«Cuando sea mayor» es eso que decimos cuando no lo somos y tras ese «CUANDO» hay infinidad de sueños, deseos por conseguir. Sobre todo uno: LIBERTAD de actuar según nuestra voluntad, sin padres que nos agüen los proyectos con precauciones o esperanzas sobre nosotros.
¡¡¡Pues ya eres mayor!!! ¿Y ahora qué pasa? ¿Por qué sigues diciendo que algún día…? ¿Por qué no AHORA?
Uno busca mil, sí, EXCUSAS. La más socorrida: Tengo hijos a mi cargo, o tengo que cuidar de mi padre o de mi madre…
Y digo que es una excusa, porque no son ellos los que nos impiden encontrar un hueco al día para hacer lo que íbamos a hacer cuando fuésemos mayores. ¿Viajar? Puedes buscar a alguien que durante unos días te permita escaparte y realizar tu sueño. Alguno podría decir: «Es que quería viajar siempre, conocer mundo…» Y le preguntaría : ¿Y cómo has llegado a ser el que «cuida de»…? ¿Cuándo aceptaste que te tocaba a ti solo y para siempre? Porque hay residencias temporales, hay personas y hermanos que también pueden ocuparse…, eso sí, crees que te hacer un favor. Lo importante es cuánto vale para ti ese sueño.
Generalmente no se trata de ser aventurero/a.
Lo corriente es querer algo lejos de nuestro alcance: Ser artista, tener una gran casa, o vestir de forma determinada, o poseer joyas, coches, u otras exquisiteces…
Mi sueño infantil era tener una casa con jardín, un loro, un caballo, un perro y un gato. Tener suficiente dinero para mantenerlo y vivir sola. De todo punto era una insensatez. Primero, porque mi deseo de ser madre era total, no estar sola. Segundo, porque deseaba más que un tonto un lápiz tener pareja. Tampoco muy acorde con esa soledad. Después porque un caballo no vive bien en un jardín y un loro es más ruidoso de lo que me gusta sentir. En cuanto al perro, cuando conseguí tenerlo descubrí que no soporto su olor, ni que me siga a todas partes, ni sacarle a pasear a diario varias veces. También tuve jardín y descubrí igualmente, que si quieres cuidarlo tu y que esté bonito, chupa casi todo tu ocio y estás demasiado agotado para hacer algo después.
Con el tiempo descubrí que aquello era un sueño bobo. Probablemente no me habría hecho feliz.
Hay un deseo de libertad escondido bajo esos sueños y creemos que conseguirlos te hace libre, pues sigues «tu voluntad». Si lo consigues en todo o en parte te das cuenta, que eso tampoco era lo que buscabas…Y ante todo ¿Conocemos nuestra voluntad?
Fantaseamos con eso de hacer lo que queremos y mucho más a menudo sabemos lo que no queremos. Muy pocas veces lo que queremos, porque si realmente quieres algo hasta el punto de ser vital, LO BUSCAS Y LO CONSIGUES.
Y …¿Cómo descubres que es lo que no te gusta? ¿Cómo vas apartando la hierba que te permita ver el prado donde quieres vivir? Pues a base de tomar caminos que te llevan a lugares que no son tu «prado»y hacer eso que tan poco nos gusta: EQUIVOCARNOS.
Un animal no elige. Su instinto le dice qué debe hacer a continuación. Nosotros tenemos también ese instinto, pero no determina nuestra conducta, sólo permanece calladito y surge con lágrimas de nostalgia cuando miras tu vida y te sientes lejos. NOSOTROS BUSCAMOS LA FELICIDAD. Ese es el instinto que perseguimos.
Sin embargo solemos creer que hallarla requiere un pago. Estamos tan acostumbrados al trueque, que no esperamos que nada sea gratis. Incluso a los amigos queremos devolverles de algún modo aquel favor, aquella prestación…
Y la vida da mucho gratis…Sólo fíjate: Nos da un día cada vez para vivirlo, aire para respirar y un corazón latiente que nos permite EXISTIR.
Si plantas una tomatera tendrás que regalar tomates. Salen tantos que ni comiendo en cada comida tomate llegas a comerte tantos. No podrías hacer conserva si quiera para tanto tomate…Si tuvieses una vaca, tampoco podrías tomar toda la leche que da…Ni siquiera haciendo queso…
Un arroyuelo emerge de la tierra, o del deshielo y baja con fuerza inusitada montaña abajo, arrasando las arenas que encuentra. A él se suman otras corrientes igual de fuertes y un día llegan al llano casi y de pronto aparece un dique. Toda esa energía se ve frenada. Algo así somos nosotros.
De niños vivimos con tanta intensidad cada acontecimiento, que parece que se acabará el mundo si no conseguimos aquello. Observo a mis niños en clase y cada emoción surgida por una pequeñez es tan profunda, que lloran con verdadera desesperación y es muy difícil convencerles de que «eso» no importa realmente. Un puntito con sangre es motivo de conversación. Un empujón es un agravio inconcebible, que otro coja antes que tu algo es perder la vida… Somos ese arroyo de fuerza brutal, encontrando diques y creemos que los diques son malos, que coartan, cuando sin diques seríamos una inundación constante imposible de soportar emocionalmente.
Con tiempo comprendes que el río es sabio. No puedes ir contra su corriente, porque el agua siempre baja, nunca sube…Y descubres que yendo con el sentido de esa corriente hayas primero el bienestar y después un día miras…¡ Eres feliz!
Eso si, conviene guardar la intensidad con que vive tu niño/a, no soportar las cosas porque no hay otro remedio. Ahí es donde viene bien nuestro espíritu revolucionario. En lo pequeño, en lo cotidiano y hacer lo que ciertamente puedes y deseas hacer.
Es que tengo que ir con o a …Es que debo de hacer esto…o lo otro…
PIENSA. PARATÉ.
¿REALMENTE no puedes o es que te has vuelto acomodaticio y no quieres conflictos?
Sería bueno negarse a lo que no queremos y no seguir costumbres porque lo son, o pactos aparentemente irrompibles. Si algo tiene la vida es su afán de cambio. ¡Apoltrónate! Te sobrevendrá uno inesperado.
El conflicto es la raíz de la existencia. Impulsa ideas nuevas, modos diferentes de actuar, crea nuevas necesidades. Si avanzamos es gracias al conflicto y hemos creado un mundo donde para todo hay un seguro o lo inventamos. Intentamos evitar los conflictos. ¡Valga que uno procure que su casa no se desmorone y quiera asegurar su construcción…Vale que hagamos carreteras que facilitan los desplazamientos…Pero para el mundo emocional construir sólidamente o hacer vías de acceso seguras, no garantiza la felicidad.
Tendemos a esperar lo conocido y luego nos aburre. Y es ahí donde te detienes y te preguntas…: «¿Qué fue de mis sueños?». También entonces se encoge el alma pues tu vida no es para nada el estado de felicidad que mereces.
Nadie va cambiar eso.
De adolescente oía a mis compañeras y amigas. Sentía que había un mundo excitante fuera de mis posibilidades. Me decía que un día tendría un novio, que me llevaría a todos esos lugares, a vivir esas experiencias tan atractivas. Llegó el novio. Me casé y salvo un pequeño viaje a Brujas en Bélgica, jamás me llevó a «esos» sitios….¡Vaya usted a saber qué creía yo que había en las discotecas de que hablaban mis amigas, los teatros, la ópera, los grandes viajes…, aquel mundo que ellas disfrutaban, donde lo pasaban de lo lindo!
A mi se me acabó pronto el atractivo de las discos. Beber y llegar al «puntito» de ebriedad justo, bailar como una loca horas, charlar a gritos… No es mi idea de disfrute. El teatro al que si voy, o la ópera a la que no voy, porque no acaban de atraerme, tampoco llenan tanto como para perder la cabeza y reconozco que disfruto, pero un viaje en una atracción de feria: SE ACABA PRONTO. Y los viajes, en una época me encantaban. Pero también son una huida de la vida real.
Lo que de veras me entusiasmaba era estudiar, sentir a las personas. Para eso no hay que perder de vista tu casa, los lugares donde guardas las cosas, ni tus horarios o tus costumbres. Y es un horror hacer y deshacer maletas, pasar horas en aeropuertos, para sentarte luego donde ni para orinar hay espacio.
El mundo alucinante del deporte, las salidas, las noches en vela, tiene poco atractivo para mi. No me motiva generar adrenalina. Es estar a gusto con gente que se abre, conversar, bailar si toca, jugar a veces y comunicarse. Eso me es atractivo. ¡¡Y… Es más barato…!!
He aprendido que la soledad y elegir qué haré a continuación es un disfrute relajante y llena mi alma.
Pero sobre todo siento que la vida es ese río que me lleva donde quiere y floto con la corriente, aceptando lo que hoy trae. ¿Mañana? ¡Dios dirá!
A veces me descoloca, otras me sorprende, pero no quiero imaginar qué vendrá después. Sólo vivir intensamente mi ahora, que no es espectacular, ni alucinante a ojos ajenos.
A veces sentarme con una de mis plantas es todo. Podo sus hojas, la limpio con cariño, la hablo para no asustarla y pienso cómo atenderla mejor, qué abono o cuánta agua necesita. Eso me satisface más que uno de mis trasnochados sueños de muchacha.
Suena el teléfono. Converso largo y tendido con amigos, bebo un café más, o me como frutos secos y con cosas muy simples…, las horas de luz se escapan.Llega la tarde. No miro el reloj. Sólo el sol y la luna me indican que va siendo hora de cerrar otro capítulo de vida sencilla, pero feliz.
El río de la Vida me lleva. He hecho lo que quería un día más…Sin salidas obligatorias, sin torcer mi voluntad, u obedecer otra cosa que lo que cada minuto me sugiere…