La otra mañana me desperté sola. Es decir, unos minutos antes de que sonara el despertador. Soy buho, duermo demasiado poco a veces y necesito el BIG-BEN como poco, sonando a toda potencia para despertarme. Sin embargo abrí los ojos con bienestar, me levanté contenta de poder iniciar otra jornada y bullía en mi una ilusión por vivir un día corriente, pero que estaría lleno de niños, de caras y de experiencias aun por determinar…¡Todo me parecía superinteresante!
No es que hubiese acontecimientos especiales. Lo especial era sentirme como uno de mis alumnos, expectante por lo que fuera que iba a traerme el hecho de estar viva y activa. Al notarlo, sonreí. Lo hice como si el mundo estuviera en paz, el mío, mi mundo lo estaba. ¡Desde luego!
Y ya sabía lo de Trumpt, lo de Siria y tanta desgracia e impotencia como vive el gran mundo. Como vivo yo con él. Pero…
Una vez más me confirmaba a mi misma que El REINO DE OS CIELOS no es una teoría sino una apasionante sucesión de actos de la Vida, a la que tenemos acceso. En su tiempo Jesús gritaba: ESTA CERCA…EL REINO DE LOS CIELOS ESTA CERCA…
Y las muchedumbres sonreirían imagino, con cara de tontos sigo imaginando, porque uno necesita creer para seguir vivo, que no es todo infernal y trágico. No obstante, lo hacían sin entender que era aquello de CERCA y a que se refería Jesús también, cuando decía que su yugo era ligero…
¡¡Y tanto!!
Es que la niña que sigo siendo a pesar de mis 59 añazos, se despierta aun como si sólo la confianza fuera real en su existencia y sólo hubiera conocido la dicha de respirar y actuar en esta tierra nuestra. ¡¡Nada más lejos de la verdad!! Hubo mucho pánico, cobardía, miedo, dolor…Eso sí, vivido a tope, como si no hubiera mañana.
Y ahora que podría sentir miedo de mi vejez, de mis músculos doloridos, de mi tabaquismo atroz, o del devenir tan amenazador que auguran los listos de turno, AHORA, sólo siento bienestar y no basado en el consumo o en el lujo. Mi dicha reside en poder vivir lo que me ha tocado vivir y ver que es tan bueno, que sólo puedo sentir gratitud.
No es que nade en el dolar, pero siempre tengo lo que es preciso, cueste lo que cueste, porque como si de una seta se tratara, surge el dinero que necesito por caro que sea el proyecto. Tengo pocos proyectos caros, la verdad…Mis proyectos se enfocan a ser capaz de aceptarme cada día un poco más.
Ayer por ejemplo, me vi tan crítica como siempre y como siempre algo en mí grito…; ¡¡¡CAMBIA ESO!!!
Pero no. Ya he aprendido que no va la cosa de cambiar nada. ¿Soy un juez implacable? Pues la verdad sea dicha: sí, lo soy. Sin embargo ya no me zurro por serlo. Está en mí esta potencia de mirar y usar mi juicio para elegir una cara de la moneda. Es cierto. Sólo una…Y antes me ponía enferma saber que era tan desconsiderada con los demás, que me pasaba la vida seleccionando: «me gusta…», o «es un horror». ¿Era esa la forma de seguir al Jesús amante en quien creo, al que conozco? Y me respondía que no. PARA NADA…decía una voz interior. Pero el tremendo malestar que nacía entonces en mi interior, no era tampoco un causante de cambios en mi conducta. Algunas veces, con denuedo he intentado no dejar salir ese espíritu crítico que me caracteriza y como si fuese un policía mental de mi propio pensamiento, forzaba el no pensar así. El sentimiento de angustia que me salía por todos los poros no conseguía tampoco apartar de mi nuevas críticas, que ese implacable juez también conmigo misma, afeaba sin parar.
¿Qué podía hacer? ¿Cómo salir de ese dilema terrible para mi? Si me ponía a pensar criticaba. Si frenaba conscientemente mi pensamiento, me sentía en el calabozo y tampoco podía cambiar. Aunque no lo creáis, he vivido así muchas veces. Intentaba eso que me enseñaron: SER BUENA y sólo conseguía torturarme, nunca cambiar.
Pero la Vida es magnánima, te acoge cual madre dulce cuando te ve tan perdida, tan empeñada en resolver lo irresoluble.
No hay paz en defender una causa contra la opuesta. Los opuestos sólo pueden complementarse, pues de optar por uno u otro, es sin más irresoluble el conflicto.
Por ejemplo :
No puede uno estar a favor del obrero y en contra del empresario o viceversa, sin errar. Ambos tienen sus por qués y sus para qués. Del lado del pobre, uno puede defender eternamente su causa y hará cosas que yendo contra el empresario hagan finalmente también daño al obrero. Están condenados a entenderse y posicionarse de uno u otro lado, no hace bien a la economía de nadie: Ni la del empresario, ni la del obrero. Ambos pagan por separar intereses que son comunes. Es verdad que hay intereses parciales de uno y otro lado. Pero un obrero no puede vivir sin trabajo feliz, ni un empresario puede ver su éxito llegar con obreros perpetuamente ben su contra.
El que trabaja puede creerse esclavo, o puede saber que su trabajo es su pan y su actividad, ambos necesarios. Hoy que abunda el paro, estamos empezando a ver que vivir inactivo, sin un objetivo que atender, tampoco es estar de vacaciones. Y no sólo por el tremendo desánimo que es ver los platos de tus hijos sin alimento. También por uno mismo. Vivir es una aventura positiva si uno encuentra el sentido a sus actos. Y no tiene mucho sentido carecer de ocupación laboral. Puede o no ser adecuada la opción que no tuviste más remedio que elegir para trabajar. Puede no gustarte. Pero es mejor vivir una vida con sentido, que un montón de horas dedicadas a elegir qué hacer para llenarlas, año tras año.
Y el que monta un negocio puede tener más coraje, o más ideas, o más dinero…Pero no serán productivos sin obreros, sin manos que colaboren a manifestar su sueño. Pocos negocios se nutren de una sola persona…¡Si es que hay alguno! TODOS NECESITAMOS DE TODOS. Y repito, estamos condenados a entendernos.
El dilema entre ser bueno o ser tomado por tonto, esconde otro enfrentamiento entre opuestos.
Muchos confunden ser «tontos» con ser fieles a si mismos y no al discurso reinante. A veces comulgamos con ruedas de molino, por no destacar, por no obedecer a lo que de verdad vive en nosotros y pugna por salir. Podemos negarlo eternamente y sólo nos estaremos haciendo daño por miedo al rechazo de quienes en verdad no apostarían por nosotros ni un céntimo. Pero tememos descubrirlo. Echamos balones fuera, nos engañamos creyendo que se nos aprecia y resulta que nos acompañan por ese mismo miedo a ser rechazados, señalados, diferentes…. ¿Y si fuésemos malos para variar? No criminales, ni asesinos, sino certeros, atrevidos sin tener en cuenta lo que harían esos que parecen querernos mientras cumplamos las condiciones de un acuerdo nunca expresado. ¿Y si nos expusiésemos a llevar la contraria, a decir lo que de verdad siente nuestro corazón sin ser complacientes para no quedarnos solos? O a actuar de acuerdo a lo que de verdad nos gusta y no jugar a: «Vale, voy también», sobre todo en esas ocasiones que se te retuercen las tripas y vas por no decir esta boca es mía…
Hubo un momento, producto de tiempo de sufrir mis luchas internas y la hartura de querer ser buena y no serlo de veras nunca, porque por dentro yo sabía que pensaba barbaridades de los otros, por más que fuese un ángel, lo hubo, en que me atreví a optar por mi. Ciertamente perdí algún amigo. Incomprensiblemente, a pesar de un amor-amistad eternamente prometido, algunos se fueron de mi vida, pero conseguí ser sincera con ellos y conmigo misma.
Luego la Vida te da lo que mereces. Y mereces todo.
Y una mañana te levantas sola, sin timbres o alarmas, en una cama sola, en una casa sola, y sientes que tienes tres, cuatro o cinco años, a juzgar por cómo ves a tus alumnos de cinco años sentir.
Tienes ganas de coger el coche que te lleva al trabajo para vivir una humilde jornada de maestra, con todos y cada uno de sus minutos. Vas al trabajo…¿O vas a disfrutar de tu vida? Voy a vivir intensamente 24 horas más, de las cuales con suerte dormiré seis y a colmar de sentido cada minuto. Y cuando sienta que juzgo de nuevo, sonreiré. Sí, como cuando veo tramar una trastada a mis niños y tengo que aguantarme la risa y corregirles, diciendo qué están haciendo, qué posibles consecuencias afrontarán…, todo ello después de dejarles hacer la trastada.
De pronto mi juez interno es tolerante. ¿Que critico? Sí. Iba a criticar de todos modos o a sufrir por reprimirme…Pero hoy mi juez me dice que soy inocente. Y su sentencia es dejarme libre para criticar si me surge. Ya no me encierra en el calabozo del sufrimiento, ni me hace pagar multas.
Y es que ya no soy ni buena ni mala, o soy ambas a la vez. Sobre todo vivo. Y si me descubro haciendo el mal, no me castigo. Sé que la consecuencia del mal puede ser una infección, una gripe o un cabreo. No se puede herir ni mentalmente sin que te pase factura, porque al que criticas eres también tu. Tiene pinta de ser otro ser humano ajeno, bien es cierto, pero resulta que lo entienda o no, el otro soy también yo.
Esto actúa a la larga como mecanismo de defensa y te cuidas bastante más de criticar. No porque te hayas vuelto imparcial. ¡Ni mucho menos! Agazapadas siguen en ti activas las ganas de hacerlo. Pero sabes que te harás daño. Es algo así como si uno sucumbiese al encanto de las llamas del fuego y hubiese metido por placer de sentir las llamas la mano más de una vez. El recuerdo de la quemadura te alerta a tiempo y dejas de quemarte por puro acto de defensa elemental.
A veces te dejas ir, pero lo sabes, sabes que son unas pequeñas vacaciones, como el gas que sale de la olla para que no explote…Aunque enseguida, te nace la sensatez de actuar a tu favor y no herirte al herir al otro.
Los dilemas se agotan poco a poco. Eres consciente de ser ambos opuestos, te das cuenta de que eres por así decir obrero que trabaja por el interés del empresario, sabiendo que si lo suyo va, tu podrías ganar algo más. En especial si hablas y dices a tu jefe lo que vales pidiendo un aumento. Ciertamente te crees al principio que corres un riesgo: PERDER TU TRABAJO.
Pero he comprobado que la actitud y la mirada, eso que llaman el metalenguaje, o el lenguaje del cuerpo, le dice al jefe más que tus palabras. Y cuando uno acepta que es un ángel y un cabrón, cuando sabe que es u gilipollas y un sabio, y no lucha para ocultar lo que sabe que es, resulta que surte efecto y tu jefe te escucha y quién sabe, comienza a creer que puedes ser efectivo un puesto más arriba o dos.
Traducido en el conflicto interno por ser bueno o no, te importa un ardite si lo eres o no. Sólo te importa no quedarte callado cuando en tu fuero interno querrías gritar. ¡Y gritas!
Alguien te echará en cara que has perdido los papeles…Y tú le oyes, tienes en cuenta que tal vez tu osadía le daña y hablas también con él para que sepa qué bulle en ti. Y tras esto, sigues gritando si lo necesitas.
No más jefes. Ni reales, ni imaginarios. Soy mi propio jefe y me mando obedecer si me conviene o me planteo si me conviene más dejar mi trabajo, que seguir tragando por querer ser buena.
He aceptado gran parte de lo que soy y me queda quien a pesar de atreverme a ser, sigue conmigo. Dejé ir, ya en paz, a quienes se fueron. Me han hecho más libre. Y sobre ser buena, …¡¡Mira, no!! Es muy dañino ser buena, que no es serlo realmente, sino aceptar consignas que no me gustan sin poder hacer lo que quiero. Ellos tienen sus reglas. A veces me convienen, otras no. A veces obedezco y otras no. Pero ante todo ya no me engaño, ni me insulto, ni me castigo por ser como soy.
Además he descubierto que la crítica es la antesala del discernimiento. Uno que critica observa y si es justo, ha de concluir que el opuesto tiene su parte de sentido como yo la mía y me es más grato ser condescendiente y tolerante con su parte que no comparto, que antes cuando sólo la criticaba y me ponía enferma por tragar.
Discernir es seleccionar de entre todo, lo adecuado para ti. Y qué curioso…LO ADECUADO PARA TI NO DAÑA A NADIE, si lo ejecutas después de discernir. Viste, valoraste, decidiste de acuerdo a tu sentimiento y elegiste. Ahora ya estas dispuesto a que te rechacen, pero tu no los rechazas, que es lo que en el fondo fastidia más de lo que uno cree.
Tenemos la tonta creencia de creer que el verdugo no sufre tanto como la víctima. Y si el verdugo es además el actor del acto principal, entonces nunca mata sin sufrir. Quien te rechaza, se rechaza a sí mismo y tendrá que vivir las consecuencias. ¡Más te vale no ser tu quien rechaza!
Hay excepciones. Los psicópatas que no tienen criterio de bueno o malo, sólo actúan por conveniencia y no suelen sufrir si dañan. Al menos, aparentemente. El sufrimiento de quien cede a su deseo de pisar al otro y estar siempre por encima, pasa duras facturas. Desde fuera parecen triunfadores. Pero la procesión va a veces tan dentro, que sólo descubre su desierto con la vejez. Y suele ser tarde…Tarde para entender que a pesar de las apariencias eran juguetes del destino, inocentes armas de Dios. Si descubren esta verdad, tienen cura. Si no, son reos del suicidio, o del autodesprecio más desolador.
Yo prefiero sentir que si te hago daño me lo hago yo misma y procurar ser más lista la próxima vez.
Y así puede que también mañana, de nuevo, me levante descubriendo que sigo teniendo cinco años en el cuerpo de una vieja. ¡¡SEGURO!!