Esta palabra con un significado tan hondo, ha sido hoy la canción de mi vida.
Mi clase la forman 24 infantes de 3 años. Pronto cumplirán 4.
A esta edad el ser humano está descubriéndose.Cada logro le da un valor especial, le hace crecer sobre sí mismo y le confiere una sensación poderosa de ser individuo. Tanto es así que cuando dices «TODOS» de inmediato oyes: «¿Y Yo?» y otro más: «¿Y Yo?» y aun dos o tres vocecitas preguntarán: «¿Y yo?»… Una mente adulta tiene claro, al menos, que todos son todos. No así ellos. Viven su personita con tal intensidad que el concepto «nosotros», simplemente no entra en sus cabecitas. Son islas.
Sin embargo nos tocaba como tantas veces «juego libre».
Durante décadas para la escuela el juego quedaba fuera de las aulas como una influencia maléfica. Y justamente es JUGANDO como un pequeño aprende. Su capacidad de atención dura a penas unos minutos y entonces sus cuerpecillos piden acción. Es actuando con su cuerpo entero como desarrollan su inteligencia, como vuelcan la emoción en lo que hacen y como aquello que viven se plasma en su memoria.
El valor del juego es vital, pero si además las múltiples ofertas que ofrece mi clase son elegidas voluntariamente, un rato de juego convierte la clase en un verdadero caos.
El suelo se cubre de coches; las mesas de muñequitos con los que entrar y salir de una casita de 20 cm de alto; el cesto de los animales queda casi vacío, porque reposan sobre el piso por doquier; los bloques de madera se reparten en construcciones desechas, que ya perdieron su interés y en nuestra casa de metro y medio por uno y medio aproximadamente, de forma incomprensible cinco, seis y siete niños juegan sacando y metiendo de los armaritos comida de plástico, o llaman por teléfono, o desvisten a un muñeco, mientras otra pasea con su carro a su bebé después de guardar el biberón en su bolso. Unos cuantos se han apoderado de la pizarra y dibujan y dibujan como posesos…
Entre tanto un tractor y un triciclo son montados por dos «conductores», que no miran por donde van mientras recorren una y mil veces la clase. Y otros se miran en el espejo recién vestidos a su manera, de vaya usted a saber qué. Otros tres juegan a algo que quiere ser un juego de bolos sin reglas, porque en ese preciso instante se las están inventando. Mañana serán diferentes.
De pronto les hago mirar el reloj de la pared.
-¿Veis ese barco con vela?
El cuatro lo puede parecer, como el seis un caracol. Les señalo que cuando la aguja que yo pinté de azul del reloj toque el cuatro, habrá que guardar todo. Ellos no saben que faltan cinco minutos y vuelven al juego tranquilos. ¿Qué son cinco minutos cuando tienes 3 años? …Es la eternidad.
Mi voz vuelve a sonar y canta: » ¡A guardar, a guardar cada cosita en su lugar, que es la hora de la fruta tarari-rurí-rurá!».
En sus casas guardar los juguetes es una tarea casi imposible. Pero en clase… En menos de diez minutos toda las cosas han vuelto a sus cestos, a sus lugares casi sin mi ayuda. ¡Magia!
Entonces, esta mañana, les hago mirar su clase.
-¿Habéis visto lo que habéis hecho juntos? ¿Hemos jugado aquí? Todo está en su lugar. ¡¡¡SOIS FANTÁSTICOS!!! ¿Y quién lo ha hecho?
– Yo. Dice una voz.
– Yo. Dice otra, y una tercera y una cuarta.
-¡¡Lo hemos hecho todos juntos!! ¡¡Un aplauso para todos!!
En esta fase darse cuenta de qué es un equipo es tan difícil…Y sin embargo han actuado como hormiguitas, cual un equipo de duendecillos unidos y es importante que sepan que lo hemos logrado TODOS UNIDOS.
No es la primera vez que siento el gozo de la unión en la acción.
No eres tu, o yo, o él quien consigue nada. No es el individuo por capaz que sea «el más…». No. Lo que actúa cuando hay un equipo activo es una fuerza que no presume, ni pretende destacar, sino aportar espontáneamente su granito de arena a la actividad, que fluye como un torrente y con una velocidad inaudita hace lo pesado ligero, lo aburrido interesante y lo de todos mío.
En nuestra televisión hay un canal de reportajes. El de esta tarde trataba de un europeo que va a Botswana, a convivir con una de las últimas tribus bosquimanas dos semanas.
Esta tribu con veinticinco miembros habita unas casas como iglúes de paja. De noche hay menos de cero grados centígrados. En ellas duermen cinco personas tan pegados, que uno no imagina cómo pueden descansar.
Dicen del europeo que es alto y gordo. ¡No es extraño! Es más bien flaco, pero… ¡Al lado de sus cuerpos que no deben pesar más de 45 kg. de adultos, es grande desde luego!
Aunque lo más llamativo de esta gente, que vive en el desierto del Kalahari es que se alimentan con la carne que cazan los leones. Les rodean estos poderosos felinos, que en África matan cuarenta personas por año, es decir que podrían ser su alimento. Y han desarrollado a lo largo de su historia un conocimiento tan profundo de las costumbres del león, que se acercan a ellos caminando, con un palo por defensa.
El europeo va entre ellos con miedo. Ha filmado desde su vehículo muchas veces la actividad del león, pero jamás ha caminado, buscando además huellas frescas de leones para sustraerles sus presas.
Uno avista una leona con tres cachorros. Potencialmente al riesgo se añade que ella defenderá a su prole, como se suele decir, como una leona. Nunca mejor dicho. Se aproximan erguidos a ella. Se ven. Animales y personas son conscientes de la cercanía: unos 8 o 10 m. La leona tardaría na y menos en correr esa distancia. Pero el grupo de hombres camina al tiempo en dirección a ella y la leona se va. Sus cachorros la siguen.
Un dato: La leona estaba tapando con tierra el cadáver del orix del que comían. Los bosquimanos sabían que de momento estaban saciados. Guardándose las espaldas, porque aun está cerca aunque no la vean, cortan una parte del cérvido y dejan otra para la leona y sus cachorros. ¡Nadie pierde!
Lo que he visto y sentido ha sido la unión de cuatro hombres hacer frente y ahuyentar al felino más temido. No era una demostración individual de fuerza, o de conocimientos, ni había uno mejor o más fuerte que el resto. Ninguno presumía sobre los demás o se atribuá el mérito. NO.
Es la sensación, el sentimiento de ser una unidad que afronta la acción lo que ha desbancado a la fiera. No es una suma de unidades, sino una potencia mucho mayor fruto de la fusión.
Nuestro mundo vive enfermo de «protagonismo». Somos muy parecidos a mis peques: «¿Y yo?», parece decir una voz que ya no se alza…Y olvidamos que si por algo somos superiores es por la UNIÓN DE NUESTRAS CAPACIDADES, de nuestra acción, que es lo que crea este habitat cómodo que disfrutamos.
Electricidad, agua corriente y calor o frío, redes sociales funcionando…Para que esto sea funcione muchas tareas son realizadas por muchos que no reciben un óscar o un nobel jamás.
Es la fuerza de nuestra UNIÓN lo que nos alimenta, nos sostiene, sin que uno sea más merecedor que otro de aplauso. El aplauso lo merece la humanidad entera cuando trabaja en equipo para la comunidad.
Yendo más dentro y mas al detalle, hay algo a tener en cuenta:
La cantidad de masa física de cuantos humanos somos ahora mismo cabe en un terrón de azúcar. El resto es vacío cuántico, con apariencia de cuerpos separados entre sí.
Me pregunto si toda nuestra actividad es realmente nuestra y no de ese VACÍO, que desde el minuto uno en que se transforma en cada partícula tiene para cada individuo un plan. Esto es ciencia:
Los físicos cuánticos lo llaman el ORDEN IMPLICADO.
Creemos ser el motor de nuestros actos y cuando actuamos como elementos separados del resto dañamos la convivencia. Cuando podamos sentir que somos un equipo, que nuestros actos son del todo, no de las partes, en ese momento desaparecerán los problemas y sentiremos el gozo de SER UNO CON TODOS.
Es natural que mis pequeños que están empezando a conocerse busquen valoración y griten su: «¿Y yo?». Pero el viaje de la vida podría soplarnos al oído que cuanto hago sólo para mí no sirve, que el «y yo» natural a los 3 años debería convertirse en un NOSOTROS JUNTOS.
Para mí VIDA y VACÍO CUÁNTICO son sinónimos de Dios. Dios no es cosa de iglesias o de sacerdotes, es una fuerza, una energía que nos conecta y sabe dónde va. Cuando actuamos unidos y el «y yo» da paso al «nosotros», un nosotros que comprende la humanidad y la naturaleza, el mundo fluye:
Una clase se recoge en diez minutos por desordenada que esté y cuatro hombres andando pueden hacer a un león marchase. Es mucho más que las fuerzas sumadas.
ES EL UNO EN ACCIÓN.