ABAJO EL FEMINISMO…¡¡ ARRIBA LA MUJER !!(3)

«Ponerse en su sitio…»¡Vaya expresión!

Y …¿QUÉ ES PONERSE EN SU SITO?

Contaré que entiendo por «sitio» y por «ponerse» ahí.

De forma innata sabemos cual es nuestro sitio. Miras a un «,peque». No queda duda de que todo es su sitio desde que camina. No sólo el lugar, sino las cosas. Dile a un niño que no. Descubrirás si sabe que es y no es su sitio y lo que es suyo. Pégale si eres tan bestia, que crees que eso servirá. Puedes hacer como que no le oyes. Ellos volverán a llorar, a berrear, a mantener su rabieta hasta que otra cosa les interese más. Y descuida. Ellos saben sacarte de tus casillas con su llanto, ya sea enrabiado o lastimero.

Hay excepciones a eso. Un maltrato continuado, bien por omisión de cariño en general o un maltrato activo, consigue anular al bebé. Llamo bebés a pequeños que aun no cumplen tres años.

Existen estadísticas horribles sobre los horfelinatos. Si no eres de esos niños/as que conquistan a primera vista y sólo te cuidan con lo elemental: comida, limpieza, abrigo…, pasa que hacia los 6 a 8 meses se encierran en un mutismo, en una inapetencia brutal, que acaba con sus vidas. Antes hicieron el último intento: Auto golpearse contra los barrotes de sus cunas. El dolor hace sentir que de fuera llega algo, cuando nadie les da lo básico: AMOR, atención. Ojalá estos datos sobre mortandad en huérfanos (muere un 60% ), sean actualmente otros. Los míos son de los años 60 del siglo pasado. Pero mucho me temo, que sobre todo en el tercer mundo esto sea cierto aun.

Algunos nacen con una energía, que ni el desamor mata. Son los menos. La realidad cuando sacude con esa contundencia arruina «al más pintao».

Pero en cualquier caso, lo dicho, no atañe a los niños del primer mundo nacidos en familias, digamos, normales. Valga pues decir, que el ser humano conoce su sitio cuando nace y durante el corto periodo hasta los dos a tres años.

Es un hecho. A los bebés se les corrige sólo si lo que demandan es perverso para su salud, ataca su vida o es un riesgo muy elevado, con peligro.

En Psicología se contemplan dos madres. Hay una llamada «buena» y otra llamada «mala» madre. La buena es la que me acaricia, abraza y permite que explore mi sitio. La mala es la que se opone a mis deseos. Crecer es conjugar ambas realidades dentro, comprender que esa mamá mía es ambas: la buena y la mala y que yo tengo parte en que sea una u otra.

Mientras esto ocurre,existe una incapacidad del crío para asimilar cuanto le ocurre, ya que  su criterio para comprender depende de lo que mamá y papá le han dicho que es válido. Lo asume de tal forma y sin otras fuentes que su experiencia, que su moral, o sea la distinción entre qué vale y qué no, es un calco de lo que los padres le muestran, algo que le han «insertado a fondo». En otras palabras, se sentirá malo- bueno, según papá y mamá se lo canten a diario. Y pronto su inicial conocimiento del mundo como «su sitio», y su imponerse anterior, se disuelve en lo que sus padres y su grupo social cercano o extenso, le dictan que es.

Nos pilla muy tiernos la vida mundana, sin ideas, ni palabras que expliquen la realidad y cual una cassette recorder, la cantinela de lo que es ser bueno se convierte en  normas sociales comunes a muchos. De lo aprendido hay mucho que sirve, pero sólo es útil si pasa de nuevo por el tamiz de nuestro «yo mayor» y recibe nuestra aprobación.

No está todo perdido. Queda un ser interno en la retaguardia, que clama por hacer lo que le pide su naturaleza y llora a gritos pidiendo ser escuchado. Lo que registró su mente pide revisión y no permitirá desoírlo. Aun si la mayoría de nosotros claudicamos y no escuchamos nuestra voz interior metidos en el ruido del diario existir, metidos en nuestras dietas, nuestro deporte, nuestros viajes, nuestro trabajo…, la insatisfacción que nos acompaña a menudo es el más claro exponente de que el niño/a que fuimos vive y espera que revisemos aquello, que tragamos sin comprender. Queda pendiente que tomemos nuestro sitio en la vida y reaccionemos desde quien somos.

El mundo actual es en el mejor de los casos paternalista, a menudo es directamente machista.

Como si desde aquella época en que nuestros ancestros descubrieron que el hombre era causa de la concepción, no magia sino intervención de dos, todo se programa teniendo en cuenta este detalle.

Quien acogía bajo su cuidado hijos de la vida, ahora no iba a dejar su herencia a los hijos de otro hombre. Las leyes se orquestaron para que los matrimonios fuesen «sagrados» y una mujer no osase copular con un competir para su marido, para que su simiente con su herencia, llegara sólo a los que por esa fidelidad impuesta, deberían ser de su sangre. Aun hay pueblos que destrozan a las mujeres, ya ante la sospecha de que lo del hombre pueda ir a para a manos de otro que no es hijo suyo.

Tan simple como esto. También es simple lo que sigue.

Un hombre desde niño compite, muestra su fuerza, que es lo más notable que tiene. En la naturaleza los machos se comen a los cachorros del otro, solo por propagar su herencia y no la de otro macho.

leon

Para lo masculino es un acto de generosidad casi impensable, tomar los hijos de una anterior pareja como propios a todos los niveles. Y no hacerlo en todo o en parte no deja de ser natural. De los tres departamentos en que nuestro cerebro se divide, dos son más animales que humanos y su influencia no es desdeñable. Hace falta un hombre muy humano para que el tercer departamento, que le eleva sobre los actos de un animal, se desarrolle y actúe.

Pero lo masculino considerado bajo un punto de vista antiquísimo, actúa todavía

La especie humana optó en su evolución por un mecanismo de reproducción basado en dividir las funciones. La hembra nace predispuesta a ser dadora de vida y a protegerla, y el macho nace preparado para dar los genes más potentes a su descendencia, quiere propagarlos cuanto más mejor para situarse por encima de otros machos. Así él es el mayor, el mejor y se siente superior: la mejor opción para la hembra que lo elija.

Estos datos de nuestra especie, generaron este mundo machista que el feminismo denuncia. Se crearon intereses, poder y deseo de mando a partir de la decisión de no acoger hijos de otro, leyes que mantuvieran privilegios desproporcionados surgieron de mano del que físicamente más puede. Pero las mujeres mismas apoyaron esas leyes, y se escandalizaron cuando alguna de ellas no respondía a esos «principios».

La ablación, quizá el más tremendo ejercicio machista, no la realizan hombres sino las madres viejas. Son las propias mujeres, madres de esas niñas, quienes aceptan que sin esa brutalidad sus hijas no serán parte de su sociedad y permiten lo que las mujeres de edad mantienen, tal vez como una venganza por el dolor y sus consecuencias, que ellas aun representan y viven.

En tiempos pretéritos la educación europea la llevaban hasta los 7 años las mujeres y sólo luego se ocupaban los varones. Y …¿Quien hacía machistas a los peques? ¿Quien obligaba a una conducta distinta a los varones y a las hembras? No eran los hombres…Éramos nosotras.

Hay que romper ese machismo cuando podemos, exigiendo si hiciera falta, provocando siempre conductas paritarias entre chicos y chicas. La educación de los pequeños es de las mujeres. ¿Quien patenta y reproduce el machismo?

Cuando una mujer descubre su sitio y en él se pone, produce un auténtico caos mental, como poco, en su familia. Y nuestro sitio es de la creatividad, el de la intuición que a menudo acierta, el del orden sí, pero no a costa de nuestro sacrificio para mantenerlo.

A penas hace cien años, las mujeres no podían trabajar y ser VIRGENES, es decir autónomas. Necesitaban el apoyo y el permiso de sus maridos, no ya para votar, hasta para hacer suya una herencia. Mientras dependemos del dinero del otro, es decir de su esfuerzo, el otro exige que le alimentes, le laves, le cuides y atiendas, aun por encima de sus hijos.

La cuestión  «hijo» es femenina, pues generarlo físicamente lo es. Su crianza no tiene por qué ser femenina, pero demasiado a menudo ni les hacemos participar, ni nos negamos a que dejen de implicarse. Hemos cometido el mayor acto machista nosotras solitas, cuando nos permitimos implicarnos más en los hijos que ellos.

Queda una duda. ¿No será que muy en el fondo preparamos nuestra vejez?

Un hijo o/y una hija nos cuidarán. ¿Merecerá la pena tragarse ballenas por el albur de que te sigan aguantando cuando no veas, no oigas, te mees encima y recuerdes poco y repitas mucho?

Tengo la triste impresión de que muchas madres han sido machistas inconscientemente, por asegurarse una pensión vitalicia.

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s