Tengo un amigo. Es un hombre no ya bueno, una excelente persona que cumple, que se esfuerza, que busca, que quiere dar más.
Cree mi amigo que es una pena que no pueda ser como esas personas que se dedican al prójimo, que lo dan todo por los que sufren tanto y los admira y lamenta no pertenecer a esa gente que tanto hace. Eso me decía hoy.
Le conozco, en la medida que podemos decir que conocemos a alguien… ¡Que ni a uno mismo conocemos realmente! Pero sobre todo le quiero. Su humildad te atrapa, su sabiduría nunca deja de sorprenderte, pero lo más curioso es que no sabe ni por asomo cuán grande es su labor, cómo de enorme es él.
Resulta que uno admira y le gustaría ser como algunos, considerando su tarea gigante en relación a la propia. Resulta que alabamos al héroe y no nos damos cuenta de que sólo por nacer, por vivir este mundo de pares opuestos, tremendo y continuo, ya somos héroes.
Llamamos heroicidad a un acto que se sale de lo común y supone un riesgo personal a favor de otros.
Miro a esa mujercita valiente que madruga, que se levanta en la oscuridad de la noche aun, prepara su casa lo justo para proporcionar bienestar a los suyos y sale con frío o calor tal vez, sólo a hacer eso que nadie valora, con ánimo y por amor: limpiar casas ajenas, oficinas o centros de toda índole. Sus manos piden una cremita que reste sequedad a su piel. Sus pies y sus huesos se prestan al trabajo por cuatro perras chicas. Apresurada vuelve, sin tal vez tiempo para estar jugando con sus hijos, o acariciarles. Vuelve para preparar comidas y cenas jugosas, nutritivas y colocar a la prole en la cama, prepararles su ropa limpia del siguiente día, en que de nuevo, envejecerá un poco más por esos a los que tan sólo ama, sin pensar casi nunca que no tiene tiempo ni para un catarro…
Miro a ese hombre que se acuesta agitado, que trabaja fuera de su casa por un salario raquítico y se apoya en otro trabajito en sus ratos libres para pagar algún capricho de sus hijos, porque «pa eso» al menos que sirva su sudor. Ha comido un bocadillo, o de una tartera recalentada, como mucho sueña con esa semana al año en que estará en su casa con los que le vieron nacer y crecer, porque a diario…, si tiene tiempo para fumarse a gusto un cigarrito, ya ha puesto su pica en Flandes. Le gusta vestir majete, pero va de mono azul, que no puede manchar tanto, que su tarea ensucia y sus músculos, no sirven para volar como Superman, sino para mover toda clase de bultos, algunos muy pesados. Y cuando tenga media hora «pa ver tele», se quedará frito…El cuerpo ya no da para más alegrías. Roncará un rato en el sofá sin tiempo para soñar otra vida, que esa que permite a los suyos comer y abrigarse.
No. No salvan a nadie, no ponen en un segundo sus nervios a tope para lograr salvar vidas, ni se alejan de su familia para mejorar en poco, la verdad muy poco, las vidas ajenas.
No son famosos, ni nadie se percata de su mérito, porque lo suyo es corriente. Jamás recibirán un Nobel, un Óscar o recompensa alguna, a no ser la sonrisa y el abrazo de ese «peque» que con voz amante les llama Mamá o Papá y al decirlo, creen que sí son lo mejor de la tierra.
Mi amigo trabaja con papeles. Papeles llenos de cifras que no todos saben cuadrar o manejar. Recibe las gracias infinitas de quienes confían sus números a su persona. Ni que decir tiene que es honesto, lo cual es ya una heroicidad dados los tiempos que corren. Pero él no ve que es su actitud humana, su dedicación y entrega al menos tan valiosa para todos esos a quienes hace tal servicio, lo que le hace digno de la mayor estima y del más grande aplauso. Cree poco lo suyo en comparación con esos «héroes » que lo dejan todo por otros y no están entre los suyos generalmente, cuando algo grave pasa o simplemente su compañía es requerida.
Gracias a él su mujer puede hacer terapias y pudo formarse, porque la hija de ambos lo es de los dos. De eso, tampoco se da cuenta. No desea una casa mejor o un coche para sobresalir. Ni quiere llevar ropa cara, o gafas de tal marca, ni colonias caras o viajes para disfrutar, si no van con el sus chicas.
NO. Quiere ayudar más, hacer más…
¿¿¿¡¡¡MÁS!!!???
Francamente… Para mí es un héroe, como lo son cuantos hacen de su vida una entrega a aquellos que les rodean sin recibir nunca más premio que volver a empezar otro día, una nueva oportunidad para seguir amando sin moverse de su tierra.
No parece que pongan su vida en riesgo, ni que estén perdiéndola por un acto único de salvamento, o muchos, dedicados a quienes viven vidas en entornos miserables. Y sin embargo… Esa dedicación sincera a su familia, sin la que sus vidas podrían ser tan miserables como otros en entornos geográficamente alejados, esa constancia sin visibilidad, ese silencioso esfuerzo de cada día les convierten para mí en HÉROES con todo el peso que esa palabra lleva.
Tanto da si el mundo es tan simple, que colorea lo heróico de ropas extrañas y colores llamativos y convierte al ser humano en algo que no es y le da poderes que no tiene. O si premia, no siempre sin acuerdo previo, a esos que convierte en famosos.
El mundo no tiene vista. ¡Es así!
Pero hoy quiero bendecir a tantos que no saben lo enorme de su labor y admiran a quienes resuelven problemas, que no dejan de ser gotas en el océano del dolor.