Amar es una actitud

Uno de los seres que más quiero me enseñó esto:

EL AMOR NO ES UN SENTIMIENTO. ES una actitud ante la vida. Puedes o no sentir ese gozo que suele traer, pero aun sin sentir nada…, si UNES, amas.

¿Cuántas veces te sientes fenomenal con alguien, percibes una alegría intensa sólo con estar a su lado y por él/ella, harías…LO QUE FUERA? Otras, ves gente que no te conmueve en absoluto, o gente que directamente te cae mal.

Es particularmente con estos, los que nos son indiferentes, o los que nos repatean «na más verles»…¡Vaya usted a saber por qué!…, con quienes no sentimos «amor».

Pasa que tenemos una serie de condiciones para otorgar ese «amor». Te amo…si haces esto y esto y esto. Pero si no lo haces, entonces ya no te amo.

Ya hace mucho tenía la loca intención de querer sentir amor por todos y hacia todos. Y como no lo sentía me creía un ser humano despreciable. Es más. Un día me investigué a fondo, apartando a todos los que en algún momento no me habían gustado y casi me mareo, porque con ese criterio, QUERER lo que se dice querer, no quería más que a dos personas.

¡¡Cómo era posible que fuese tan cerrada!! … Porque había gente que me había tratado muy bien incluso, por los que yo no sentía ese gozo, ni me apetecía estar con ellos jamás.

Uno camina por la vida con ideas sobre uno mismo muy dañinas.

Se pone a sí mismo ante el microscopio y deduce teorías sobre quién es, que nos desmerecen y si no fuera porque al tratarse de ti mismo, no te cabe otra que soportarte, ni nos «miraríamos».

Hace unos días una amiga me decía con lágrimas en los ojos que «ahora», más de treinta años de existencia, por primera vez estaba descubriendo que era muy querida…

Hay gente que vive años creyendo que no hay en ellos nada que pueda atraer a los demás y sufren, interpretando las reacciones ajenas, explicándose las conductas de modo que siempre salen mal parados…

Tenemos un serio conflicto de apreciación, de evaluación de lo que creemos ser, de lo que damos o podemos dar y en el fondo todo se reduce a no saber qué es amar.

Todos sabemos lo que nos gusta cuando nos acarician, cuando nos muestran detalles que delatan que nos han tenido en cuenta. A eso le llamamos AMOR. Pero a menudo recibimos lecciones, crueles en ocasiones, que nos descolocan. Y entonces a nadie se le ocurre que una forma de amar es enseñarnos qué somos y que eso con frecuencia no nos gusta.

Hay un episodio para mi muy esclarecedor sacado de un libro antiquísimo. Se trata del Baghavad Gita. Es para el hinduismo como la Biblia para el cristianismo. En él Dios lo representa Krisnha, el equivalente de Jesús.

La historia cuenta los avatares de un rey, Arjuna, que se ve obligado a defender su trono de sus familiares, quienes le disputan el derecho al trono. Por ello va a la guerra contra ellos. Pero ya iniciado el camino hacia la batalla, se arrepiente y le dice a su auriga, que no es otro que Krisnha, que de media vuelta, porque siendo un ser pacífico no puede ir a matar a los de su sangre.

images

Su respuesta siempre permanece en mi memoria:

«No Arjuna. No puedes volver aun. Tu papel es este. Ellos ya están muertos. Pero sólo se consumará su muerte cuando tu les claves tu espada».

Para mí matar, como para el rey Arjuna es una acción despreciable. Y sin embargo Dios le conmina a actuar y hacerlo. ¿Cómo es eso?

Me he dado cuenta de que nuestros actos nunca están desligados de la acción general en donde todos somos parte. Hay algunos dulces y bellos que todos admitimos como AMABLES. Y sin embargo, pasado el tiempo uno analiza momentos duros y reconoce que sin aquel empujón, sin aquel insulto, sin aquella cosa que nos hizo llorar incluso, jamás habríamos avanzado, crecido, evolucionado. Y uno es también quien clava la espada de allá para cuando.

En este teatro mundial donde el vuelo de una mariposa puede modificar los vientos y convertirse en ciclón en el Caribe, cada acto esta profundamente relacionado con los demás y aun si nos parece nada o poco grato, puede ser ese el que nos espabile, nos ponga en marcha y nos abra la puerta a comprender que una actitud que busca la unión, puede en ocasiones resultar desagradable.

Lo que identificamos como amoroso, como agradable, acaba por no ser tenido en cuenta. Es corriente que NO se aplauda lo que sale bien. ¡Pero cómo criticamos lo que sale de otra manera a la que esperábamos!

De los periodos que llamamos felices aprendemos poco. Es cuando se nos irrita, cuando nos sentimos atacados o provocados cuando buscamos modos de encontrar el bienestar perdido y crecemos.

Luego ocurre que acumulas experiencia y aquello que antaño te molestaba sobre manera, lo puedes ver tranquilamente. Y a quien te ponía la zancadilla le has de agradecer que te mostrara una cara de ti, que aun si no recibiste como grata, hoy ves que te enseñó algo de ti, que hoy sientes unido y en paz.

Lo que hay que unir no está sólo fuera. Que también esté fuera ayuda mucho, porque uno no puede sentir lo que se le oculta y al mostrártelo otro, te percatas de que si te ha llamado egoísta, tacaño, o envidioso, pues resulta que sí, que también eres eso.

Lo que pide estar y sentirse unido es uno mismo. Puede que sentir y reflexionar sea suficiente a veces. Pero esos picos que suben y bajan nuestro ánimo gracias al prójimo, muestran el relieve montañoso de nuestra personalidad, de lo que somos y eso es lo que quiere sentirse unido y aceptado.

Curiosamente esa aceptación no vale de nada si sólo viene de fuera.

Cuando mi amiga se sorprendía de haber descubierto que era amada por muchos, como cuando te tomas como eres, con pros y contras, lo que en tu fondo pasa es que características que estaban apartadas de tu conciencia se convierten en parte de ti. Unes tus trocitos. Y sientes que mereces la pena para ti y desde ti mismo.

Igualmente en el gran mundo, en la vida social, en nuestras familias se trata de unir y en ocasiones para lograr esa unión puede hacer falta un grito, clavar una espada, o ponerse feo…

Ayuda mucho proponerse ver siempre algo bueno en cada situación, en cada persona, porque aceptamos mejor lo bondadoso…

Cuentan que a las puertas de Jerusalem había un perro muerto casi putrefacto, que expedía un hedor de espanto. Caminaba Jesús con sus amistades y todos se tapaban la nariz, cuando no decían algo sobre el pésimo olor que les llegaba. Entonces Jesús les dijo:

-¿Pero os habéis dado cuenta de cómo brillan sus dientes? ¡¡Parecen perlas!!

Ver lo grotesco, denunciar lo erróneo, delatar el error no es que sea nocivo, es que separa más, hace daño y aparta al que lo escucha, en especial si va dirigido a él. Por contra, si uno planta bondad, si planta belleza por poquita que haya, recolectará eso que planta.

Creo que se atribuye a San Agustín esta frase:

DONDE NO HAY AMOR PON AMOR Y ENCONTRARÁS AMOR.

Y si amar no es sólo el azúcar, si es una actitud interior que busca la unión propia como proyector de la unión fuera, creo que cuando no sentimos nada, o incluso malestar pero somos capaces de buscar perlas que brillen en la vida diaria, aprendemos a amar. Y uniendo y amando lo de fuera, uno se siente por fin AMADO.

¿Por quién?

Por uno mismo.

 

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s