ALEPO: El origen de la contienda.

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Cuando yo tenía más o menos la edad del niño de la foto iba a hacer la comunión y  sufrí la catequesis de la Santa Iglesia Católica en mis carnes y en mi mente. Un concepto nuevo llegó a mí: EL INFIERNO. Lo dibujaban como un lugar donde el fuego te consumía eternamente…

De niña sufrí también por dos veces quemaduras graves. Una en todo mi torso, y otra en un brazo. De mayor he visto incendiarse mi casa. No diré que el dolor de quemarse vivo sea leve cosa, ni ver desaparecer todo lo tuyo una nimiedad. Sin embargo, si eso fuese el infierno, con ser terrible, no es con mucho nada, comparado con las infinitas causas de dolor que el ser humano puede padecer, que de hecho padece.

Eso me hizo saber, que de haber Infierno está aquí, en la tierra, justo en el mismo sitio en que se halla el Paraíso, pues en verdad no son lugares físicos, escenarios materiales, sino estados mentales del que desciende a densidades inauditas de la imaginación, manteniendo con el poder increíble que tenemos el dolor, recreándose una y otra vez en él y cultivando el miedo más tenebroso que uno es capaz de concebir.

Queda la tortura, ese agente en apariencia sólo externo, que responde a ese miedo usando la imaginación de nuevo para crear formas de martirizar tan espantosas, que sólo pueden hallar su igual en la cantidad de miedo que somos capaces de generar.

Ya dije en este blog que el mal no existe. Y lo mantengo. Existen mentes capaces de pergeñar modos de hacer daño físico y psíquico, porque existen personas capaces de ahondar en las posibilidades de lo que es posible y hace mucho daño, generando miedos tan brutales, que actúan de imán hacia esos que poseen mentes capaces de brillar en la perversidad de torturar y torturarse. ¡Porque no creamos que el torturador se va de rositas…!

Inevitablemente se encuentran. Tarde o temprano la falta de fe en la vida da como resultado el temor progresivo, se contagia como un virus, hasta que un día se desatan fuerzas que se instalan en las mentes de quienes desean la venganza, de quienes sufren la injusticia como si del pan de cada día se tratase mientras  esperaban ser adultos. Entonces, ya adultos se juntan con algún psicópata vestido de general y abren una guerra como quien abre una disculpa para matar y torturar.

La causa, no es más que en apariencia, económica, territorial o reivindicativa.

Las causas son la desesperanza impotente de quienes nunca pueden usar sus dones hastiados de miseria y desamor; el desamor en sus destrozadas familias por la perenne presión del hambre mal saciada, de la mugre irresoluble, del maltrato y la ausencia de respeto y dignidad con que se desayunaron cientos y cientos de días, semanas y meses.

La violencia más atroz la dirigen niños, niños en cuerpo de hombres, niños abandonados, desahuciados por su mundo, niños enrabiados, con celos y envidia, con tanta ira contenida años por nunca ser vistos como iguales por quienes luego querrán borrarlos del mapa.

De ellos se sirven los poderosos para equilibrar las masas, para seguir viendo a sus semejantes como números prescindibles, para lograr de nuevo una era de tiempo medieval, con siervos cada día menos formados, más ignorantes…

Eso pretenden las leyes de educación. No formar, sino ahogar lo original de cada niño, lo valioso, porque si valen mucho a pesar de tanta alienación los auparán, los engancharán a su carro para servirse de ellos. ¡¡Claro que no aprecian todo lo valioso!! Sólo aquello que les vale a sus fines y con el chantage de la «buena vida», con promesas falsas, o para que puedan hacer aquello que desean, aun si jamás verá la luz, les monopolizan.

Esas causas están en Alepo a la vista. Allí se han desatado todas las fuerzas más densas, más primitivas, los instintos más sofisticados para la destrucción, el crimen y la codicia…Por Alepo ahora mismo, por más que sintamos una pena infinita por esa niña que clama por tantas muertes que no cesan y tiene no más de siete años, podemos hacer poco, muy poco.

Cuando las cosas llegan al punto de no retorno, la propia destrucción es la catarsis que pide la humanidad, toda la humanidad. Los que estamos calentitos en casa mirando horrorizados qué es una guerra actual, con medios de comunicación hoy implicados en resaltar esta guerra de entre todas las que hay en pié;  los que buscan venganza o un territorio, o ambos; los que generan el negocio de armas y se relamen por sus beneficios sin mirar quien muere y qué ocurre al que sobreviven a tal barbarie. Y no me extrañaría que toda la población de Alepo pudiera creer que pagan así males pensados o sentidos, su propios actos en los que se asentó su miedo, porque creyeron en el mal y no en la vida.

Lo crudo de mi perspectiva es que no puedo culpar, ni juzgar a quienes parecen causar esas horrrendas tragedias, porque sé que soy por igual responsable de todos los actos que ahora mismo están asesinando en Alepo.

Si mantengo también que todo es uno, soy con ese uno generador y sostenedor de esa guerra, cuyas consecuencias me hieren, porque también soy esa niña que las noticias de la televisión mostraba aterrada.

Hoy me llega además una guerra de película. Era la Segunda Mundial. Un hombre mayor no ve el fin de la guerra y cae en estados de alucinación en su Inglaterra natal actual, en su hogar. Vive en un video mental nunca concluido, por lo extremamente difícil que es comprender la sinrazón de la violencia y la tortura desbocadas. Encerrado en una sala oscura, le obligaban a tragar agua sin parar de una manguera enchufada su boca, mientras le mantenían atado. Su torturador, un japones, servía a una mentira inspirada por la sed de triunfo de un imperio caduco, que quiso dar su último coletazo y causó muertes a millones y una herida en el alma de su pueblo como pocas han habido en nuestra historia. El inglés haya fuerzas para volver al lugar de los hechos, conservado hasta los últimos detalles por Japón en busca de la reconciliación. Y allí, de guía, encuentra al intérprete causante aparente de todas las tremendas humillaciones, vejaciones y malos tratos inhumanos con que fueron castigaron quienes se rindieron. La dignidad del perdedor según los acuerdos internacionales ya existentes, se ignoró por completo.

La historia es real. Y el torturador halló el perdón del torturado, pues trauma no es menor que el del inglés, quien dice: «Alguna vez hay que poner fin al odio…».

ESA ES LA CLAVE. Si pudiésemos evitar generar odio desde un principio, si pudiésemos dejar de tragar y nos atreviéramos a SER antes de generar complacencia en borrar la otra cara de la moneda, esa que la sociedad nos enseñó a ocultar…

Poco puedo hacer por Alepo esta noche desde este país tan lejano a su drama. Puedo acoger en mi alma sus muertes, enviar luz de amor por si alivia en algo su inconsciente…¿Frenar la violencia? NO. Lo que si puedo es mirar en mi alma, ver con cuánta gente siento discordia para disolverla ya. Puedo dejar salir mi yo como es, sin permitir que ningún miedo me haga ocultar la verdad que veo, que aun si es mi verdad, no he de negarla y taparla. Puedo hacer paz a mi alrededor y auxiliar lo que ya no tiene cura, o ponerme  activamente del lado de quienes no pueden ni llorar… ¡Que es poco rentable para poner judías en su mesa. Y sobre todo puedo hacer la unidad en el alma, dejando de echar la culpa a otros, a los poderosos, a los yijadistas, o al mal.

Es una visión optimista, esperanzada, una actividad constante a favor de lo bello, lo armónico y que reconcilie en mi lo oscuro con lo que brille, lo único que cabe hacer para disolver toda discordia.

La causa de la guerra se halla en el mismo entramado social injusto, que presiona para que renunciemos a ser lo que somos. No hay justicia en favorecer a la mayoría, cuando veladamente se privilegia a la minoría económicamente fuerte, ni tampoco en acallar las protestas de un niño que expone enfadado su verdad y disuadirle para que guarde su ira, niegue su lujuria, ciegue el pozo de su codicia, o coarte su ser en cualquier manifestación de emoción que la sociedad no tolera. Esos niños crecen sin que nadie haya encauzado la energía de su ira, su lujuria y sus emociones fuertes. La hipocresía social limita y enseña a «no ser» y encerrar a su «ser» bajo llave, con candado.

Todo está muy bien. Pero no todo tiene las mismas consecuencias. Y si nos duele las consecuencias de la guerra, estaría bueno iniciar la paz en nosotros mismos, dejando de negarnos a ser como y lo que somos, dejando que lo que hemos llamado malo vuelva a su lugar ( que no es la realidad visible), sino el sustento oculto de la vida material.

Lo he llamado en este blog «raíces», raíces del árbol de la vida ocultas.  Mejor dicho, pueden estar ocultas si reconocemos que la soberbia es causa de la humildad, que la luz se genera en la oscuridad que no aparece, que la salud vive por la enfermedad que se encoge y se mantiene escondida.

Sólo se nos pide un acto de reconocimiento y bendición de cuanto hemos llamado mal, y comprender que sin un opuesto, el otro no existe, que si existe es porque otro lo sustenta en el inconsciente humano.

Sí. Bendecirlo y una vez reconocido su valor para formar la realidad, podrá volver a ser la raíz invisible pero presente y nutridora del tronco, las ramas, las flores y los frutos.

¿Sería posible que tantos opuestos negativos se estuviesen presentando fuera para pedir que se conozca de una vez por todas que tienen valor?

No podemos negar lo que somos. Somos a partes iguales todas las cualidades posibles: TO-DAS. Somos COMPLETOS, hechos de cuanto hay bajo el sol. Por necesidad de la materia que no puede ser y no ser, que no puede crear un gordo-flaco, un listo-tonto, un simpático-antipático, un pesimista.-optimista simultáneamente, una parte de cada cualidad se oculta. Pero existe y alguna vez emerge. Siempre a esa parte opuesta la hemos rechazado, podía hacer daño y aprendimos  a ocultarla, además de negada,maldecida.

Nacimos ya con esa información genética y colaboramos al desprecio a las caras ocultas de la moneda cada vez que por un poco de cariño, nos vimos obligados a esconderla y a sentir culpa por haber sacado un trapo negro en un escenario que pretendía ser blanco.

Luego llegó el miedo. Nos decimos tranquilamente unos a otros: NADIE ES PERFECTO, como si eso fuera un timbre de gloria, cuando estamos llamados a la perfección, que no es otra cosa que ser completos, cumplir nuestra función. En una máquina hay ruedas dentadas, pero si fuesen círculos, no moverían el mecanismo, no cumplirían su función.  ¿Seremos quizá como ruedas dentadas y a los dientes los llamamos defectos, cuando sin ellos el mundo no funciona?

Son los retos, los inconvenientes, los problemas y los conflictos los que nos hacen percibir partes de nosotros que no creíamos poseer. A través de lo que nos incomoda aprendemos a adaptarnos, a ser tolerantes, a comprender al otro, a formar un equipo, pues SOMOS UN EQUIPO. Uno de los nombres de Dios, de los cientos de nombres que se le han dado, es ELOHIM. Y significa : DIOSES. Es un plural, no un singular, y es usado para un Dios único.

Dios de Dioses, muchos en uno, cuando hay coordinación, organización, cohesión…Como en un hormiguero, que hay muchos pero son uno.

Nada sobra. Ni la codicia, ni la ira, ni la soberbia o la lujuria, ni la avaricia si quiera. Pero tienen su lugar, probablemente oculto, como la raíz del árbol.

Si emergen es porque las hemos negado de tal modo, luchamos tan denodadamente por ocultarlas, que como el hijo maldecido y excomulgado, echado fuera de la unión, vuelven hoy desatadas para demostrar que SI EXISTEN y que si no las damos su merecido lugar, si nos negamos aun a sentir que están en la base de la energía que nos mueve, como los dientes de las ruedas mencionados, que son huecos, invisibles, pero básicos, seguirán devastando nuestra vida, hasta que por fin las aplaudamos.

Pero ni la ira camina por la calle, ni la envidia….ni… Son siempre seres humanos. No pueden evitar manifestarlas. Y …¿Cómo respondemos? CON EL RECHAZO. Nuestra hipocresía hace creer que uno no es avaricioso, o perezoso. Hemos peleado tanto con esos «DEFECTOS», que no soportamos verlos en otro, aun si dentro, si soy sincero, sé que también como de esa fruta…

NO. NO INVITO A NADIE A SER ESO QUE TANTO DAÑO HACE. Sólo a reconocerse en ello, porque «los malos»nos hacen el favor de atreverse a ser eso que ocultamos, porque traen la noticia de que hay una parte de mi sin aceptar y que odio ver en otro. AHÍ nació la guerra de Alepo que está haciendo víctimas de niños aun inocentes.

Donald Trumpt es un exponente de eso que la sociedad puritana niega, pero no puede evitar sentir. Rechazarle a él es rechazarse uno mismo. Todos decimos barbaridades alguna vez, somos soeces alguna vez, somos incorrectos alguna vez, somos marginadores demasiadas veces…Él es hoy el cargo más alto de la sociedad occidental y aun si su poder no es total, tiene mucho aun. Temerle es pedirle que de más de lo mismo. El miedo puede desencadenar un Alepo internacional… Quizá debamos creer su discurso inicial y ver su propósito de unión manifestado como cierto, para darle fuerza a la unidad y no al separatismo.

El, a pesar de su apariencia prepotente, es otro niño maltratado. Ha sido listo como para generar dinero y depender muy poco de los demás. Hoy nos ofrece una oportunidad de hacer examen de conciencia y no alienar con nuestras críticas y miedos más lo que representa. Puede hacernos mirar dentro y ver que no podríamos tirarle ninguna piedra pues cojeamos de lo que él parece ser y tanto nos escandaliza.

Los españoles presumimos de no ser racistas. Pero toda la vida hemos sido intolerantes con los gitanos. Ahora,que somos en el puente entre África y Europa para la emigración, ya no podemos decir  tan alto que no lo somos.  Y como esto…¡¡Tantas cosas…!!

Seamos sinceros y demos al mal llamado MAL su lugar en la sombra, o Alepo será solo un anuncio de lo que nos espera.

La guerra empieza dentro de cada Dios y Elohim no puede dejar de ser lo que es.

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