niña duerme cien años, gracias a que otro hada modifica su sentencia. Pero dormir o soñar son muy parecidos… ¿Soñaría? Sería lo suyo. Y ¿Qué es ese sueño? Ese sueño, no es otra cosa que la vida. Esa vida que tu y yo vivimos. No cuenta la narración cómo fue esa vida, sólo lo que pasa cuando la parte masculina ejerce de domador de los instintos y la saca del sueño.

La princesa es de nuevo el alma a la que se le dota de todo lo más adecuado.  A Caperucita le basta su caperuza roja y su cestito con viandas para la abuela. Pero a ella también se le dota de lo conveniente. Volvamos a la bella durmiente. Tiene un tiempo para imbuirse de sus dotes y luego «nace». Nace al sueño de vivir «cien» años, que también es simbólico. Quiere simplemente decir :MUCHO TIEMPO. Y otra vez su yo masculino enfrentándose a sus pasiones, su parte más animal y dominándola, ama a la princesa y su amor la despierta.

No hay en estas historias maldad, sino explicaciones, consecuencias, formas de decirnos lo maravilloso que es el ser humano, que cuando sale de su sueño por amor y unido por dentro, descubre la felicidad. No es una invitación romántica a desear hallar a la princesa o al príncipe azules fuera de uno. Y no es extraño que estas historias encandilen a adultos y niños porque no están hablando a la mente, están hablando al inconsciente que las absorbe, pues le traen la esperanza que necesita para seguir aun unos cien años sin morir de pena, todavía en el sueño o en la tripa del lobo.

Nadie prometió venturas sin fin por hacerse humano. Muchas son las recomendaciones, explicaciones y advertencias que hemos recibido. En nuestra cultura suena bastante esta: «Parirás a los hijos con dolor», o sea tus proyectos te van a costar sudor y lágrimas. Esta es sólo una de esas advertencias.

Y…¿Por qué estamos aquí si esto cuesta tanto dolor?

Estamos aquí porque Caperucita, antes de ser tragada por el lobo era como tonta…La bella durmiente toca todo, como no siendo capaz de prevenir. Otra bobita…Urano estaba lleno de excelentes ideas, pero no construía nada…Hay un estado que añoramos cuando miramos a los niños. Hablamos de la ingenuidad perdida,  de la inocencia irrecuperable…

¿Es realmente eso lo que nos falta?

Creo que no es eso. Ninguno de esos personajes, de esos arquetipos, antes del sueño, ha tenido que vivir un dilema, ni ha aprendido a discernir, viven en un estado en que no se dan cuenta de que lo que tienen es ya la felicidad absoluta. Es como si no fuera posible apreciar la vida con cuánto de espléndido tiene en sentido positivo y negativo, sin perder ese estado de INCONSCIENCIA. Ese estado inicial existe para dejarlo atrás provisto de lo necesario, pues sin salir de él el gran premio de la CONSCIENCIA, se le escapa al alma.

El viaje por el mundo, dure cien o mil años, obliga al ser humano a medirse con los elementos, las cosas, las personas…Sus reacciones se afinan, su mente se ve por pura supervivencia (aunque sólo sea por eso), a analizar, distinguir, profundizar, es decir, nos convertimos en Saturno, pues hemos venido a hacer algo, no a seguir soñando. Es verdad que Urano, como Saturno, como tantos arquetipos son dioses y en el recorrido por la Tierra lo habrán de olvidar…Aun así. Hay algo por descubrir y un ovillo con su hilillo colgando para que podamos recordar.  Y ese algo es descubrir qué soy, quién soy, quien es el otro, qué es esto que llamamos «mundo».

Entonces descubrimos la belleza y la fealdad. Descubrimos el miedo y el amor. Descubrimos lo agradable y lo desagradable, lo sublime y lo tétrico. Un día somos capaces de provocar un estado que conoce la armonía, pues ya vemos adecuación en lo feo, lo que nos hace temer, en lo desagradable y en lo tétrico. Observamos que si podemos entender y sentir la fuerza de lo negativo, como sostén de lo positivo y lo valoramos así, poco a poco se restablece la felicidad. Los opuestos se casaron y uno abajo y el otro arriba, cada uno en su lugar reconocida su función, pueden comer perdices para siempre jamás.

A mi me van los cuentos y se los cuento a mis niños…Quiero que sepan que vienen de la felicidad y de la luz y que a ella volverán, pero… CONSCIENTES. Sé que ellos/as que tienen más abierto el inconsciente, lo captan. No lo olvidarán. Además…Ni siquiera tengo que perdirles silencio…Solitos, sin más, enmudecen.

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