El papel de la mujer fue antaño y aun ahora es valorado como dadora de vida y portadora de lo necesario para que los hijos tengan posibilidades de sobrevivir en primer lugar. Es mágico lo que ocurre en un vientre femenino o lo parece, pues ni toda nuestra ciencia conoce aun cómo y por qué un huevo que acepta a otro extraño, se convierte en un ser humano.
Las culturas muy primitivas admiraban sin saber qué ocurría, que las hembras engordasen, dejaran de sangrar y tras un tiempo, surgiera de entre sus piernas una vida nueva. Era tanta su ignorancia, pero tan fuerte su asombro, que desconociendo la participación del varón, junto a la sensación de maravilla que la naturaleza les provocaba en muchos casos, junto a la pequeñez de sentirse indefensos ante un mundo natural tan avasallador (terremotos, sunamis, sequías, inundaciones, etc.) concibieron a Dios como un ser femenino.
Hay muchos hallazgos antropológicos de figuritas diminutas (8 a 10 cm.)de mujer, que resaltan los pechos, las caderas e incluso el bebé que de ellas nacen. Eran diosecillos, como esas medallas que hoy llevamos, o esos tatuajes que significan algo para nosotros y daban la sensación de tener lo incontrolable a favor.
Más tarde, mucho más, incluso se pensaba como origen de todo lo femenino. Por ejemplo, la mitología griega hace nacer de GEA el resto de los dioses, del mundo. Urano su esposo es su hijo. Y en Roma, en las casas había una lumbre en lugar señalado, resguardado del aire, siempre encendida, porque en esa luz sentían la protección de la Gran Madre, de una diosa llamada Vesta, que no tenía imagen. A lo sutil, lo sublime, es mejor no ponerle cara. Vesta desciende de Gea, es su nieta, pero lo que cuenta es que para las nuevas familias, las madres encendían una tea y llevaban con devoción el bienestar, simbólicamente, a las nuevas casas de sus hijos, donde encendían otra lumbre, que como la de sus hogares jamás se apagaba. Una misma luz acompañaba a pueblos enteros.
Hay un hecho muy entrañable en representar la vida siempre abierta, activa y fértil, en una luz encendida para compartirla con cuantos amas. Y para ellos, esa luz era la presencia continua de Dios en sus vidas, un Dios-Madre.
Actualmente parece que hemos perdido ese espíritu, como si nuestra cultura hubiera cambiado radicalmente. Pero de los mismos textos bíblicos que apoyan el machismo, una lectura deductiva puede hacernos ver que el mismo Jesús habla de esa madre, aun si la llama «Padre».
La imagen paterna de la Judea del nazareno, no difiere del padre severo, justo pero estricto, autoridad indiscutible que tenían nuestros abuelos. Sin embargo Jesús habla de un padre bueno, que se ocupa de los hijos hata de saber cuántos son sus cabellos, que hace salir el sol también para el malo. No parece muy dictatorial, ni exigente, ese padre que Él describe. De hecho es un papá bastante maternal…
Si analizas las bases sociales, las unidades son siempre familias regidas por mujeres, aun si hay tantas nuevas formas de familia ahora. Y la idea de familia, seamos o no creyentes, surge de un trío inspirado por una iglesia, que durante muchos siglos ha dictado la conducta moral de occidente.
Uno puede o no confesarse creyente y/o católico, pero gran parte de nuestros principios y valores son tomados de lo que un galileo llamado Jesús hijo de José selló sobre nuestras conciencias. Y la familia actual se parece aun mucho a la suya.
Aun las mujeres marcan los hogares que forman, se ocupan en general de la educación y formas de la familia y toman sobre sí el peso de cuidar y apoyar el crecimiento y crianza de la prole. No hay lamparitas que recuerden a la Gran Madre…Pero ellas encarnan los roles que lo femenino y antaño divino, representaba esa Madre, que para las iglesias cristianas al menos, se llama María.
La virginidad de María ha sido causa de burla, pues cuesta comprender que pueda haber una concepción sin participación masculina. Si acudimos a los orígenes de las palabras, le encontraremos un sentido mucho más lógico y aceptable.
VIRGEN significa mujer autónoma, que no depende de varón alguno para subsistir. Así, la virginidad de María cobra otra dimensión. Se trata de certezas interiores, actos y decisiones que salen del corazón y la mente.Nada que ver con hechos físicos.
La anunciación de Gabriel, pudo ser la intuición interna de una mujer del pueblo, inteligente, como hay tantas, que imaginase que de ella surgiría otra realidad, un proyecto de vida para ella y los suyos basado en una forma positiva y optimista de concebir la existencia y de sentir lo divino en su piel con otra mentalidad. Gabriel es un personaje bíblico, pero como en toda obra literaria, puede ser la metáfora de una revelación sentida, que luego se cuenta como si fuera algo externo a la mujer que lo sintió.
María habría tenido su hijo en forma convencional, aunque habría sentido que podía custodiar una forma diferente de ver la vida e inspirársela a sus hijos. Su «virginidad» no se referiría al himen intacto, sino a un alma auténtica, original y valiente, capaz de relacionarse con lo divino como algo vivo en ella y capaz así mismo, de generar un hijo distinto en el sentido de auténtico, original y valiente, como ella se sentía. Su mente era autónoma, no cedía a tradiciones o costumbres que pintaban al Dios de Israel como violento y castigador. Respetaba las normas, pero en su fuero interno y en su hogar no alimentaba creencias viejas y deprimentes, castrantes y culpabilizadoras.
¿Pudo haber una María así? Yo así lo creo. Así puede decirse que era «virgen», pues no dejaba que la dirigiesen ideas y creencias que para ella eran muerte y no la vida que esperaba ser.
Cuando una mujer se pone en su sitio, defiende lo que siente y lo expresa, hace que al menos su casa funcione de acuerdo con lo que dicta su corazón y no las costumbres que coartan su intuición, si no claudica ante las exigencias de su entorno, su fe es tan fuerte que no es posible convencerla de hacer lo que sabe que no hace más que daño a la larga, se hace consecuente consigo misma y coherente. Entonces, tardará más o menos, pero su entorno más cercano acaba por hacerse coherente y sano.
A menudo, cuando cuento esto a mis amigas me miran como si señalase una utopía. En realidad no es una utopía, pero crea situaciones nuevas, no siempre gratas de inmediato.
Uno no puede esperar que los que conviven contigo hagan tu voluntad. No. Pero uno sí puede establecer ciertos principios sin los cuales esa generosísima actitud que las mujeres y madres sostenemos, puede frenarse y cambiar las cómodas formas a que sin darnos cuenta permitimos acostumbrarse a los de casa.
Mi madre por poner un caso que conozco, creía que nos teníamos dar cuenta de cosas que ella suponía evidentes y nos reprochaba luego no haber ayudado en la manera que ella esperaba. También te regalaba situaciones u objetos, que pensaba necesarios, pero sin preguntarte. Si nuestras caras no expresaban la satisfacción que para ella acompañaría su gesto, se decepcionaba.
Como mi madre muchas mujeres optan por el sacrificio. Para que todo funcione, se echan sobre la espalda el esfuerzo que podría repartirse entre todos. Se resignan a tener por marido a un indolente, a un «pasota», a alguien que como relata un chiste…, se ocupa de lo importante.
Dos hombres en un bar.Uno le dice al otro:
-¿Como os repartís en casa las tareas?
Él responde:
-Fácil. Yo me ocupo de lo importante y mi mujer de lo demás.
¿Lo importante…?.- Pregunta el primero.
Sí. Yo me encargo de la política, del fútbol…Y ella de la casa, de los niños, de las compras…
«Lo importante no es administrar esa empresita llamada hogar, ni educar a los hijos, ir con ellos a los médicos, a las entrevistas del «cole», o la alimentación y salud de una familia…» Así, no piensan todos los varones. Pero un grupo amplio, a parte de para ellos mismos, ponen muy poca atención para que sus hijos y su mujer sean mentalmente sanos, fuertes sepan afrontar la vida y en suma estén satisfechos de existir.
Muchas mujeres no solo se acuestan con críos que juegan a creerse hombres, es que además tienen en ellos un serio y hostil compañero, que no colabora y además entorpece y dificulta su labor.
Ante esta realidad ellas se deprimen, protestan, lloran, pero no se ponen en su lugar.
Oí una historia de una población musulmana, donde se supone que el sometimiento al varón es mayor, en que ellas se negaron en masa a acostarse con ellos si no cedían en algo que para ellas era vital. Y unidas en ese empeño, lograron lo que se proponían. Imagino que no sin conflicto.
La fuerza de un hombre puede asustar, pero nosotras conocemos mil y un camino para conseguir que lo razonable triunfe. De nosotras dependen tantos aspectos de la vida común, que si suspendiésemos temporalmente parte de nuestras funciones, si hiciésemos valer lo que nos esforzamos a diario, muchas situaciones tendrían que cambiar.
Claro que para ello hay que darse cuenta del propio valor, empezar por el propio respeto y no rendirse si sabes porque el corazón lo dice, que algo es necesario.
Buscamos la armonía, pero aceptamos una guerra fría, no la paz. Buscamos la estabilidad, pero para lograrla, sometemos nuestro cuerpo y a nuestra mente a esfuerzos que tarde o temprano nos enferman.
Ningún hombre es merecedor de una sola de nuestras lágrimas, si no son de gozo.
Esto no es feminismo. Es de cajón. Es empezar a ser Mujer, con mayúsculas.