¿»Como Dios Manda»?

Leí un libro que aseguraba que la palabra DIOS genera una vibración tal, que hasta escrita (lo cual supone que sólo se piensa y se refleja con unos signos llamados letras), tiene mucha fuerza. Decía que existía un aparato capaz de medir la vibración en lo escrito y que no era casual que uno de los libros más vendidos en el mundo, si no el más,  era la Biblia por la vibración brutal generada por la palabra Dios tantas veces repetida en él. También decía que la palabra «no» carece de vibración. No tengo pruebas acerca de esto. Es un dato de uno de los cientos de libros que he leído. Lo cuento como dato curioso… Ni siquiera sé qué libro era.

Actualmente se oye poco esa palabra…Casi hasta los creyentes la evitan, como si fuese pegajosa, como si nos desacreditase…

Antes era corriente oír: » Hazlo como Dios manda». Y aun si ya no se repite casi nunca, estoy segura de que hay un contenido social que permanece, se use o no la expresión.

Me refiero a que hay formas para cada acto asociadas con ese «como Dios manda», lo que equivale a creer que hay una manera CORRECTA de ACTUAR y muchas inaceptables. Esto es cierto para un grupo social. Por grupo social entendiendo desde los amigos que frecuentamos, el grupo mayor de tu clase social y tu pertenencia a una cultura, o pertenecer a una sociedad adscrita a una tierra, o nación.

Un ejemplo que conozco. País: España. Una madre lleva a su/s hijo/s al parque, o a pasear. Se espera de ella que los controle y que los defienda a muerte, de tal modo que si otro pequeño empujase a su cría, se levantará cual toro a embestir a ese otro menor, o como poco intervendrá para frenar esa reyerta infantil.

Otro país: Holanda.Una madre deja a su hija de dos años y medio dar vueltas a su manzana…SOLA. La pierde de vista cada vuelta algo más de 10 min. Y si le dices algo te dice:

-¡No va sola! Va con su amiguita de «cuatro años».

Esa misma madre, de estar cerca de un hijo/a que se pelea, no intervendrá. Dejará que su cría resuelva sola su conflicto con el otro menor.

Viví mas de ocho años en Holanda y he visto que ser madre «como Dios manda» allí, no se parece a ser madre «como Dios manda» en nuestro país. Y te preguntas QUÉ MANDA DIOS…Porque es evidente que no manda lo mismo para todos y en todas partes.

La cosa es más profunda aun.

Tu amigo enferma. Instintivamente quieres que se ponga «bien», que salga de esa enfermedad que padece. Toda nuestra cultura occidental cree que estar sano es estar como Dios manda, como si la enfermedad fuera el desastre y la salud lo que debe ser siempre. Nadie cree que sea importante que viva su enfermedad haciendo consciente lo que la originó.

Resulta que tu amigo no sólo no mejora…Se agrava y en tu fuero interno tu sigues esperando que sane…Y ya en su lecho de muerte no quieres que te recuerde si lo dice, que se va, pues en realidad seguimos creyendo que hay formas mejores y peores de presentarse las cosas. Desde luego la enfermedad no es una óptima.

Si  afrontas muy cerca una enfermedad física o mental al principio sacas fuerzas de flaqueza y apelas a lo mejor de tu solidaridad y empatía y tratas a ese «enfermo» con la forma que «manda Dios»: con calidad de trato, comprensión y dulzura…

Pocos, pasado un tiempo prudencial ( digamos meses, muchos meses), mantenemos ese trato tan humanitario y condescendiente. Para que hablar si la cosa se prolonga y no son meses sino años. Más aun…, cuando ya no es una enfermedad curable, sino una cuyo diagnóstico es difícil y su tratamiento no acierta y dura y dura, y sigue durando…

Entonces convivir con «eso» saca de nosotros la necesidad de vivir a pesar del paciente querido. Pero nos la «comemos». Da igual si es tu hijo, tu amante, tu hermano o tu amigo. Él/ella, te explotará, abusará de ti, sea por necesidad o sea porque ser enfermo renta.

Sí. Todo el grupo humano que rodea al paciente se vuelca porque le quieren. Y esa atención en sí, es lo que todos buscamos en verdad. Sin freno. Nunca te atienden demasiado, nunca te cuidan demasiado, en especial si tu autoestima está bajo mínimos y descubres sin pensarlo, que eres el centro de atención. Quien cuida de alguien así, no puede vivir pendiente de otro constantemente sin pagar un precio: la renuncia a su propia vida.

Hay quien se resigna, o se sacrifica y se da a ello porque nos enseñaron que eso es «lo que Dios manda».

Ser así provoca admiración y respeto. La cuestión es si al ser querido le hacemos bien, pues podemos provocar que se apoltrone en su malestar a cambio de atención. Desde luego, como enfermo no nos hacen un favor, pues hay un territorio en el alma que nadie puede labrar por otro y enfermamos cuando la azada nos pesa y dejamos de lado la labranza personal…  Dejarla un tiempo puede ayudar. No lo hace si nos dejamos ir y esperamos que sean nuestros seres queridos los responsables de nuestro huerto. Si eres el que se encarga del enfermo, no te olvides de ti mismo. La admiración  y el respeto no nutren tu vida propia más que un ratito…

Amar es unir, y a veces, para unir primero hay que dividir y cortar.

Hablo de mujeres a cargo de su madre, de las que sus hermanos son «menos hijos»….De hijos, cuya madre es su hija y no ejerce de progenitoras…Estoy hablando de gente que necesita ser «abandonada», para que sola decida ocuparse de sí misma sin arrastrar a la agónica amargura de tener a alguien como su enfermero custodio perenne.

Nuestra cultura basada en el cristianismo, nos guste o no, ha convertido conductas de sobreprotección en admirables.Se aplauden actos vampiririzantes, que chupan la energía y acotan nuestros actos a estar junto al enfermo a todas horas…

Las enfermedades movilizan en su urgencia todos los recursos de que disponemos, porque aun si lo dudamos, esencialmente somos bondadosos y heróicos. Pero cuando lo urgente se convierte en hábito, en constante preocupación, culpa o miedo y se prolonga indefinidamente, hay otras opciones de trato y permitirse cabrearse con el paciente, explotar, o pedirle si fuera posible que no haga del amor obligación y de la atención un abuso chantajista y destructivo para ambos, puede ser sanísimo.

De nuevo: el apego.

Nos apegamos a «ser como Dios manda»: la imagen admirada que nos gustaría promover, no ya para otros, sino para uno mismo. Y eso no es amar. Peor aun, no es amarse.

Actitudes como esa apoyan al desvalido, quien se ha vuelto un dictador  del que nadie quiere reconocer su tiranía, porque como «Dios manda amar» hay que sacrificarse.

Ningún acto fruto de la resignación tiene provecho, salvo la angustia que superamos pagando no se sabe qué deuda moral contraída previamente.

Sólo si cuidar me hace sentir bien, puedo hacerlo sin sacrificarme. Recordemos que SACRO es sagrado, o entregado voluntariamente a Dios y OFICIO es tan solo ACTO. Un sacrificio es dar algo que hace bien, que te hace completo y es constructivo en el sentido literal. No es «joderse vivo» por el otro para dejarse la piel. Esa interpretación no es cristiana, sino de las Iglesias que así someten al feligrés…

Me he preguntado si Jesús aplaude toda esa entrega que amarga al que lo hace.

Un día Jesús leyó en la sinagoga. Decía la escritura que alguien se ocuparía de los afligidos…Supo que ESE alguien era Él.

En su cultura el pobre, el maltratado, el desahuciado, el perseguido…todos los sufrientes eran EL AFLIGIDO. Y Él, como nosotros reo de su tradición, lo creía. A lo largo de su andadura descubrió que hay pobres muy ricos, ricos muy pobres y afligidos muy egocéntricos.

El pobre de Jesús es quien sabe que Dios dirige su vida y se entrega con fe ciega, aceptando lo que ocurre sin cuestionarlo. Es decir, el pobre que heredará la tierra, la heredará pues sabe qué es la tierra y quien es él, o lo intuye y camina hacia SER lo que ES: TODO.

El rico confía en sus fuerzas para salir del atolladero. Se agobia ante la hipoteca y hace números, como si hacerlo fuese a estirar el dinero…Basa su vida en lo que ve, lo que le cuentan y lo que puede manejar. Reza y pide, tal vez, pero olvida que el PAN NUESTRO DE CADA DÍA es gratis cuando tu norte es el Reino de los Cielos.

La «maldición bíblica» de sudar para comer es cierta para el rico, no para el pobre, que confía y su fe hace aparecer como por arte de magia los recursos necesarios. No se apega a imágenes con aplauso social, disfruta de lo que tiene, poco o mucho y lo agradece sinceramente, porque SOLO DIOS BASTA, como decía Santa Teresa.

¿Parezco idealista, «sonada»,  idiota…?

Siento que Dios sólo manda que sea como me hizo, sin vergüenza. Y si toca amar, amaré de la mejor forma. O sea: primero amándome yo, para tener amor que dar a ese que pide mi ayuda. Y después, respetando que lo mío es sembrar, no estar al tanto de que la planta crezca. Abonar es breve. No hipoteca la existencia meses o años en virtud de una caridad, que ni es caridad pues da de lo que me sobra, no de lo que la Vida regala, ni cristiana, porque a Cristo no le gusta arreglar a uno a costa de otro.

¿Cómo lo sé?

Tengo sentidos para percibir el lúgubre sabor del que renuncia a la alegría y se rebela por dentro por no respirar y porque yo también fuí cocinero antes que fraile, es decir lo he sufrido en mis carnes.

Los caminos de Dios sólo Dios los conoce. Juzgamos nosotros perverso o bueno , sin saber que aquello encierra un destino que desconocemos. Nos atrevemos a atribuir a «lo que Dios manda», lo que quién sabe quien fue el que lo mandó… ¿Es Dios o es la opinión de mi grupo?

¿ Y si lo que Dios mandase fuese la enfermedad para que tu te cuides sin dar totalmente al enfermo tu existencia?

SER BUENO NO ES SIEMPRE hacer «lo que Dios manda».

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