Bajo nuestro deseo de ser felices duerme casi el deseo de vivir en otro mundo: UNO NUEVO. ¿ A quien no le gustaría dibujar uno mejor?
Los activistas parecen cambiar el mundo mediante manifestaciones, se exponen, abandonan sus familias y su circunstancia y son apresados por defender sus ideas… Parece que consiguen algo.
¿O sigue todo igual?
Ni informativos ni periódicos muestran cambio alguno. La vida humana sigue valiendo muy poco. El sentido más humano que mejor vende es:
«Yo en mi casa y Dios en la de todos» o «vive y deja vivir». Ambas sentencias me separan del resto.
Un ciudadano bueno, es un egoísta civilizado. Sí. Cuando me dicen lo de : » Estás en tu casa», nadie espera que cambie cuadros, muebles o me comporte como lo hago en la mía. Es una generosa hipocresía. Un buen ciudadano no consentiría el hambre o la miseria. Sentaría a su mesa al pobre, le compraría ropa nueva, no le daría la que ya no usa… ¿No?
Al ayudar puedes ser rechazado… No va de dar. Va de «enseñar a pescar», ofrecer la posibilidad de salir del pozo, no sacarle yo de él. Muchos «pobres» no desean volver a ser dignos ciudadanos… No cabe esperar ayuda de las instituciones. Son quienes claman justicia, armonía o la extinción de la miseria quienes han de cambiar de actitud. No casan nuestros buenos deseos con nuestra conducta. Realmente, uno no puede ayudar a nadie, salvo que quiera ser ayudado. Y lo frecuente no es arreglar las causas, sino mejorar los síntomas.
No es el mundo el que ha de cambiar. Ni siquiera yo debo hacerlo. Es mi comprensión lo único que ha de hacerse flexible como un junco, que llega la tormenta y lo tumba, pero tras su paso vuelve a mirar al cielo, recto como siempre.
A quien importa más comprender no es ni al mundo, ni siquiera al otro.
ES A MI MISMO.
Días atrás descubrí en mi un rechazo a gente que vino inesperadamente a una fiestecita de amigos. Ayer mismo me sentí celosa de quien recibía reconocimiento público. Sentirlo me revolvió el estómago y me apareció un dolorcillo en la base de la columna. ¡No me extrañó! Desde que decidí conocerme a fondo, cada emoción negativa provoca en mi cuerpo un reflejo casi automáticamente.
Miré con atención ese rechazo y supe que a parte de reconocer mi egoísmo y mis celos, tenía que encontrar dentro ese «yo» que sentía » desprecio». Las dos mujeres eran mi espejo, expresaban sentimientos nada loables según. Eran yo. Las imaginé por separado y me vi abrazándolas, juntando mis brazos al rededor de mi cuerpo, dije:
«SOIS HIJAS MÍAS… Y os amo. Os veo y mi amor y mi capacidad de abrirme al otro se nutrirán de vosotras que me sostenéis. Os bendigo. Podéis volver a estar en mis raíces con mi gratitud.»
Cuando uno quiere sembrar amor, es lógico que todas esas facetas que lo sostienen se nos revelen para que puedan hacer su trabajo, nutrir y sostenernos, pero conscientemente, no vestidas de ignorancia por mi parte. Es entonces cuando la comprensión y aceptación de uno mismo, de eso que nos enseñaron que era tan malo, tiene un papel sanador y liberador.
¿Queremos un mundo NUEVO…, de veras?
Miremos la maldad con otra perspectiva. Sobre todo: reconocer cómo también está en mí agazapada.
Como una raíz sostiene y nutre al árbol, lo que llamamos malo sostiene lo bueno que aparece en mí. La realidad se hace, según la física cuántica, de observar y producir un SI y no observar, ni producir aquello a lo que le decimos NO.
Lo MALO no está diseñado para estar a la vista y herirnos. Es callado, vive en la sombra. Se expone porque ha de ser muy duro trabajar siendo no ya ignorado, sino maldecido. Y quien emerge no es «el mal» como idea, sino partes de mí que jamás reciben aplauso, porque no sabemos que existe.
No puedo ni recoger a todos los pobres de la calle, ni evitar las guerras, ni cambiar a los gobernantes ambiciosos. Ni puedo ayudar a quien no quiere mi ayuda tampoco. No es ese el planteamiento. Pero puedo llevar reconciliación a mi alma, bienestar a mi corazón… Y si soy feliz, mi entusiasmo y alegría pueden al menos comunicar mi sonrisa al otro.
¡Quien sabe! ¡Lo mismo contagio a alguno y si muchos tratamos el mal con generosidad, comprensión y misericordia, en vez de justicia, estaremos plantando la semilla de ese mundo nuevo que tanto nos gustaría ver!