Del revés

De niña leer no era mi pasatiempo favorito. De hecho…

tiras-de-colores-196404 era una exigencia del mundo adulto que yo esquivaba como podía. Mi primer libro, único en mucho tiempo fue HEIDI. Pero algunos años después llegó Mary Poppins en forma de libro a mis manos y los cinco tomos me sumergieron por fin en la literatura. Tal vez conocéis la película y recordáis que había un niño y una niña a quienes Mary cuidaba.

Pues bien, la Mary literaria ni era bella como Jullie Andrews ni amable en absoluto. Era tirando a seca, y sus órdenes no eran cuestionables. Un día el niño se levantó con ganas de llevar la contraria…Estaba contrariado sin razón aparente, desobedecía porque sí a todo y Mary le dejó vivir ese día a su aire, haciéndolo todo de mala gana, sin dejar recaer sobre su conducta más pena que la propia de sentirse de tan ingrato modo.

Han pasado muchos años de aquella lectura pero ese «día a la contra» no lo he olvidado y recientemente he descubierto un libro infantil titulado «Inés del revés», que plantea algo similar. En ambos casos con la llegada de la noche y el sueño nocturno, todo deviene normal y duermen como angelitos…

Los mayores también tenemos situaciones parecidas, aunque no siempre se nos van con el sueño, de hecho con la noche los fantasmas se agigantan en demasía. Además, ya no nos basta un día…A veces nos tiramos meses «del revés», caemos en estados depresivos incluso por años…¡Es lo que tiene arrastrar al niño/a que fuimos a la adultez, o a la adulteración que supone tragarse el mundo, sus reglas o modas, sin escuchar al corazón que parece olvidado hasta que nos da el «ataque», el infarto o la menos grave taquicardia!

Desde que somos capaces de decir NO, lo cual suceden un poco después del  primer año de vida, se inicia la separación que nos convierte en personas, en seres diferentes unos de otros. Todos sabemos que no somos iguales entre nosotros, pero actuamos como si SER IGUALES fuera el objetivo.

El famoso «no se hace, no se dice, no se toca» comienza a meter sus dedos serpenteantes por nuestra vida, estableciendo que unas partes de nuestra personalidad valen, pero otras no. El precio a pagar por no comulgar con esa cantinela es el desamor. Y es muy alto precio. Así que nos rendimos paulatinamente al hacer del mundo.

«O eres como yo quiero, o pierdes mi cariño» no sugieren  papa y mamá primero, luego el del colegio y más tarde los amigos…

Y uno, que sin amor se seca como una plantita que inicia su vida, guarda en algún rincón del alma cada día más y más cosas que son de uno.  ¡Es increíble que nos conozca algo la madre que nos parió! De hecho, nadie, ni nosotros mismos recordamos qué somos, cómo somos o cómo queríamos ser. El manto de la uniformidad se nos echa encima y somos tan ilusos que nos sentimos originales y libres si alguna vez creemos hacer algo novedoso. A menudo, esa idea la tienen al tiempo otros mil seres humanos…

Lejos de ser nocivo todo esto, es la forma que tenemos de echar raíces en esta vida. De no hacerlo, cualquier gripe se nos llevaría y estamos aquí por y para algo. Un día la naturaleza humana sigue con su plan de desarrollo y te ves ya adulto, que no maduro, ante tí mismo. Eso lo hace a través de crísis…La adolescencia es la primera; hay otra cuando te toca decidir qué harás ahora que empiezas a ser mayor; las féminas pueden tener otra con cada parto y todos tenemos la de los 40, que si no llega a esa edad te busca con 50. Luego existen las crísis personales, por si escapas a cualquiera de las comunes.

Pero…¿QUÉ SE ESCONDE TRAS ESAS CRÍSIS?

La historia de la humanidad ha enseñado a la raza humana que CAMBIAR es como poco arriesgado y que con frecuencia, es peligroso y en ocasiones letal, cambiar.Una crísis no es otra cosa que la respuesta a un cambio que se va a producir te guste o no. Y eso es lo «tiznado» del caso, que no estamos dispuestos al cambio así, no más.

¿QUÉ CAMBIA?

Creo que hay una unidad en la forma de ser individual que por más que uno envejezca no se modifica. Aprendemos. Mucho. ¡Es verdad! Pero el pesimista rara vez se vuelve optimista, el temperamental no se vuelve manso y el pacífico, no se torna peleón. Cambian las herramientas de conducta que usamos, cambia la ingenuidad y la confianza en lo de fuera, cambia la capacidad de olvidar el daño recibido y nos acostumbramos a creer que lo que sé es cierto, aun si lo que sabemos se basa en falsas apariencias, o en ideas preconcebidas, es la verdad.

Hay en nuestro interior un miedo a que si nos dejamos ir, «SER COMO NOS SENTIMOS» o bien se burlen, o bien nos den de lado, o bien nos dejen en la soledad más profunda y nos muramos de dolor. Aceptamos como buena la guerra fría, cuando tal vez sería mucho más sano salir al campo de batalla que parece ser el mundo y mostrar lo que somos sin pudor, a ver qué pasa.

También sabemos que la diversidad es magnífica pues cada cual es bueno en más de un disciplina y puede contribuir con acierto con su personal «nota musical»a la sinfonía universal que es posible crear…No obstante, no nos resulta sencillo dejar a otro sonar, pues tememos que su música apague el sordo sonido que emitimos, sordo y corriente.¿Cómo vamos a dar nuestra nota? ¡Que miedo!

Hay una larga lista de comportamientos indeseables, que justo por serlo se repiten y surgen continuamente en busca de aceptación.Pero no surgen en mí: SOLO EN LA «MALA GENTE». Y si esos comportamientos los sentimos vivos dentro, uno llega a borrarlos de su mente consciente con tal efectividad, que si le dicen: Tu eres perfeccionista, o competitivo, o prepotente…por mencionar algunos, lo negamos con toda la fuerza de que somos capaces.

Negarlos no mata, ni anula esos comportamientos. Los fortalece. Un odio ciego hacia ellos, los tapa en un rincón oscuro y se ocupa de hacernos creer que «yo soy una buena persona». Y no es que seamos depravados, ni siquiera malos, es que seguimos siendo aquel «peque» que quería que mamá o papá le quisiera y correr lejos a un tiempo, por supuesto para luego sentir el abrazo y la caricia de mamá. Queremos ser, porque nunca hemos sido, sin perder la estima de los demás. Y seguramente quien hoy puede hacer de papá y mamá soy yo mismo. Nadie puede darme el valor que yo me niego.

La gran crisis ha de llegar, esa en que yo pueda decir con la misma sonrisa:»soy pusilánime», que «soy  un valiente». Todos somos ambas cosas alguna vez. Todas las caras de todas las emociones viven en nosotros y son dignas de aprecio, porque si sólo valen unas y otras no, caminaremos siempre cojos, necesitaremos «días a la contra» y de «estar del revés».

Y lo que es peor: NO PODREMOS VIVIR LA PROPIA ACEPTACIÓN.

No diré que es cómodo descubrir que uno es aquello que aprendió a despreciar en otros…Te revuelve, te hace llorar, te desconcierta…Pero te da la verdadera dimensión de SER HUMANO con un abanico de posibilidades infinito. Además…Todo sirve para algo: El miedo permite reflexionar, prepararse…p. ej. frente a la valentía, que en ocasiones significa la muerte.

Asi que si mañana te levantas del revés, sé tu propia Mary y permítete sentir lo «inadecuado», para luego vivir la sensación de tener de todo en ti, de ser completo.

ARMAGEDONLa cruz de Luz

¡¡Qué bien sienta dejarse SER!!

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