Es conocida la frase del Hamblet de Shakespeare:
SER O NO SER, ESTA ES LA CUESTIÓN…
No tanto esta, que aparece líneas más abajo en el texto:
«Morir…Tal vez soñar…»
Qué hace famoso, internacional un texto como este, o nuestro Quijote…Ambos best-sellers mundiales, ya desde su publicación siglos atrás…
Cervantes y Shakespeare hablan de realidades del alma humana, fuera de épocas o lugares. HAY UN HAMBLET…y/o un QUIJOTE Y UN SANCHO PANZA..en nuestro interior.Ahí conviven el idealista Quijano y el práctico Sancho, y tarde o temprano nos preguntamos:
¿Que soy? ¿Para qué vivo? ¿Qué es esto de la Vida, realmente?
Y como Hamblet, al avistar la muerte, unos la creen sueño de esos que vivimos de noche, aunque otros crean que será como una película, que al acabar pone un «negro» eterno sin más…
Cuando no conocía la muerte, supe de ella a mis seis años, ya creía que había un más allá. Pero entonces no había controversia alguna. Los peques difícilmente la mencionan. Cada tres años cojo un grupo nuevo de chiquitines de tres primaveras y siempre hay un día en que alguno muestra su miedo a que papá o mamá pueda irse…Pero ¡Claro! De eso hablo yo al percibir su pánico. Entre ellos, dudo que toquen el tema.
Fue de adolescente cuando escuché sorprendida, que hay gente que está segura de morir, desaparecer como se borra un dibujo de mi pizarra escolar. Ya entonces me resultaba incoherente que todo el conocimiento que alberga un ser humano, sus percepciones, sus soluciones a todo tipo de problemas, a veces únicas, tanto hallazgo humano y sobre todo tanto amor como entre todos acumulamos, pudiera desvanecerse al caer o bien el telón personal o el de la humanidad, que llegará algún día.
Es lógica pura. Ni uno sólo de nosotros es idéntico al otro. La evolución ha hecho un esfuerzo bestial para que desde el mundo no ya mineral, tan estático, ni del vegetal tan poco expresivo, sino desde el mundo animal que recoge en sí los otros dos, hayan cambiado las cosas.Por ejemplo, creó dientes para comer las presas y paulatinamente desaparece al menos en algunos, la necesidad de alimentarse a través de usar la dentadura y cortar al engullirla, la vida de lo que nos nutre.
Las dentaduras actuales en el primer mundo donde hay acceso al médico dentista, muestran unas piezas obsoletas: las muelas del juicio, que no dudan en quitarnos, pues son ahora un estorbo. Los colmillos humanos ya no desgarran, ni las muelas son tan valiosas, pues comemos muchos alimentos fáciles de digerir: yogures, purés, carne despedazada (la hamburguesa) o guisada y reblandecida como la de esos guisos de gastronomías internacionales, que tan bien preparan las madres.
Quizás nuestros tataranietos no tengan dientes y a cambio unos «córtex», o sea esa parte del cerebro que nos hace humanos, gigantescos. Y es que hay una tendencia a que el hombre deje de dañar, al menos físicamente, para poder sobrevivir.
Estamos programados para lograr la paz como forma natural de vida. No hemos alcanzado ese objetivo, pues la evolución es lenta cual tortuga mareada, pero da pasos definitivos y acogiendo sin borrar lo anterior, como memoria de errores necesaria, trae nuevas soluciones para los conflictos, que materializar la realidad conlleva.
Lo real, lo que nuestros sentidos apuntan, eso que nos hace mirar la existencia desde una perspectiva común, se basa en 5 sentidos, que no son los únicos que poseemos, pero si nos sirven para medir la realidad y actuar en consecuencia.
Pero la realidad, sin que seamos a menudo conscientes de ello, no se forma sólo por lo que yo a nivel individual percibo. Saca información constantemente de los genes y son verdaderas enciclopedias de experiencias ajenas, que se hacen vivas en nuestro presente. Además hasta los genes están formados de minerales, y si bien la información de un mineral parece pobre, el conjunto de átomos y el vacío que entre las partes de ellos hay lleva también una valiosísima información.
Aun si muriese el último de nosotros, la energía contenida en los átomos de la materia que nos formó, que NI SE CREA NI SE DESTRUYE sólo se transforma, tendría aun la huella de lo que el ser humano ha vivido, ha sido. Visto incluso así, materialmente, LA MUERTE NO ES VIABLE. No existe.
¡¡Ayer recibí un mensaje en facebook que me llenó de alegría!!
Hay dos hombres, no mundialmente conocidos por la gente, pero si entre los científicos, que llevan décadas estudiando un hecho, cada vez más contundente. La noticia decía:
«El cerebro, una computadora biológica con millones de neuronas, usa las conexiones entre ellas como forma de recibir información y NO SE PIERDE, pasa al vacío cuántico, o en otras palabras vuelve y permanece en el universo físico, cuando el cuerpo que lleva las neuronas, muere».
Son Stuart Hameroff, una autoridad en neurocirugía mundial y Roger Penrose, médico y matemático, miembro de la inglesa y prestigiosísima Universidad de Oxford. Llevan como tiempo alucinados por lo que ocurre en una conexión entre neuronas y cómo a nivel químico intercambian mensajes, que para sorresa de todos, permanecen en eso que llamamos CONSCIENCIA y no tiene sitio en el cuerpo, pero existe.
Hameroff ha hecho operaciones inusuales, como dejar clínicamente muerta a una paciente ciega de nacimiento, es decir alguien sin imágenes, cuyo cerebro estaba fuera de onda y no obstante percibía imágenes visuales y pudo describir lo que ocurrió mientras la operaban, a pesar de tener sus sentidos «muertos» y un corazón también clínicamente inactivo.
Para estos dos señores es evidente que LA CONSCIENCIA no tiene lugar «real», pero que funciona independientemente de que el cuerpo viva o no.
¿Y que es la consciencia?
Es eso que hay en ti, en mí y que nos hace creer que soy fulano de tal. Ser consciente es conocer algo, tenerlo activo en la memoria. Es algo así, como si la química usara un lenguaje universal, que contiene los recuerdos, sin un sitio que sea en apariencia responsable de la MEMORIA.
Cerebro y corazón (que también tiene su «cerebro» privado y autónomo) usan ambos «lugares invisibles» para retener la memoria. Son aun invisibles para nosotros, pues desconocemos el código empleado por el vacío cuántico, que hay entre los átomos de los minerales de las células, en particular de las neuronas.
Pero es indiscutible: nunca se pierde la información que hay en la naturaleza de la que somos parte de ninguno de los cuerpos, ya sean minerales, vegetales o animales .
Y me alegra enormemente. Responde a la pregunta que de adolescente me hacía: ¿Cómo podía perderse la riqueza de tanta vivencia de tantos seres a lo largo de la historia de este mundo?
Es un tesoro, que incluye la memoria de lo que hicimos y nos hizo mucho daño. Ni una sola de nuestras lágrimas vertidas como seres de este mundo se ha borrado.
Hoy podemos decir sin dudas, que morir no es echar el telón. No habrá «negros» cuando tu último aliento abandone tu cuerpo.
Hasta aquí lo que la ciencia ya sabe y publica. Pero como vengo comprobando más y más, lo que se llamó FILOSOFíA y/o RELIGIóN, ya anticiparon hace miles de años la vida más allá de la vida que depende del cuerpo.
Así que Hamlet no se equivocaba al decir …TAL VEZ SOÑAR.
La cuestión, es que ahora probablemente va a ser que soñamos mientras nos decimos vivos y cuando nos creemos muertos, aparece la real dimensión de eso que llamamos vida.
Los lamas del Tibet tienen un texto creado hace….¡Ni se sabe cuánto tiempo! Ellos entran en estados diferentes de conciencia y cuando vuelven a la vida común, cuentan a qué se parece lo vivido mientras están ausentes del cuerpo.
Cuando un conocido suyo muere,les leen esos textos para que no se sientan perdidos, como seguramente se sintió aquella niña ciega, técnicamente muerta que operó Hameroff. De hecho la experiencia ella la vivió como desagradable.
Occidente juega a ignorar la muerte. Desde el día que abandonamos el útero materno estamos más cerca de morir, pero no queremos saberlo. Alimentamos la idea de que ser joven es lo bueno, las modas hacen que los ancianos vistan como críos y que nadie se deje el pelo de su color, operamos nuestros cuerpos también ¡No vaya a ser que me percate de que hoy estoy más muerto que ayer!
Cuando sabemos de alguna muerte, o que un ser querido se va sin remedio, nos cagamos por la pata abajo literalmente. El rostro se nos ensombrece y si pudiéramos, evitaríamos que muriese cualquiera. Incluso nuestro peor enemigo, pues también su muerte habla de la mía acercándose.
La VIDA es un paréntesis. Nos aferramos a sus manifestaciones y nos negamos a perder la CONSCIENCIA de estar vivos. Cuando pisamos un cementerio vamos con prisa, con la que permita la costumbre y muchos nunca van.
Lo que huele a muerte nos aterra.
Y resulta…., que no hay por qué.
La muerte sólo conlleva quitarse un disfraz. Disfraz es lo que miro en el espejo cada mañana y creerme que soy… Soy alta o baja, borde o educada, rica o pobre….ESO SON PARTES DEL DISFRAZ. Nuestra personalidad ES UN DISFRAZ. Llevamos años de Carnaval y nos llegamos a creer que soy el personaje. Algo así como si creyéramos que mi automóvil soy yo, no un vehículo para circular. Nadie llora por el coche del desguace…¿Por qué si llorar por un cuerpo?
Mi cuerpo es el vehículo que uso unos años para estar aquí y hacer cosas, participar de la evolución de la materia y colaborar a que el objetivo de la Vida se cumpla.
Yo tengo una idea sobre ese objetivo y me place mucho participar con mi granito de arena.
Hay una realidad invisible pero incontestable: ESTAMOS HECHOS DE VACÍO CUÁNTICO. Vacío todos sabemos qué es. CUÁNTICO sólo quiere decir hecho de «cuantos», o sea de ondas de energía, que si son observadas y se mantiene una voluntad sobre ellas, se transforman en diminutas partículas de materia.
La pregunta sería QUIEN PONE ESA VOLUNTAD, manteniendo las partículas que forman mi cuerpo, lleno de mucho más vacío que partículas. Creo que soy yo misma. No la persona que escribe estas líneas, que es mi disfraz sino el único ser lleno de ideas, cuya forma física son ondas, que la ciencia llama «vacío cuántico» y yo prefiero llamar DIOS.
Dios, sí, pues es el compendio de todas las personalidades, de cuantas ideas hubo y habrá, con un poder infinito (esto se lo reconoce la ciencia al Vacío Cuántico), incombustible y auto mantenedor de sí mismo. Alguien y no algo. Alguien compuesto de tantas caras, de tanta variedad como se ve y manifiesta en este mundo a través de cada roca, vegetal, animal o humano que lo puebla.
No temo morir. Es imposible. Y soñar…Dejaré de soñarme «Shamparo» el día que me muera, para ser lo que siempre he sido, soy y seré, aunque me crea aun Shamparo.