Es curioso ver a menudo cómo mirando desde mi misma veo, siento unas cosas y cuando han sucedido siento algo completamente distinto a lo que creí que sentiría mientras anticipaba el futuro.
Pasa algo parecido cuando de noche te asalta una duda. El temor crece, la incertidumbre te desvela y parece como si la oscuridad fuese a comerte y todo se ve negro, negro, negro.
¿Osa acordáis del INTÉRPRETE?
En nuestro cerebro tenemos grupos de neuronas dirigidos a grupos de temas, por decirlo así. Los llaman módulos. Imaginad un edificio de pisos, unos doce, todos conectados con una centralita. Allí hay quien recoge toooda la información sobre uno mismo, algo así como un secretario, un conserje, que estando al tanto de toda la información, sin embargo sólo nos cuenta lo que cree que queremos oír.
Disponemos de unos receptores que cuentan desde si te aprieta el zapato, tienes frío o te está subiendo la fiebre…, cosas de tipo físico digamos. Eso ocurriría desde uno de los pisos. Desde otro te llega toda la información genética sobre el pasado de tu estirpe, tu familia. De un tercero te llegaría tu historia personal. De otro tus creencias y principios y suma y sigue hasta doce voces sonando en tu interior contándole al secretario, para que nos lo cuente.
Pero el cabrito selecciona.
¿Cómo te sientes hoy? ¿Eufórico? Pues sólo te suministraré datos alegres. ¿Estás «depre»? Entonces sólo te contaré cosas que vayan con tu estado. ¿Te levantaste enfadado hoy? Colaboraré a tu rabia…
En otras palabras, nunca sabemos lo que pasa realmente y lo grave es que esas sensaciones que suministra ese «secretario» interno es lo que conscientemente admitimos como real y verdadero.
Últimamente me interesa mucho la enfermedad. Y sobre esto ya no es el intérprete solo, sino toda una cultura de la enfermedad como enemigo, que nos viene de tan lejos que es difícil precisar desde cuando la sentimos hostil.
¿Y si fuese una señal de alarma, un despertador que pide que cambiemos cosas, ideas, costumbres, sobre todo ACTITUDES ante los hechos que la vida presenta?
Disponemos de un ejército de soldaditos blancos que desde niños están alerta para captar virus, bacterias malvadas, venenos y otras causas de enfermedad, que en ocasiones se vuelven contra nosotros y nos agreden.
A nuestro personal secretario le informó la primera parte de la vida humana de que para sobrevivir teníamos que ser el más fuerte.
Tiempo, mucho, después, se le informó de que para poder vivir necesitaba al grupo y de que vivir así, requería tragarse parte de sus deseos y gustos, a cambio de la vida.
Pero ese primer momento, como el segundo en el que nos hallamos, están anunciando ya uno distinto, si queremos que la vida humana crezca. Si comprendemos este mundo y lo amamos pero deseamos que nos haga felices A TODOS, hay que ver en el explosivo auge de tanta oscuridad, la luz que bajo ella pugna por mostrarse.
PORQUE RECORDAD que la realidad se hace de cuanto oculto, la sostiene y alimenta, y que lo que se ve esconde el opuesto, que vive en la sombra y quiere surgir, emerger. Asi que si os duele este mundo, habrá que darle la vuelta a la tortilla y sacar el que bajo esta realizad se muere de ganas por salir.
Las buenas noticias no venden. ¡No sería la primera vez que un periódico o revista que sólo sacase buenas noticias se hundiese! ¡¡Ya ha ocurrido!! Por eso no nos enteramos más que de cuanto mal se provoca, cuanto desesperado mata, cuanta miseria hay y cuántos están sufriendo… De lo que no nos enteramos casi nunca es de toda la gente excelente dedicada a dar y darse, de un nuevo espíritu amante que une y no divide y que va sumando corazones en toda la tierra… Y parece que el mal triunfa a sus anchas cada día más.
Esto es sólo una llamada de atención.
Nada hay en la mente peor, ni en la vida desdeñable. Y sin embargo rechazamos tanto y tan a menudo… Eso, lo rechazado protesta enfureciéndose… Y el resultado es el daño en todas sus formas.
No se trata de que triunfe el bien, sino de que las cosas recuperen el lugar en donde cumplen su función. El mal busca un reconocimiento desde que el hombre es hombre, que no hemos sido capaces de ver, de bendecir. Sí, de bendecir.
Es que en una historia de descubrimientos ha de aparecer cuanto hay y algunas de esas apariciones que fueron reprimidas, quieren que se sepa que están y hacen su trabajo. Coged sino un leyenda, un cuento, una novela…Y si en ella no hay malos, no hay interés. No lo hay porque no se descubre nada nuevo, porque «sin malo» una vida es una sucesión monótona de hechos que nada nuevo saca de nosotros.
Si pudiésemos elevarnos un instante sobre la realidad y mirar el final, reconoceríamos que precisamente los malos son los que han obligado a buscar, a examinarnos, a encontrar soluciones y a crecer en suma. Y al final su lugar no es la realidad manifiesta, sino la sombra de la que se alimenta, porque allí está su hogar.
Algún día seremos capaces de reconocer su papel y dar gracias por existir. Entonces… ¿Qué falta hará que resurja? ¡¡NINGUNA!! Ocupará su puesto, sabremos que vive en lo profundo de nuestro ser, pero sin maldición alguna ya. Y sostendrá la vida que es amable, nos permitirá respirar un aire limpio, nutrido por un aire sucio que no aparecerá, pero recibirá sus bendiciones por alimentar la vida.
Si cuando soy generosa fuese consciente de que mi egoísmo se esconde y permite mi generosidad brillar, si cuando soy sincera supiera que la «mentirosa yo» sujeta la sinceridad que expreso, si cuando hago un acto inteligente sé que la tonta en mí es quien me favorece al ocultarse para que pueda actuar inteligentemente…
Con la enfermedad ocurre algo semejante. Salud y enfermedad son lo mismo. Una aparece y la otra es la raíz que mantiene ese «árbol» en pie. Y mientras luchamos contra la enfermedad olvidamos que tiene su por qué, que no es gratuito que a mi me duela la espalda o la cabeza y a ti el hígado y que su presencia es una ayuda para que retome la vida modificándola, no para repetir y repetir el modo de actuar y de sentir habitual en mí.
De hecho todo esto habla de una misma cosa: VIVIMOS separados, y lo externo es hostil en principio, algo de lo que desconfío.
En esto nos dan lecciones los niños. Ellos primero confían y sólo ante lo hostil varias veces demostrado, reaccionan apartándose.
El enemigo como la enfermedad, están aquí por y para algo. Son muestras de falta de unión, de considerar lo mío como lo único y el intérprete colabora muy mucho en reafirmar las percepciones y terminamos justificándonos.
Pero el enemigo como la enfermedad son cómplices nuestros cargados de una información valiosísima. Lo enemigo me informa de lo que de mi desconozco y maldigo, porque en el rechazo va implícita la ignorancia de quien soy y pensar mal o hablar mal de lo rechazado ¡No es otra cosa maldecir! Ya sé que no lo consideramos así generalmente. No es tan extraño que aquello nos persiga, que reaparezca en nuestra realidad a menudo.
En el fondo hay capítulos enteros de mi que buscan la paz y ser aceptados. Y reaparecerán mil veces…, hasta que un día te des cuenta de que p. ej. saludas por inercia y que tal vez te gustaría no hacerlo muchas veces. En este ejemplo simple, podemos ver que yo no soy tan diferente de ese vecino que jamás me saluda. Y si puedo comprenderle sintiéndome tan semejante a él, probablemente deje de rechazar su falta de educación, que a mi me sobra… La sorpresa será si después de haber reconocido en mi lo que de él rechazaba, un día el vecino te saluda el primero.
No es que se nos pida ser lo que rechazamos… Bastará con reconocer eso mismo dentro, en nuestra ignorada personalidad, y aceptarlo. Entonces hemos comprendido y recolocado las cosas en su sitio. Y lo que no es agradable vuelve allí donde sustenta la vida y vive como uno más, sin maldición alguna.
Algún día no sentiremos nada extraño y hasta nuestros mecanismos biológicos de defensa envejecerán por falta de uso, sin volver a actuar. Entonces, la enfermedad quedará en la sombra para jamás retornar y no habrá que investigar más para vencer a una amiga tan fiel y tan sabia.