CRISTO NO ES UN SER

Pasa cada Semana Santa…Un Cristo derrotado, hundido, moribundo despierta hasta en el corazón de los varones sentimientos de fraternidad, con ese, con el muñeco que pasea sobre los hombros de quienes creen hacer así algo por su Señor. Sí. Lo he llamado «muñeco».

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Ya hace años miraba yo en mi pueblo salir a un Cristo. La banda Municipal entonó el himno nacional, que siempre me pone los bellos de punta…No es la única música que lo consigue, pero esta lo consigue siempre…Sacaron el paso y algo en mi interior perdió de pronto la devoción por la figura. De golpe dejé de moverme a Israel, al tiempo en que Jesús prendido por los romanos iniciaba su calvario, como tantas veces, para a cambio ver allí una escena representada por «muñecos». Nunca más he asistido a una procesión de Semana Santa.

Y no es que mi fe se haya resquebrajado ni un poquito, no. Es que ya no puedo ver en esas representaciones multitudinarias más que un error. Necesario, pero error. Y el error es vital. Sin él no se aprende.

Acabo de terminar de leer una de tantas novelas que plantean la posibilidad de que Jesús muriese sin haber resucitado después. Habría tenido familia, descendientes…Suyos o de los suyos…Esos hermanos que la Iglesia Católica vende como primos…En todo caso, lo que el nuevo testamento cuenta tras su muerte no habría ocurrido. Y se presenta novelado, porque a ver quien es el guapo que se atreve a contradecir a una organización tan poderosa como esa iglesia.

No acabo de entender por qué es tan necesario que Dios vaya contra las propias leyes naturales que Él mismo diseñó como necesarias, haciendo que alguien vuelva a un cuerpo ya fallecido, si es que realmente murió aquel día que cuentan las escrituras y no más tarde.

Para mi lo natural es siempre lo que me da la pauta. No me valen las leyes humanas, ni siquiera me vale del todo la ciencia, que hoy tira por los suelos lo que ayer era dogma. Yo miro cómo suceden las cosas en un mundo que va sólo, que es vida, aun si a veces se extingue alguna especie…, demasiado a menudo últimamente…

Y lo que yo veo en la naturaleza es que nada muere, todo se reconvierte y todo permanece, eso sí, evolucionando imperceptiblemente. Me cuesta horrores sentir, cuando veo a la gacela bebé, recién traída al mundo con todo cuidado por su madre, entre las fauces de la leona o del guepardo, sentir decía, que esa gacela vivirá como león en adelante, que su cuerpo será alimento de cachorros hambrientos y en ellos será la reina de la sabana pronto. Pero del mismo modo que veo un cuerpecillo de conejo o de gato atropellado por un vehículo y me digo: » Es comida para pájaros y gusanitos…», sin que ya me revuelva las tripas, llegará el día que sienta leona a la gacela que se come el león en el preciso instante en que ocurre. Porque es así. Es vida autoalimentándose de sí misma a cada instante. No hay asesinato, ni realmente hay depredación, sino intercambio de una sola y única energía, la misma siempre que se vive ahora como hierba que come la gacela y luego como gacela que come el león. Más tarde el león será buitre, gusano, y bacterias mil. VIDA. Sólo eso vida. Nacen cientos de gacelas. Nunca cientos de leones. Hay hierba para aburrir en la estación que sigue a las lluvias…Y la hierba al ser podada recrece y crece con mayor fuerza…No. En la naturaleza no hay muerte. Hay transformaciones constantes de una sola energía que se llama VIDA.

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Y vuelvo a Jesús. Hay constantes en su mensaje que dibujan un hombre concreto. Se nota cuando meten una cuña, un trozo de relato o una afirmación que contradice al ser que ama y ama a cualquiera y sobre todo se dirige a los que la sociedad de su tiempo repudia. Por ejemplo:

¿Pudo ese Jesús que te anima a vencer al mundo porque Él lo ha vencido y lo hace con una ternura que acatarra, decir aquello de «Iros malditos»? Pudo el que nunca culpaba echar del Reino a alguien? Todo lo mas dice que «no somos aptos» para entrar, lo cual no es una condena, ni una sentencia, sino un acicate, para que si esta vez no resultaste apto, te prepares mejor para la próxima. De todos modos, hay un mensaje que te dice que ese Reino no es de los terráqueos, que esta cerca y en lo escondido de uno mismo. Y otro que para mi es clave, que te desconcierta primero: NACER DE NUEVO. Ahí, y no en la resurección de su cuerpo está, como yo lo siento, la esencia de su mensaje.

Años me ha llevado comprender qué es eso de volver a nacer, porque el evangelio es escueto. Dice que hay que nacer del AGUA Y DEL ESPIRITU. Y uno se queda como estaba. Sí, porque sigue más o menos diciendo que es cosa del Espíritu y que ese sopla cuando quiere e inesperadamente. Esto se lo decía Jesús a su amigo Nicodemo, anciano que se hacía cruces con cómo podía un viejo como él meterse en su madre de nuevo para nacer…

Pero Jesús, el Jesús que nos ha llegado era claro a su manera. Te lo decía con cuentos, con historias que hablaban de hechos, que ni toda la tecnología moderna podían dejar de lado. Hablaba de semillas, de tesoros escondidos, de relaciones entre hombres que protestan por un salario igual al de quienes trabajaron menos tiempo, de administradores de tierras, de la herencia de un hijo…

Un día supe qué era el espíritu y otro qué era el agua. No estaba tan escondido. Cualquier astrólogo te dice que «agua» alude al corazón, a los sentimientos. Hay tablas por ahí que equiparan los elementos famosos (agua, aire, tierra y fuego) con palabras que uno puede entender. Espíritu es «aire», inteligencia, discernimiento…No es tan difícil hacer esas equivalencias semánticas. Así pues un día comprendí que uno nace de nuevo dentro de sí mismo, se crea de alguna forma a sí mismo, desde lo que su corazón con su inteligencia le dictan unidos. Y más tarde supe que justamente ESO, eso es resucitar. Y OCURRE EN VIDA, no tras la muerte. Supe que Él fue primero, pero que nos invita a hacer lo mismo…

Por lo que cuentan los sabios de oriente sobre la muerte, uno tras morir pierde la consciencia y para cuando la recupera está tan aturdido, que no sabe reaccionar. De modo que ante un despliegue de imágenes que uno mismo proyecta, se queda inactivo y sin saber cómo, está preparando una nueva existencia con una nueva personalidad y es como si empezara de cero, pues se olvida de quién fue y lo que es peor: de lo que le sucedió..

Es importante pues llevar a nuestra conciencia en vida, la idea de QUÉ SOMOS y vivir de acuerdo a ello. No somos ni hierba, ni gacela, ni león, ni siquiera somos Juan o Petra. Somos eso que alimenta a la hierba y es hierba, alimenta a la gacela y es gacela, alimenta al león y es león y alimenta a Juan y a Petra y siendo ellos es también todo lo demás, incluido el suelo que todos pisan y el aire que respiran. ESO SOMOS: VIDA. Y la vida no muere jamas. Einstein dijo que la materia sólo se transforma…Pero estar y ser lo es y está siempre.

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Jesús no supo de Einstein, pero era inteligente y tenía un corazón inmenso. Con esas dos propiedades ya tenía suficiente para intuir que TODO ES VIDA y que Él mismo lo era y por tanto no podían matarle. Hay evangelios donde a parte de hablar del Padre, nombre que Él daba a Dios, hablaba de la Madre. No los admite la Iglesia Católica, pero han llegado a nosotros a pesar de todo. Él debió saber que Dios era Padre y Madre a un tiempo. Madre en cuanto generadora de Vida y Padre en cuanto diseñador y protector de lo que de Él como madre paría y como padre protegía. Llegó un día en que cogió un trozo de pan y lo llamo su cuerpo. Pero antes ya había dicho que cualquiera era Él, uno de los pequeños era Él mismo.¿No es eso identificarse totalmente con todo? ¿No es eso darse por enterado y contarlo? ¿No es eso colocarse por encima de una muerte, que sólo atañe a la idea de vida que la mayoría tiene? ¿No es eso resucitar EN VIDA?¿Necesitaba además ir contra la naturaleza tras su muerte?

Cuando su amigo Lázaro murió aprovechó para llamar «muertos» a los que creían en la muerte. No sé si Lázaro revivió o no. ¡Quien sabe…A lo mejor no era más que un estado catatónico…! Lo que sé es que Él dijo que la resurección era Él. Dijo que la vida era Él. Tras su muerte, el mensaje de intimidad con Dios que proclamaba, se convirtió por razones que no vienen al caso que ahora me ocupa, en un grupo progresivamente grande de gente. Y cuando hay un grupo hace falta un líder y pronto aparecieron Papas, cuya conducta no hablaba de un Reino fuera de este terrenal, sino de reinar aquí y ahora y ejercer un poder sobre otros tan bestial, que aún hoy perdura vivo aquello que fue un grupo y pervive bajo mil nombres de mil iglesias con sus mediadores entre el grupo y Dios.

Yo no puedo ya entender la fe ligada a lo que otros me dictan. He descubierto demasiadas cosas que me llevan a un camino de relación con Dios sin mediadores. Para mi Jesús no es ya una persona, a quien algunos conocedores de la especie humana convirtieron en único depositario de algo que sus palabras mal traducidas e incluso tergiversadas en mucho, otorgaban como privilegio a todos los seres humanos. » Dioses sois» dice en un texto. Y en otro: «Cosas más grandes que yo haréis». Al identificarse con Dios cuando uno de sus amigos le pide que les enseñe a Dios, al identificarse con el pan o el vino, con uno de los pequeños, Jesús está hablando de una realidad superior a lo que miran. De pronto Jesús crece…Crece tanto, que se sale de los límites de la persona, de una personalidad y para mí se ha convertido en la existencia ilimitada y eterna del SER. ¿Qué ser? Todos. Todo. Sólo falta sentirse así, como Él.

De golpe aquello que un día era infinito y eterno y decide hacerse finito y sometido al tiempo y el espacio, se reconoce en cada partícula y es el Dios y es el hombre que percibe con total nitidez todo aquello. Ha hecho una especie de viaje desde si mismo a si mismo. El es en verdad el principio y el fin y nosotros le hemos conocido bajo el nombre de Jesús, pero es la vida misma, es el Padre y la Madre y el Hijo en un sólo ser. Entonces como Jesús era persona y nos contaba estas cosas, yo siento que todo tiene el mismo nombre: JESÚS. Antes, le llamé Señor. Hoy todo es lo mismo y yo soy también eso.

Ya no tiene sentido recordar el calvario de su muerte. Ese «muñeco» que remeda lo que ocurrió hace dos milenios, es también Jesús, pero yo prefiero buscarle en mí, identificarme yo a mi vez con ese Dios que habita en lo escondido de mi y no en una representación teatral que me ponía los pelos de punta. Prefiero mirar fuera de mi y verle en cada persona que tengo cerca, en cada animal o planta, en cada cosa que hecha también de átomos es vida como todo lo demás.

Respeto profundamente a quienes aún van a esa procesiones y lloran, se emocionan ante un espectáculo tremendo, ante una aparente injusticia miserable y luego se van a casa y continúan peleados con la familia, el trabajo o sus hijos.Los respeto porque yo soy uno de ellos. Sigo tratando de hacer real en mí a ese Jesús vivo, eternamente vivo. Aunque sé que me falta amor, que según dijo es su marca, la señal de que al fin hemos resucitado en vida como Él lo hizo. Realmente que viviese o no tras el Gólgota, que tuviese o no hijos o familia que lleva aun hoy su sangre, a mi no me dice gran cosa. Son curiosidades de un ser que vino para dar testimonio de la verdad y lo hizo.

Las diferentes confesiones e iglesias podrán ver o vivir otro Jesús, temer al infierno o esperar que Dios haga maravillas y se lleve sus enfermedades. Pero Dios no puede estar más presente, más activo. Otra cosa es que no sepamos sentirle o verle en el prójimo próximo o lejano, ni en nuestro corazón.

El mío, el Jesús que vive, en mi y fuera de mí, ese no necesitó resucitar y pudo perfectamente haber muerto como otro cualquiera. Lo divino de su mensaje fue su propia vida y para mí fue Dios desde el momento en que supo que en él todo estaba contenido y que lo que estaba fuera era su propio cuerpo. Ese es el Jesús en que creo, el que me despierta cada mañana y duerme en mí cada noche, por el que sigo aquí, para en lo posible dar testimonio de lo grande y lo chiquitín que era, de su bondad y de su amor.

Cristo no es un ser. Es un modo de ser, de vivir, de actuar y sentir.

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