El CARNAVAL Y EL YO

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Lo más gracioso del Carnaval es que creemos disfrazarnos, cuando caminamos la vida entera DISFRAZADOS!!!

El «yo» es ese disfraz que vamos formando gracias a la convivencia en casa, al colegio luego y más tarde a los amigos de adolescencia. Es esa imagen con la que nos presentamos y que llamamos nuestra, aun si representa el pequeño trozo de hielo que sobresale del mar del iceberg gigante, que en verdad es nuestra propia identidad.

Hace años leía atónita que «PER SONA» era una máscara usada en el teatro latino. En sus representaciones, los romanos usaban sólo hombres como actores. Para hacer los diferentes papeles, en particular los femeninos, disponían de unas máscaras con expresión fija como la de la foto de arriba. El carácter, la entonación, el calor del personaje lo ponía pues la voz que sonaba a través de la máscara. Y a la máscara en sí la denominaban PERSONAE, o lo que es lo mismo casi, «lo que suena a través de». Me pareció sorprendente porque me dí cuenta de que mi persona, era una máscara mediante la cual yo sueno para el público, para la gente, para el mundo.

De vez en cuando se oye decir que todos llevamos una máscara puesta. Lo preocupante es la identificación tan brutal que hacemos entre el «yo» real y esa forma de producirnos hacia fuera. Así uno responde cuando le preguntan «quién es» dando su sexo, edad, domicilio, profesión, el número de hijos que tiene, lo que posee…Y aunque es cierto que eso nos pertenece, no dice nada de quienes somos. Hay gente con muchas propiedades, que es de una sencillez maravillosa y gente que vive alquilada, que se produce como si fuera poseedor del universo. Hay personas con muchos hijos que parece que solo tuvieran uno, y personas con uno que a tenor de lo que dicen de su hijo, podrían tener ocho, de lo complicado que se lo hacen. Hay viejos con un espíritu que ya lo querría yo para mí y jóvenes que ya son ancianos…De modo que nuestra imagen basada en los datos que usualmente nos describen es tan pobre, que da pena.

Realmente uno va disfrazado de lo que parece ser y cultiva. Unos cultivan la imagen de despistados, otros de prepotentes, otros de socialmente activos…¿Seguimos? No. No voy a seguir, porque lo que de verdad me interesa no es la máscara. Lo que a mi me mueve es «lo que suena a través de ella».

¿QUIENES SOMOS EN VERDAD?

Hay dos formas en principio de intentar averiguarlo. Una es partiendo de lo que se ve: El cuerpo, la estructura material que es visible. La otra sería producto de escucharse, profundizar en lo que siento, lo que me emociona en sentido positivo y negativo, mis rechazos, mis miedos, mis esperanzas y deseos.

Probemos con la primera manera. Si existiese un microscopio capaz de reflejar entero un cuerpo, lo primero que nos llamaría la atención es que a medida que buscamos más y más dentro parece que todo lo grande va desapareciendo, las células incluso desaparecen y al final se ve un vacío. Cuando hace no tanto los físicos se introdujeron en el átomo y más dentro aun, al final descubrieron ese VACÍO. Y como resulta inaceptable que lo que se ve sólido y macizo pueda estar hecho de vacío, dijeron que era un «vacío lleno». ¿Lleno de qué? Lleno de ondas tras las cuales hay LUZ. No una luz deslumbrante como una bombilla, pero luz es lo que hay. De modo que cuando metafóricamente decía Jesús : VOSOTROS SOIS LA LUZ DE LA TIERRA, resulta que estaba diciendo una verdad científicamente cierta.

Vayamos a la otra manera. Yo no soy esposa, ni madre, ni dueña de esto o lo otro, ni mi identidad descansa sobre mi domicilio. Es verdad que nacer en uno u otro país te da cierto barniz que te distingue como «habitante de», pero ni siquiera eso me define. Lo que estudiarme a mi misma me va deparando es darme cuenta de que lo soy todo. Soy amable, pero puedo ser muy desagradable. Soy espiritual, pero puedo ser muy terrenal. Soy generosa, pero puedo ser también muy mezquina y así sucesivamente. No hay cualidad o mal llamado defecto  al que no me pueda apuntar. Y aquella «yo» buena, responsable, educada, cariñosa que tanto cultivé, no es percibida así por todos, pues hay quien ve en mi un sargento de caballería, tosco, malencarado y poco amigable. Esto me indica que soy muchos personajes en una persona y que no tengo ni idea verdaderamente de quien soy. O sí. Soy un aspirante a Dios, pues para mi Dios representa la totalidad de los personajes.

Un día empecé a teñir mi entonces aun poco cano pelo. Y otro me dije, que si estoy tratando de saber quien soy, empezar por no teñirme mas era buena idea. A fin de cuenta teñirse es otra forma de disfrazarse.

Así que si me preguntase alguien: Te gusta el Carnaval, le diría que la niña a la que disfrazarse la entusiasmaba, ya de vieja pasa de disfraces. Reconozco una virtud al disfraz: Te permite de algún modo ponerte en otra piel y eso si es interesante…Aunque como sólo es por fuera, me pregunto si sirve para comprender al otro mejor.

Sea como sea estos días jugaremos a no ser «yo» aun más que de ordinario…

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