MáS Maltrato

(CONTINUO…)

…Lo curioso es que hemos confundido tantas cosas…

El primer GRAN MALTRATO no viene de nadie. Nace ahí mismo en ti, en mí, cuando te tratas como si fueses un primate evolucionado.

Cada mañana puedo suponer que como yo, en algún instante te miras a un espejo y crees que eso que ves es lo que eres. Sabemos que las imágenes del espejo nos reflejan y aceptamos que ESA que miro y me mira, soy yo.

Y no es que no se esté reflejando algo que es tuyo, es que un ser como nosotros es infinitamente más. Es tanto y tan enorme que hacerle justicia es impensable.

Hace años me impactó un dato al parecer real. Cuando los indios americanos miraban el mar en que tres carabelas se acercaban, ninguno las VEÍA. Era algo tan inesperado, tan inusitado, tal rareza, que tan sólo el mago de la tribu pudo percibir una diferencia en el horizonte y tomando nota, el que estaba acostumbrado a mirar y ver, comenzó a buscar un modo de llamar a aquello que ya veía y no podía pronunciar. Por fin una palabra similar a «NAVE» surgió de su boca y fue a partir de NOMBRAR aquello, cuando pudo alertar a los demás para que consiguieran ver lo que él ya veía. No fue fácil, pero una vez denominado, paulatinamente todos vieron por fin lo que ya hacía rato que miraban.

PENSAR…Para hacer eso que parece espontáneo y simple, necesitamos PALABRAS, las cuales a su vez son portadoras de una imagen. Lo impensable es para nosotros que alguien te diga: ERES DIOS y tu no te rías de ti mismo un buen rato.¿Dios? ¿Yo…, Dios?

¡¡¡SÍ!!! Tu, DIOS.

¿Alguien ha visto a Dios alguna vez? Sin embargo si hubo una persona en el pasado relativamente reciente que LO CONOCIÓ, o al menos nos ha llegado la noticia de que uno de nosotros lo conoció y dio fe de lo que era.

Me da cada día más rabia hablar de Él. Sé que para muchos cuando le menciono desconectan. Entra en ellos un contenido religioso-devoto-profundo que huele a iglesia, a manido, a si me apuráis un repulsivo contenido, que para nada tiene que ver con el Jesús que yo conozco, al que siento vivo en mí y fuera de mí.

¿¿¿¿¿Cómo haría yo para que escuchar o leer su nombre no os conectase con lo que de un personaje de hace veinte siglos SE CUENTA, para que PUDIERAIS NO EVOCAR a esa figura machacada y colocada sanguinolenta y rota en una cruz?????

¿¿¿¿¿CÓMO le relevaría de ese olor a cura, a confesionario y a resignación que lleva soportando siglos ya?????

Voy a intentarlo, porque de comprender qué es y QUIEN es sobre todo, depende el maltrato tan atroz con que desde niños crecemos y es la causa oculta de que miles de mujeres y muchos hombres acepten ser maltratados, para empezar por ellos mismos.

¿Qué tal si hacemos borrón y cuenta nueva?

Hay que hallar a un hombre. No a un ser divino.

Siempre me pregunté si el niño que según la Biblia adoraron unos magos se sabía, se sentía especial, si no era como otros bebés. Por mi profesión sé que los bebés no tienen aun palabras en la mente, ni imágenes…¿Sería aquel niño de otro modo? ¿Sabría que era Dios?

No. Uno de nuestra especie es uno de nuestra especie y siéndolo, necesariamente tendría que ser un chiquitín como nuestros pequeños.

¿Y luego? Luego sería un niño que aprendería a hablar, a caminar, y cuantas capacidades pertenecen a nuestra especie las aprendería tal y como cada uno de nosotros. NO. Definitivamente no podía saber que era divino. Ni entonces, ni  inmediatamente después. Es más sería como todo varoncito peleón, o no habría sido persona y del género masculino, haría trastadas como las hacen los chicos de mi clase…, adoraría a su mamá como veo que hacen los varones que conozco en general…

Quiero dejar constancia de que ese hombre al que llamamos Jesús de Nazareth era un ser humano corriente y moliente. ¡Por lo menos lo fue durante su infancia y algún tiempo más!.

Hay textos, estudios antropológicos que intentan describir su época y cómo sería Él, un pequeño nacido en un pueblo dominado por un conquistador como Roma, textos que nos ponen de relieve que seguramente no era carpintero, es decir no uno de esos que sólo hacen muebles, sino más bien un conocedor de la madera como material de construcción para crear edificios. Y ocurre que Herodes Antipas, el rey del momento en que nació, estaba más interesado en granjearse la amistad de los romanos que del bienestar de su pueblo. Eso se sabe. Y para hacerle la pelota a Tiberio, a la sazón emperador divino de Roma, se le ocurrió edificar una población junto a un lago, que más parece un mar, una zona privilegiada por la naturaleza de Israel, a la que llamó TIBERíADES.

Hoy se parece mucho a un Benidorm, una Torrevieja o un Torremolinos. Pero Herodes se propuso levantarla y sin más creo miles de puestos de trabajo. Los pescadores que vivían cerca seguramente se prestaron para hacer horas y sacar algo más de dinero para unas familias, que como todas las que no eran poderosas en Israel, a penas hacían otra cosa que pagar impuestos  y empobrecerse.

Un constructor de casas, casas que entonces se apoyaban en maderos, un carpintero acostumbrado a levantar pequeñas viviendas, sería un hombre ideal para construir Tiberíades. Entonces Jesús se mudó a Cafarnaum. Dixta unos kilómetros de Tiberíades y por la ribera del lago se harían muy llevaderos, en un tiempo que lo más cómodo era viajar en burro y eso era ya tener algo.

La miseria amenazaba al pueblo de David, una gente oprimida que no obstante miraba allá lejos en el cielo en busca del consuelo de su fe.

David había cantado muchos siglos antes para ellos en particular:

«¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor.

No permitirá que resbale mi pie, mi guardián no duerme…

De día el sol no me hará daño, ni la luna de noche….»

¿Dónde estaba el Guardián de Israel?

Desde que Babilonia asolara por tres veces Israel, los judíos no conocían otra cosa que opresión y no obstante cada día hablaban al Dios sin imagen y aun más. Algunos de entre ellos sabían que Dios HABITABA, «era» en ellos, como el profeta Ezequiel les había confirmado. Ellos eran su pueblo y Él su Dios, vivo en sus corazones, en sus huesos, en sus manos y pies.

No obstante el niño, Jesús, vivía en una época en que Dios era concebido como susceptible de la Santa Ira, el Dios de los «ejércitos», un Dios que para la mayoría castigaba a los que incumplían las leyes y preceptos.

Ahí empezó a crecer en Él la piedad. Su familia no pasaba hambre sin ser rica, pero su corazón penaba ante tantos congéneres que eran maltratados y cuando Él miraba dentro de sí, no percibía un Dios vengativo, justiciero, sino un «Abba», un papaíto. ¿Imagináis? Jesús por la razón que fuera, probablemente porque perdió pronto a su padre y su sostén espiritual era su madre, veía a Dios como luego le describe en los pasajes evangélicos: UN PADRE BUENO y más…

Él crecía en una aldea, en un medio rural. Observaba la naturaleza. Se empapaba de hechos cotidianos como la siembra del trigo, como los trabajos de los campesinos en la cosecha. El veía higueras, viñas y olivos. Veía serpientes y zorros, y dotado seguramente de una enorme sensibilidad percibía lo pródigo que era Dios y que en la naturaleza era la Madre, esa que como la suya siempre acoge con atención y dedicación, hasta dejarte volar para hacer aquello que viniste a hacer.

Un adolescente sensible es normal. Un adolescente muy sensible es un «rarito», uno que en momentos se aísla para sentir, para buscar coherencia entre ese Dios Padre-Madre que Él sentía y el que sus coetáneos dibujaban como digno de temor. Y comunicativo que probablemente era, contaría a su mayor confidente sus inquietudes.

-Madre…¿Es verdad lo que dicen los sacerdotes? Porque yo siento otro Dios en mí. Para mí es bueno, atento siempre a mis pasos, cuidándome siempre…Miro lo que Dios ha hecho y veo una justicia esencial en todo. La hierba se presta al ganado y este al depredador y el depredador no mata a todos, sólo los que le nutren…Así la hierba se convierte en águila…Miro a mis semejantes sombríos, tristes por no poder alimentar a sus hijos y siento que no saben lo que yo sé …¿Es verdad lo que siento, madre?

Su madre de adolescente también soñó. Soñó que sería madre de un prototipo de hombre, un hombre diferente. En su sueño un ángel la hacía madre de la luz y ella supo que esa luz era amor, aunque como Jesús no veía nada parecido a ese amor por las callejuelas de su aldea…Y seguramente entre ambos se comunicaron una nueva manera de ser hombre y una nueva manera de encontrar a otro Dios, aquel que ellos sentían que les habitaba.

Este adolescente pensaba mucho, contrastaba su experiencia interna de la vida que le producía una efervescencia de gozo puro por existir, con las conductas de vencidos de su gente…Un día le otorgaron un favor: Leer una lectura en la sinagoga.

Para Él, el cielo era el tejado de su sinagoga y la tierra su suelo. Todo era templo. Incluido su propio cuerpo, donde una fe inconmovible, ciega en ese Padre-Madre que se le revelaba cada día con mayor frecuencia, le instaba a hacer algo, algo que conoció justo cuando leyó:

» El espíritu del Señor me ha ungido …, para llevar la noticia a los pobres, a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista y la libertad a los oprimidos…Y anunciar la gracia del Señor».

¿No os ha pasado nunca que de repente las palabras escritas, o las de otros suenan en uno como si de golpe llevasen más poder que de costumbre? ¿No os ha ocurrido que de pronto estás y no estás allí donde tus pies descansan?

Aquel día Jesús dio fe de que esas palabras que en Él resonaron con una fuerza inexplicable, iban dirigidas a su persona. Y desde ese instante ya no tuvo más dudas sobre cómo hacer «algo», ese algo que convirtió en anuncio de lo cerca que Dios está, de lo que espera a quien fija su interés en lo real y no en lo pasajero, a quien busca lo que empezó a llamar REINO de los Cielos, como sinónimo de la mayor paz, felicidad y amor posibles.

Jesús fue instruido en los conocimientos de su religión, pero pronto, sin negarlos, empezó a hacer algo así como ampliarlos, enfocarlos mejor, a desnudarlos de cuanta parafernalia habían sido revestidos.

Supo que aquello que sentía se lo dictaba EL PADRE QUE HABITA EN MI…Pues al principio para aquel hombre Dios era una realidad a Él indefectiblemente unida, pero «otra» realidad. Había uno que le habitaba, uno a quien iba conociendo a cada paso desde dentro y cuando miraba a cada uno de los que entraban en su vida.

Para mí durante muchos años lo religioso pertenecía a un plano de mi existencia, uno difícil, exigente, que me recordaba lo lejos que estaba de ser «buena». Lo religioso me producía cierto malestar, era como esas obligaciones que uno no sabe de dónde salen, pero que se atan a tu cuello y te ahogan, te hacen sentir culpable y te provocan miedo. Era como un aire pegajoso que olía a sufrimiento inextinguible. Recuerdo haber pedido «vacaciones a Dios». Sí, porque todo lo que la religión evocaba en mi me coartaba, me hundía, y no me hacía buena por más que intentase con toda mi alma obedecer aquel impulso de amar al prójimo.

YO TAMBIÉN ME DISTANCIÉ de esa cosa que te produce un asco difícil de explicar y que sin embargo te ata. Pero eso, nada tiene que ver con Jesús. Es una interpretación posible que como a mí, ata a cuantos son inconscientes de su propio papel y poder.

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