Yo soy Trumpt.

Días atrás unas amigas se lamentaban del mundo en que vivimos, del alto grado de delincuencia, corrupción «a gusto del consumidor» por doquier, violencia extrema en gente corriente…, en fin, este panorama cotidiano, que hace exclamar a muchos que la policía debería ser más contundente, las leyes mucho más drásticas y efectivas en la persecución de tantos males, desde el fraude a las violaciones sistemáticas.

También yo era así…

Me empeñé en una persecución implacable del mal en mis actos. Pretendí ser buena no, buenísima y que creía que al mal sólo el bien lo vence.

Es la actitud que durante gran parte de la historia ha seguido la humanidad con el resultado que ahora recogemos y seguimos YENDO CONTRA DEL MAL.

Echemos un vistazo a la evolución humana buscando el desarrollo óptimo, entendiendo por óptimo LA PAZ, LA JUSTICIA, el reino del AMOR entre seres humanos y en una palabra, la UNIÓN de cuanto hay bajo el cielo.

Hay tres pasos fundamentales, observables en nuestro devenir histórico.

UNO. De simples primates pasamos a humanos. El córtex, parte frontal de cerebro que nos distingue de ellos, nos permitió avanzar en la comprensión de las cosas y pensar sobre ellas para recrearlas de otro modo.

Entonces era necesario mantener la vida humana a ultranza y ello requirió que EL MÁS FUERTE sobreviviera.

La Vida no se anda con contemplaciones, busca un fin y pone los medios su servicios  por encima de sensibilidades e individuos . Por ello la ley del más fuerte perduró durante milenios, asegurando que la raza humana continuase en el planeta.

Pero para que el más fuerte sobreviviese, utilizábamos un sistema que aniquilaba no sólo a los individuos débiles, sino cuanto ellos como parte de la especie aportaban: su sabiduría, recursos propios y conocimientos, que a pesar de no tener fuerza desarrollaron.

Y la Vida no es tonta,así, tras una larga época en que la tribu vencía arrasando y destruyendo todo rastro del que sentía amenazador, o sea un enemigo, la humanidad dio un paso de gigante al crear un nuevo elemento: LA ESCLAVITUD.

Sí. No era amable para los perdedores, pero permitía al vencedor conocer el uso de nuevas herramientas, conseguía ampliar su conocimiento al hacerse dueño de la cultura que esclavizaba, ganaba valiosa información que los muertos no dan. Seguía reinando la ley del más fuerte, cierto, pero no matar al vencido fue un salto en el vacío.

Buen ejemplo es la cultura griega. Gracias a los romanos, que esclavizaron Grecia conservando a grandes hombres como maestros de los hijos de los patricios, la nobleza romana, se mantuvo vivo el saber de una cultura que había desarrollado el conocimiento tan profundamente. No se perdió en la noche de los tiempos. Demócrito, Arquímedes, Pitágoras, Platón, Aristóteles…, nos han legado su pensamiento, porque un pueblo vencedor no aniquiló a otro.

DOS. En todas las civilizaciones crece un tanto nuestra humanidad. Aparece un nuevo sistema: LOS PACTOS. La ley del pacto perdurado todavía. Sin que la anterior desapareciese del todo jamás, una parte de nosotros entendió el derroche de energía que representa la guerra y la destrucción…, un desgaste demasiado grande. Así han actuado los pueblos para no pelear y exponerse a perder.

En la sociedad esto se traduce en la proliferación de reglas de conducta deseables, escritas y no escritas, aceptadas por todos. Esto evita que la agresividad latente en el hombre pueda dañar al otro.

Es la fase del VIVE Y DEJA VIVIR, respeta al otro y convive. No todos los miembros aceptan esto y los disidentes pillados tienen que afrontar el castigo social, desde el aislamiento o el alejamiento ( como hicimos en Australia, a donde llevaron convictos), o simplemente hacer el vacío social a quien no traga las normas. Las cárceles retienen y queda la condena a muerte, por si optamos por contravenir las reglas, aun siendo inocentes, hay quien pagó si parecía que iban contra la ley humana.

Ejército, policía, espías, policías secretos y demás armas de una sociedad que no puede permitirse el lujo de tener revolucionarios, crecen en tales periodos. Ellos, con o sin justicia, imponen las leyes reinantes. De las sociales se encarga el vulgo. No tolera el escándalo y llama escándalo a lo que no comulga con sus normas y costumbres. El rechazo social puede ser tan cruel como la cárcel. Y es un castigo vergonzoso, porque no nace siquiera de un juicio, sino de la maledicencia demasiado a menudo.

Descubrí leyendo una novela histórica, por qué las leyes, al comienzo verbales, se escriben. Su repercusión es más eficaz, pero anquilosan los actos, llegando al absurdo. Lo escrito hoy es para hoy, mañana puede ser caduco. Revisar lo escrito lleva tiempo y trabajo. Eso hace que en España por ejemplo, tengamos leyes aun del siglo XIX. ¡Ya me diréis qué parecido hay entre aquel tiempo y el actual!

La razón es económica una vez más. Se empezaron a escribir leyes en Caldea para que los precios de venta fueran igualitarios y el abuso no pudiera perjudicar a unos en favor de otros. Gobernadores no interesados en la riqueza sino en el poder y en ser capaces de seguir liderando, crearon la precisa jurisprudencia.

Sin embargo «vive y deja vivir» no deja de ser una forma de egoísmo sin compromiso y la justicia humana se basa en pruebas, que aun no tergiversándose a propósito, no dan la magnitud de lo acontecido. Además, nos sobran condicionamientos propios que obnubilan incluso la razón e influyen decisivamente en la emoción, el instinto y otras formas primitivas de juicio humano.

Mi madre contaba que un amiguito nuestro, a la sazón  de 3 años, invitado a jugar en nuestro cuarto, recibió de ella información a cerca de lo que podía usar para jugar y era bastante, pero le señaló que lo de las estanterías estaba prohibido. Al rato de la explicación, Eduardito, así se llamaba, la buscó para decirle que le diera algo. Le dijo:

-«Tero lo pohibido», mientras señalaba la estantería.

Basta que haya conductas reprobación,  tabúes, emociones no consentidas, para que surjan quienes invariablemente necesitan experimentar lo rechazado, vivir lo PROHIBIDO.

En esta cuasi eterna fase, hemos señalado la validez sólo de una parte de la moneda: LA CARA y la cruz de cada sentimiento, percepción, o idea la condenamos a la oscuridad. Nuestros niños aprenden pronto que rabiar no es bienvenido, que el orgullo está mal visto, que la pereza produce alergia a nuestro alrededor…De hecho llevamos en los genes cada acto unido a otro que se le opone y está maldito.

Así pues, el elemento disuasor, el ejército y la policía han sido durante milenios los órganos represores. Y en las casas, el cinto, el castigo, las bofetadas y demás armas también disuasorias han impuesto «el bien». ¿Bien? ¿Qué bien? Pues un bien que cortaba siempre en dos la realidad y daba poder al líder y al tirano. Un bien sesgado, que ignoraba la fuerza de atracción que el tabú y lo prohibido tienen.

«El mal» ni ninguna dictadura, ni ningún ejército lo ha borrado de la faz de la tierra. Es más, como a un hijo olvidado, que nos avergüenza y no se muestra a las visitas, lo hemos estigmatizado y alienado. Repito: No por ello ha desaparecido jamás.

Ha de haber otro modo de resolver la paz humana de una vez por todas.

Si encarcelar, reprimir o prohibirlo no es suficiente, hay otra salida pobre, intermedia. Hace falta un chivo expiatorio, alguien que sufra lo indecible, a ser posible inocente, que lleve el peso de la culpa mundial, histórica. Bastará con alejarle de nuestra vida común, elevarle a un altar preferiblemente altísimo, que semeje inalcanzable. Ese es el rol que actualmente tiene el CRISTO.

Pero felizmente el hilo interno que lleva a quienes no se conforman con la represión y buscan, da como resultado la REVELACIÓN. Ocurre y para quien la recibe no es discutible. Podrán dudar los que no han sentido lo mismo, no obstante no callan, no pueden callar, porque se implican y comprometen a tal grado, que aun costándoles la vida, hablan. Y la revelación trae una lógica diferente al pensamiento del hombre. Le descubre al Cristo que pulsa por expresarse en él.

Ser Cristo no se refiere a un personaje de todos conocido. Ser Cristo es un estado del ser humano, que concibe la imposiblidad de reprimir eternamente lo prohibido y busca el alivio de los pesadísimos lastres que arrastramos cuando por no poder ser lo que somos, por escoger ver sólo la cara de las monedas, sufrimos. El Jesús santito del evangelio que se nos ha mostrado, era en sus días un proscrito más, uno que hacía cosas prohibidas, que escandalizaban a los justos de sus días.

SER CRISTO ES VIVIR UN ESTADO DE SER HOMBRE DIFERENTE, y al Cristo dar la vida le parece lo adecuado. Más aun, lo necesario.

Ese Cristo reparó todo lo escondido, lo oculto, lo tremendo, lo «malo» que también habitaba en él y lo bendijo. Sólo BENDECIR EL MAL lo libera de repetirse. Sólo comprender que la moneda es completa con sus dos caras hace circular el valor de las cosas y produce el único bien que todos buscamos: LA PAZ.

El libro de las Revelaciones o Apocalípsis de San Juan menciona un periodo simbólico de 1000 años en que la maldad poblará la tierra.

Miro hacia atrás en la historia y al ser humano y nunca hubo paz. Para todos sus tiempos de angustia fueron los peores. No obstante parece, si escucho a mis amigas, que ellas como muchos están convencidas de que el mal campa a sus anchas como nunca en la Tierra. La información tiene también dos caras y la misma tecnología que salva vidas puede cargarse la vida entera en el planeta. Estamos muy informados, los medios de comunicación, internet, el móvil y los android ponen a nuestro alcance información. Y como la ley del más fuerte no se extinguió jamás y la ley de los pactos que aun existe sólo han creado un océano de dolor y rabia inconmensurables, parece que estamos condenados a extinguirnos o a vivir bajo la bota y sufrir, como siempre.

TRES. Llega la hora de integrarlo todo, que significa reinterpretarlo todo.

Hace unos días el mundo «civilizado», ese que vende armas lejos para que la sangre no les salpique y cierra sus fronteras a los abandonados del mundo, manteniendo por supuesto sus privilegios y sus dineros, se escandalizaba del inesperado triunfo de lo soez, de la sinvergonzonería, de la xenofobia mostrada abiertamente, de la falta de respeto continuada que en suma representa Donald Trumpt.

Tuve un texto de Deepak Chopra a mi alcance que explicaba el secreto del triunfo de Trumpt. Este hombre que no se reprime un pelo al decir cosas que otros no osan mencionar en público, ha sido lo suficientemente astuto como para eludir la ley y apelar a lo prohibido. Es posible que si se pasa le maten.

De momento muestra impunemente sus defectos y dice que con pasta, todo vale. Ha triunfado no por las promesas que como los demás sólo cumplirá parcialmente. No ha ganado porque los trabajadores crean que van a volver a trabajar…HA TRIUNFADO porque representa todo eso que a escondidas muchos hacen y dicen y porque supone que lo oscuro por fin tiene una sede, nada menos que el gobierno más poderoso del momento.

No va contra el mal. Presume de ser el mal, al menos ese mal que resulta repugnante de viva voz, a quienes en sus corazones aprendieron a reprimirlo con saña.

Y ahora… ¿Qué?

Yo sólo veo una solución. Y no es política.

O comprendo y asimilo que no hay más mal que el que uno cree y potencia al ocultarlo y reprimirlo, o formaré parte de la ola del bien que provoca nuevas guerras en contra del mal. Tal vez la última.

No puedo frenar nada que no viva en mí. Sí puedo integrar ese «mal», reconociendo que lo prohibido es mío también, que me enseñaron a tapar mis rabias, mis deseos de matar, mis pulsiones más salvajes, que hoy puedo bendecir. Lo contrario es contribuir a la vuelta de la represión, creando una fuerza aun mayor junto a quienes se miran como excelentes personas y critican y juzgan sin estar en la piel del «malo».

Hacer eso no me convertirá en malo, porque hacer mal daña y no voy a dañarme de nuevo. Sí quitará el peso de la culpa a lo que está llamado a vivir invisible como fuerza que nutre al bien que se manifiesta.

En todas las características ocultadas para «vivir y dejar vivir», se nos fue la valoración de lo opuesto, base de todo. El egoísmo nutre la generosidad, si recibe su liberación en nuestros corazones y sabe que es aceptado. Por poner tan sólo un ejemplo.

Suena chocante. Pero llevo años haciéndolo y la paz me permite ser como soy. Ya me dí cuenta de que nada de lo que fuera veo me es ajeno. Yo también soy Donald, aunque prefiera caminar sin dolor. He aprendido las consecuencias de vivir con la mitad de mí.

ME PREFIERO COMPLETA.

 

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