Si uno observa lo que nos cuentan de la vida de Jesús hay una tónica común: NUNCA ROMPIÓ LAS LEYES.
Algunas las explicó con un sentido de la compasión exquisito, como por ejemplo cuando le hablaban de si había que comer cerdo…Ahí explica que NADA de fuera hace daño, sino lo que viene de dentro, esos pensamientos, esos sentimientos de rencor, de rechazo, de odio incluso… Pero respetó siempre la ley, incluso la vigente en su tiempo, la romana, cuando dice que al César hay que dar lo que es del César.
¿No es absurdo que quien tenía tal respeto a las leyes humanas como para decir que no era su propósito cambiar el mundo, sí fuera contra las leyes naturales, las de su Padre, como el hecho de resucitar?
Jesús, cuando le contaban que su amigo Lázaro moría, dice: DEJAD A LOS MUERTOS QUE ENTIERREN A SUS MUERTOS. Está explicando que quien desconoce la VIDA está muerto.
Vida es para Jesús amor. Quien no ama todo está muerto, o enfermo. Y amar es dar al otro lo que querrías para ti, sentir que el otro eres tu mismo…
Es desde esta sensación vital, esta concepción de la Vida, dónde plantearse si su cuerpo revivió tras morir carece de sentido. Para Jesús vivir no es lo que los hombres entienden por estar vivo. Respirar, caminar, reproducirse, no es vivir. Y desde luego vivir con la impotencia que nos caracteriza se aleja mucho de la dicha de comprender que pase lo que pase, ocurra lo que ocurra en nosotros vive ese PADRE-MADRE que habita y experimenta con y en nosotros para que se cumpla su plan, del que desde donde experimentamos es imposible conocer.
Continuamente señalaba a sus íntimos que son «hombres de poca fe». FE. No cualquier fe, sino esa inconmovible que sin juzgar los acontecimientos sabe que todo es para bien, que el final de esta historia personal y de grupo es una vida eterna de unión y gozo, que quien dirige es bueno y sabe.
Jesús no escribió nada. Son frases suyas tan impresionantes que se quedaron en la memoria de algunos, mil veces contadas, lo que permite descubrir a un hombre que en su interior va dando con claves para entender desde la injusticia, hasta la depravación.
Me he preguntado por qué algunas de esas frases pueden ser suyas. Tengo memoria exacta de conversaciones breves que en su día me impresionaron. Recuerdo con exactitud qué se dijo, porque lo conté mil veces fijándolas así en mi memoria. Y a mí nadie me dijo:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida».
Algo así no lo olvidaría jamás.
Su resurrección desafía una ley natural.
En mi sentimiento, no hace falta que resucite quien está ya vivo en mí, quien resuena en mis tripas cada día, quien se funde conmigo cada vez que como o bebo, alguien que me acepta tal cual soy y me pide que acepte del mismo modo a cuantos conozco.
Hay un hecho material: Su cuerpo se transforma en cadáver, regando con su sangre el suelo del Via Crucis. Pero lo que vive más allá de cualquier muerte, en el caso de Jesús ya era ANTES de que ocurriese una fusión plena, total, con toda la vida expresada en múltiples formas.
El cuerpo que Jesús llamaba suyo no terminaba en la frontera de su piel…Ya no había separación entre Él y el resto de la Tierra con todas las incontables formas de vida que lo pueblan. Por eso puede decir que lo que hagas con uno de «sus pequeños» con él se hace… Por eso puede sanar, no ya cuerpos, sino mentes. Por eso, porque su identificación con cuanto existe, su gozo interior convertido en amor, mucho antes de su muerte, ya había resucitado porque no vivía como un muerto.
Si por resucitar se entiende volver a caminar, a respirar, que late otra vez el corazón, estamos hablando de ir contra la naturaleza de la vida y Él no iba CONTRA nada.
Pero si resucitar es tomar conciencia de una forma nueva de existir, donde la confianza en una fuerza que mueve la vida siempre es irrompible, donde ya no hay enemigos sino cómplices que me recuerdan cosas desconocidas de mi, si resucitar es sentir la bondad de estar vivo y sentir a todos como una familia amada, entonces Jesús resucitó. No al tercer día… Hacía tiempo que su conciencia era infinita, tanto como para concebir que Él era la VIDA misma, mucho antes de que crucificaran su cuerpo.
Sabiendo hasta qué punto cuerpo y mente van unidos, sabiendo que cuanto pensamos y sentimos repercute en nuestras células, sabiendo que el cuerpo es responde a cuanto está en mi mente, hay que deducir que el cuerpo de alguien con una conciencia tan amorosa y enorme, se habría transformado con Él.
¿Es posible que sintiera el estado de interrelación cuerpo y mente, algo que salta a la vista, que con toda seguridad Jesús conocía, para escoger la muerte que escogió?
Las gotas de sangre que regaron una zona grande de una ciudad como Jerusalem, no eran las de un hombre normal. Con Él crecieron, amaron, con Él sitieron la unión total entre materia y espíritu… Morir desangrándose era dejar en el planeta moléculas vivas, despiertas. Es como regar de magia el suelo. Y si como dice la física cuántica una molécula coherente contagia a todas las que le rodean y estas a su vez a las demás, podría decirse que Jesús escogió una muerte tan sangrienta con un fin:
Que paulatinamente todas las moléculas de la tierra se hicieran coherentes.
¿Cuánto tiempo necesita un proceso así?
El mundo material es muy lento. Dos mil años son un instante en la vida de la Tierra y las prisas están reñidas con la evolución. No obstante, si hay un lugar en el planeta Tierra que atrae millones de visitas de todas las nacionalidades y credos ese es donde creció y murió Jesús. Si hay un bestseller sobre todos los demás, ese la Biblia. Ni todas las confusiones añadidas a su mensaje han logrado matar al resucitado. ¡Incluso los que lo niegan, están admitiéndolo, porque no hace falta negar lo que no existe!
Tiene su lógica que instituciones como la Iglesia Católica hayan monopolizado su figura. Le han convertido en el chivo expiatorio, en el que paga por los demás. Y explotan su muerte en la cruz como si no hubiera resucitado, a sabiendas de cuánta culpa vive en el alma humana.
Pero la culpa es parte del plan. Un día tendremos OÍDO y escucharemos al que no culpa, que sólo pide fe ciega, al que da respuestas, al que hace respirar y latir tu corazón y sentiremos que el latido de su corazón es la melodía del universo y que sintonizar con ese latido es entrar en la VIDA, esa que se perpetúa transformándolo todo y nadie puede matar, esa que Jesús dijo ser, sin renunciar a ninguna de sus particularidades..
¿Cuando? Eso amigos míos depende de cada uno y del papel que tenemos asignado en el plan. No sabemos qué pasa ni en lo profundo de nosotros… Lo que hoy llamamos dolor, puede tener un sentido mágico, que abra por fin mi mente y mi corazón a la VIDA.