PARIR NO ES COSA DE HOMBRES

Creo que he encontrado al fin algo en que mujeres y hombres NO SOMOS PARA NADA IGUALES.

Decenios atrás un supermachista anuncio de televisión decía que el cognac era cosa de hombres y se llamaba la marca «SOBERANO», otra palabra sinónimo de REY. Y en mi país entonces el señor de la casa parecía el emperador de la China.

Me era crucial encontrar algo que ni un sólo hombre actual puede haber sentido, vivido o experimentado, ya que en esto radica la clave que nos hace atraernos entre los dos sexos, porque algo me viene diciendo hace…¡Tanto que ni sé!…¡¡QUE NO!!. NO SOMOS IGUALES.

Otra cosa es que Sí merezcamos a igualdad de tareas y esfuerzo el mismo trato y salario, pero sin vestirnos de ejecutivo. O sin empoderarnos como gallinas de pelea…, entre nosotras y/o con ellos.

Y está claro, o me lo parece. Es el hecho de parir a todos los hombres, que son han sido y si la ciencia no lo jode, serán. En eso, te guste o no lector amigo, has de darme la razón.

Yo soy mujeriega, no feminista.

Mujeriega significa defensora del bienestar de cada mujer que conozco y si es posible, justo y lógico, de las que no tengo el honor de conocer. Admiro a mis congéneres féminas. Alabo y bendigo sus actos de hombría de bien y de femineidad mal llamada » YO POR MI HIJO MATO». Matar…, yo, de poder evitarlo, NI A UNA HORMIGA…

Buscad info y decidme si encontráis lo que voy a contar ahora:

Nuestro magnífico cuerpo de persona dispone de tres (al menos 3) tipos de PERCEPCIONES:

Interoceptivas.

Propioceptivas

y esteroceptivas.

INTERO: aquellas que el cerebro capta sobre lo que le pasa al cuerpo en momento presente, referente también a su pasado (memorias evolutiva y de la historia del individuo en cuestión desde su concepción) y prevención por cuidarse para un futuro previsible, ajeno a la voluntad del ser que las está recibiendo.

ESTERO: Aquellas que en momento presente pero igualmente con mirada pretérita y «futurible», también ausentes de control personal, llegan de fuera. Se escapa a nuestro control privado controlar el entorno y cómo nos llegan: p. ej. el frío, o el susto ante una imagen sea o no peligrosa, etc.

Pero he aquí que existen también las PROPIOCEPTIVAS.

No es que estén bajo control. No. Digamos que sí sintoniza uno con sus sensaciones puede a voluntad darse cuenta de qué siente y saber también quizá, depende de si uno enfoca claramente su visor, qué nos ocurre.

El quedarse preñada es a menudo inconsciente. No obstante sólo ocurre cuando una mujer tiene al menos un instante (aun si es de respuesta «silvestre» o salvaje, incluso por odio), de placer ante el coito y el macho que te toca en ese coito. Esto explicaría, de ser verdad mi hipótesis, que de un acto asqueroso y violento, repudiado y repulsivo, una pueda concebir algo tan sagrado como una vida de ser humano.

Pero y esto es ciencia, no hipotético, sin el placer no hay concepción. No basta que el se desfogue. Si ella no permite su fluido vaginal acoger unos centenares de espermatozoides, no hay tu tía: NO HAY CIGOTO.

El cigoto es la fusión de dos células procreadoras de polo opuesto, o sea una femenina llamada ÓVULO, más una masculina llamada espermatozoide

A partir de la suma por cortita que sea la duración, del placer de hombre y mujer, HAY BEBÉ en ciernes. Y lo llamo «bebé en ciernes» plenamenmte consciente, pues para unos es un ser humano y para otros una apuesta sin alma.

Lo que experimenta una mujer, que permite evolucionar dentro de si cual fruto esperado u odiado (que para lo que cuento es indiferente) y va a ir desarrollándose durante un número de semanas cercano a las cuarenta y ocho, ES ALGO INTRANSFERIBLE.

Nos ponemos muy redichas y pesadas justo por eso contandonos cuitas o a quien quiere oírnos (o no). NO HAY DOS EMBARAZOS IDÉNTICOS, ni dos partos equivalentes.

He visto a chicas tímidas hacerse oír contándolos, o mujeres de armas tomar hacer lo mismo y la causa es que cada ser humano es «fabricado», permitirme la palabra, como un ser único, en una fábrica personal e inimitable. Y esto lo afirmo sin poder demostrarlo:

Me bastan mis cuatro embarazos y mis cuatros partos. Me basta la relación de cuantas mujeres he escuchado hablar de ello y es un tema que me importa, he investigado y conozco un poco.

Mi primer embarazo me daba mareos. Se me iba la vista, si no me sujetaban me caía redonda… Se me ponía negro el panorama y llena de estrellitas la visión. El segundo fue un paseo por la nubes todo él y muy divertido y preciosa la relación que tuve con mi bebé. El tercero me sorprendió. Me sentí mala por no esperarle, y luego divertida por ser portadora de un secreto tan fenomenal. Y el cuarto fue físicamente agotador, pero un alegrón, porque deseaba con toda mi alma un segundo hijo.

De lo interoceptivo y esteroceptivo de cuanto sentí el tiempo de cada embarazo no voy a hablar.

Sí quiero mencionar la estrecha relación que ese alien que se introduce en nosotras tiene con nuestro ALMA y que nuestra amígdala (parte del cerebro que emite unos neurotransmisores concretos) nos equivoca para que le soportemos y nos «enamoremos» un pelín o totalmente, de alguna forma, de su vida convirtiéndola en una simbiosis con la nuestra. Así, podemos olvidar que en realidad hay un parásito creciéndonos dentro, pudiendo convertir durante nueve meses a ese ser nuevito en esperado o no, pero en un ser aceptado como HIJO. Tal vez luego pierdes al bebé…

HIJO.

HIJO significa prole, no sexo. Luego será varón o varona. Pero parasitará todo nuestro organismo. ESO ES UN EMBARAZO. ESO es el estado de buena esperanza. Eso es estar en cinta. Eso es al fin…, convertir a un ser humano en MADRE. NO en papi del bebé.

Lo que afirmo es que ni toda la imaginación del mejor de los hombres convertido en tierno y dulce, comprensivo y fiel esposo y padre del ser que su hembra porta dentro como una cassette o un CD, puede equipararse a lo que una mujer siente como sensaciones propioceptivas y distancia TOTALMENTE a la pareja que concibe unida a su hijo.

Nos guste o no esto que afirmo puede ser mi visión, pero es cierta. Será tan vez sólo mía..

Pero…, nadie ha podido jamás comprenderme como embarazada, ni como portadora de vida, ni menos como pareja, y soy testigo y doy fe de que en mis dos embarazos con fruto vivo, tuve al mejor de los padres que podía haber pedido. Él fue quien me permitió parirles, pues sin su apoyo y su fuerza, me hubiese dado igual abortar. Tal era la magnitud del dolor y de la desesperación que un parto natural conlleva. Conste que fue así por petición personal mía y mi ginecólogo que me asistió ambas veces, aceptó que yo quisiera tenerlos como en la Edad Media.

Dicho esto voy a afirmar más.

El maltrato que me infringió mi parteja fue responsabilidad mía.

El malhombre que me maltrataba fue también el padre de mis dos hijos.

Y la causante de sus desvíos mil y una veces perpetrados conmigo por él bestia en que se convertía mi marido, lo fue su Sra. madre, mi suegra corresponsable conmigo. Me negué a hacer de madre ni un instante para él,(que carecía de tal, aquello no era una maternidad, la de mi suegra digo) y mi negación plena a ser su madre, por más que instintivamente tanto él me lo pidiese, como yo lo sentí preciso. Sí, lo sentí necesario ( el ser su madre un poco al menos…), más no bastó para tragarme mi orgullosa defensa de mi cualidad de varona.

Afirmaré todavía mayores causas.

Fui una mosca cojonera con mi esposo. Yo era de las de: «Te vas a enterar. Tus tonterías te las voy yo a remodelar y no te vas a conocer…». En mi defensa diré que desconocía yo realmente la dimensión que podría tomar aquello, y que el chantage emocional es atroz arma de defensa masculina y femenina… Devastadores sus efectos.

Y ahora termino ya. Diré no obstante esto:

A la vista de lo expuesto, que nadie me diga que SOMOS IGUALES. Y si lo hacen, si no han repasado sus personales vivencias, permítaseme no tener en cuenta sus franquezas, que de hipocresía basta ya. No más en virtud de la defensa de la mujer, que no quiere decir qué siente abiertamente: A su favor y en contra, con ecuanimidad y verdad de lo que hay.

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