Bajada a los infiernos… (Uno).

No lo digo sólo yo…El infierno o mejor expresado LOS infiernos, EXISTEN.

¡Eso sí…No son, o es, UN LUGAR! Creo que tampoco es una dimensión física, aun cuando si les preguntásemos a los refugiados, a los torturados, a los niños y jóvenes ahogados por cualquier tipo de miseria, manipulación o miedo, quizá si pudiéramos estar hablando de lugares… Pero sobre todo ES UN ESTADO DE ÁNIMO, o un ESTADO DEL ALMA.

Hay una ventaja con respecto al infierno católico que me mostraron en mi niñez: NO ES ETERNO, tampoco es una persona que te susurra al oído…

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Ni verdaderamente TE QUEMAN…

Esto último es discutible. El fuego eterno consiste en afrontar la verdad y asumirla como energía constituyente de lo vivo, es decir, como un impulso interno de fuerza inigualable que no cesa y mantiene viva la VIDA.

Pero si …¡Ay!… Si te revelas a esa Vida, con mayúsculas, por múltiples causas ( ¡Valen todas!) y experimentas el fuego como una ansiedad angustiosa que te obliga a estar activo, consciente de él, aun cuando tu ser pide  OLVIDO, ALIVIO, un AGUA MANSA que haga cesar el horror de verse y despreciarse uno mismo; cuando pides paz,  paz interior y solo experimentas una guerra sorda, indefinible, contigo mismo y muy dentro de ti…Una guerra sin muertos pero en la que estás, quien se desgarra eres TU…Y podría entenderse que te quemas…

Si te opones, decía, entonces el fuego de vivir te consume sin que uno pueda si quiera contar en qué consiste a otro…¡¡Sobre todo porque no es habitual transitar por ese mundo de Dios y no muchos podrían comprender a qué aludes, de qué cosa estarías hablandoles…!!

Sí. ¡¡He dicho bien…POR ESE MUNDO DE DIOS!!

El infierno no es un sentimiento lejano a Dios, donde Dios no entre, sino un mundo más dentro de ÉL/ELLA/ELLO, pues nada hay fuera de Dios…¡Quizá es el mundo de Dios que más le ocupe, donde está más presente para evitar perder a ni una sola de esas criaturas creadas por su mano, que cuida hasta las heces! Si en algún estado del alma ha de estar más activo ha de ser ahí, pues de otro modo lejos ya de la cordura, las criaturas podrían ser bombas de hidrógeno en el alma común de la Vida e impedir con su alejamiento ser recuperadas como las ovejas negras, las perdidas …

Dicho de otro modo: Si Dios no habitase el Infierno como cualquier otra parte de sí, ni el mundo anunciado y revelado, ese que según el capítulo 21 del Apocalípsis ESTA HECHO, podría ser, podría construirse más allá de la fe.

Decía que la ventaja es que no es eterno. Nada de lo que el hombre experimenta a lo largo de su vida terrenal lo es. Otra cosa es la vivencia interior de quien por él camina. De ahí  viene el calificativo de»eterno». Quien ha descendido al amargo escalón que le precede, ha perdido toda esperanza y la ausencia de la esperanza, de la fe y de la confianza elimina toda posibilidad de abandonar ese estado del alma, mientras lo sientes en ti.

¡De nada sirven las bienintencionadas palabras de tus semejantes! ¡ Ni si quiera te salva el amor de quienes te aman de veras! Precisamente lo que te lleva al infierno es la incapacidad de sentir amor, de ponerte más allá de tu piel, de salir del aislamiento interior en que se ha convertido tu forma de percibir la vida…

Nadie te puede convencer de que ves todo negro cuando no lo es. HAS LLEGADO A UNO DE LOS INFIERNOS POSIBLES, uno más de los que tu ser puede alcanzar y ahí no hay demonios externos. Los seres divididos, trastornados, manipulados hasta el punto de destrozar a un igual que llamamos diablos, a esos con una pistola y un tiro se los podría uno quitar de en medio ante el aplauso general. Esta es la base de la pena de muerte. Esos demonios con cuerpo real que quién más quien menos puede haber visto, tratado incluso, no son más que diablos que ciegos por el poder, la fama, la adicción de una u otra clase, han perdido el norte, aunque en momentos puedan aun sentir según y cómo piedad. Esos viven la alienación progresiva y le dan cuerpo causando mucho dolor, muerte y destrucción. Pero sólo son diablos. Esos pueden torturar, pero no tocar tu fuerza interior de forma tan drástica como el DEMONIO.

El demonio lo vive uno como una conducta propia, devastadora, no te queda ni siquiera el recurso de odiarle, pues aun odiar sería una buena estrategia para alejarte de él de algún modo…Aunque odiarse a uno mismo es difícil.

EL DEMONIO ese al que uno vive como el peor de los males, es UNO MISMO.

No hay dudas. Sabes que nace de ti, que eres tu quien lo protagoniza y es tanto o más tremendo precisamente, porque no puedes creer que es ajeno a ti.

Hay una canción de Supertram, aquel grupo de los 70 creo, que se pregunta ¿WHAT I AM?, o «qué soy yo» y ruega que se lo expliquen. Dibuja un mundo común a varias generaciones de niños del primer mundo, feliz, lleno de cantos de pajaritos, flores y dulzura, que súbitamente se torna un mundo lógico, práctico, dependiente, responsable…PREDECIBLE…¡Cuantas veces he cantado esa canción  a pleno pulmón en el coche!

Y es cierto. Los papás evitan que descubras la muerte, el dolor, la hipocresía, la rutina inamovible que te mata poco a poco, el esfuerzo inútil, o cualquier forma de daño posible. Lo que ningún papá puede hacer es cambiar la vida para que su hijo/a no experimente desgarro alguno.

Desgarro y vida van unidos si uno ignora QUÉ SOY YO. Desde luego este mundo se parece mucho al de Pinocho cuando se está convirtiendo en burro. Aquí la publicidad, la moda, el deporte, las costumbres del ocio, todo, está pensado para que te embrutezcas y sometido a una diversión que ciega y ensordece, te vayas haciendo insensible, no ya sólo al otro, sino a tu propia voz interior.

Menos mal que ni toda la ciencia de los múltiples diablos que manejan el mundo puede evitar que esa VOZ suene y uno descubra que eso que llamamos mal, se hace de mediocridad, tibieza, consentimiento pasivo y cobardía, cosas por otro lado tan corrientes…

Un día te toca. Un día es tu turno de bajar a tus particulares infiernos. La forma menos agresiva es una depresión leve. Hoy en día muchos visitan este infierno de la depresión.

Pero ese es poco infernal aun. Todavía es posible descender más. Justamente cuando papi y mami se obcecan en meterte en una burbuja para evitarte daños colaterales al hecho de estar vivo, aparecen situaciones de las que ni todo su cuidado podrá anular el efecto y tendrá acceso a ti. Entrarás de lleno en ese mundo lógico, práctico, dependiente y previsible que los de Supertram hablaban y lo creerás una imposición de otros.

El contraste puede ser fatal. Pero en tanto puedas culpar a otro, o a otros, no lo experimentarás en ti. Es cuestión de sinceridad y sensibilidad.

LLega un momento en que sabes con toda certeza que TU FORMAS PARTE consentidora del mal, que toda esa imagen bondadosa de ti mismo, construida a golpe de vida cotidiana y buenas maneras, de educada civilización adquirida, es una farsa. Descubres que las conductas más rechazadas, que eso que no podías soportar del prójimo, lo estás protagonizando TU.

Entonces te sabes DEMONIO, te sabes perverso…, tu personalidad de «buena gente» tan esmeradamente cultivada durante toda tu vida, saca los pies del plato de tal forma que te resulta innegable que el Demonio no es esa imagen con cuernos y rabo, con patas de cabra y gesto cruel. No.

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Tiene tu cara, su forma es la de tu cuerpo y tu alma sabe también que no hay más diablo o demonio que esa aterradora imagen mental que sientes absolutamente tuya, naciendo de tus entrañas.

Una vez me dejé llevar por la rabia. Mi ira, quizá justificable, no era por ello menos real. De haber tenido una pared de cemento hubiera podido traspasarla de un puñetazo. Tiré al suelo a un semejante en un aparente acto de defensa. Pero la intensidad de ese sentimiento y la conducta exterior fueron de tal magnitud, las sentí tan reales, que me asustó cuánta violencia oculta uno a base de ser como te enseñan tus mayores. Ese fue un estado infernal que me dejó atónita. Pero fue breve. Me asusté de mi misma, pero no duró más que un instante por intenso que fuese.

Otra vez me vi haciendo puro teatro. Fui consciente de querer ser oída para salvar mi culo ante una pequeña comunidad que frecuentaba. Yo, que soy la sinceridad en dos patas, por unos momentos fui la hipócrita mas hipócrita de todos los hipócritas. Supe que se siente cuando uno engaña para cuidar su imagen y distinguirse de quienes la comunidad llama «malos».

Pocas veces, pero si lo suficientemente sonoras como para no poder desoírlas, he sido testigo en la cara de otro ser humano de que estaban sacando a su demonio fuera, pues  por un segundo, ni toda la capa del barniz educador que llevamos puesto es capaz de ocultar al demonio interno. Esas caras nos cuidamos muy mucho de mostrarlas en sociedad o de visita. Pero en la intimidad del contacto directo, ahí, por milésimas de segundo aparecen dando fe de que hay un demonio devastador en nosotros.

Sin embargo la ocasión en que más me aterroricé de mi misma fue cuando cambié la vida de otro a mi merced para satisfacer mis hipócritas deseos de bondad. Le arranqué de cuajo  la posibilidad de volver allá de donde le traje y le puse a mi servicio. No estaba dándome cuenta de cómo había aprovechado su amor hacia mí, su necesidad de mí, sólo porque movida por la equívoca idea de ser aun mejor, quise darle cuanto tenía.

En apariencia estaba siendo buenísima… Sin embargo le detestaba y creyendo que eso se arreglaría con DAR MI AMOR, esa cosa que pocos saben qué es, le fui cortando su vuelo. Hubo un instante en que como si de un trapo viejo y sucio se tratase, quise deshacerme de él. Pude sentir mi despotismo, mi poder sobre sus actos. Pude ver cómo por una idea de bondad había deshecho su vida y sus posiciones en ella anteriores a que fuera a buscarle. Le estaba utilizando para satisfacer mi deseo sexual. Entonces descubrí una de sus caras: Era la del sometido, la del pobre de mí que suplica u trozo de tu vida, una cara que siempre he despreciado en mis congéneres y lo peor era que existía todavía la opción de apartarle de mi.

Me dí asco a mí misma. ¿Cómo me había engañado tanto y cómo iba ahora a ser sincera con él y pagarle un vuelo a su ya inexistente mundo? No podía si quiera pensar en mis egoístas necesidades, ya visibles para mi mente, si quería mantener mi propia imagen de gente buena…¿¿BUENA?? ¿Es que era digno de mi actuar desde el más puro interés y coger a quien me quería para vomitarle sus defectos y su fealdad, para después borrarle de mi vida?

Durante unos instantes que se me hicieron eternos conocí mi fuerza devastadora, el poder de aniquilar la esperanza del otro, la tiranía de imponer mis normas y principios sobre él. Aprecié con nitidez la magnitud del mal que podía desatar sobre otro ser humano para tras el robo de su identidad, convertirle en una marioneta que con toda probabilidad podría manejar a mi antojo. Supe que aun si hay más demonios, en aquel momento yo era el Demonio y el horror de ser yo quien ejercía el mal más puro, me aterró. Mi sangre corría más líquida, mi estómago se retorcía, mi cabeza quería estallar y mi corazón parecía disolverse causando un malestar, una angustia infinita de la que no podía huir. Salir del cuarto donde estábamos no alivió el peso de mi conciencia. ¡Ni un ápice! No había lugar ni en la tierra, ni en mi alma, donde hallar una paz que para siempre parecía prohibida para mi.

Yo era el demonio. No estaba fuera para cogerme y seducirme, como temía de niña. No. Yo misma incorporaba en mi esas patas del instinto sexual que le buscó en parte, era el rabo que a rabotazos cambió sus rutinas y sus perspectivas de una vida normal y le proporcionaba con mis cuernos golpes para herir su autoestima, ya de por sí herida. Yo era quien había seducido al otro. Y ni una sola de las razones que hubiera querido buscar me libraban de un juicio de condena total sobre mis actos.

Hay una frase del Apocalípsis que se atribuye a Dios, a Jesús: YO OS VOMITO, tibios, PORQUE NO SOIS NI FRÍOS, NI CALIENTES.

Una vez creí ser tibia y me angustió mucho serlo. ¡Dios me vomitaba, es decir escupía mi ser de Él/Ella/Ello!

Hoy sé que si no descubres al demonio en ti, si no sabes que en ti también habita aquello que tu sociedad y tu rechazáis más, es imposible llegar al Reino de los Cielos. Lo peor de lo peor es tan nuestro como lo mejor de lo mejor. Reconocerlo y aceptarlo es vital para que permitiendo por fin que salga del infierno al reconocerlo TUYO, cese la guerra interior que la tibieza de nuestras costumbres intenta ocultar…

Nada hay fuera de Dios, ni la tibieza. Solo que es imposible sentir la divinidad y la luz como gozosas, de ser el júbilo de la felicidad a que aspiramos, en tanto situemos el mal en otros y busquemos un chivo expiatorio como Jesús para bajar al infierno por mi.

Uno es el redentor de sus infiernos, o no goza de la Vida.

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