El tren se presta en sus largos recorridos a confidencias. Uno se abre al extraño, porque como no ·es de tu mundo y no puede conectar con aquellos que interfieren en tu vida , de pronto te ves contando a un desconocido tu historia, sin importarte cómo de íntimo es el contenido.
El otro día una amiga oyó decir estas palabras a una mujer con el aspecto de tener de todo. «Estoy vacía» le decía…»Tanto como tengo y no tengo nada». Entonces mi amiga le preguntó si había mirado un amanecer, a lo que ella respondió con lágrimas en los ojos que nunca lo había hecho. Y terminó diciéndole: ME HAN ROBADO MIS SUEÑOS.
Es tan simple buscar fuera las causas a lo que tenemos dentro… Es tan convincente el mundo de los sentidos y la razón, que rápido ponemos en los otros las causas de nuestros males. Y es bien triste, porque mientras la causa esté fuera de mí, nunca tendré acceso a la solución.
El ser humano no lo sabe, pero es un condensado de cuanto existe, de lo que se ve y lo que nunca hemos ni imaginado.
Cuando tomamos un cuerpo para vivir una vida convencional necesariamente hemos de elegir una forma, un peso, un color de piel, de ojos, un tamaño, un sexo y una familia, donde nuestra madre y padre van a jugar un papel primero transmisor de herencias y segundo corrector de impulsos. Igualmente estamos eligiendo principios, actitudes vitales, valores que intentaremos manifestar, creencias y cualidades.
¿Qué pasa con lo no elegido?
Creemos que eso no está simplemente. Craso error, porque no porque no lo vemos deja de estar. Es más, está a tal punto, que condiciona tanto o más que lo que sí conocemos de nosotros.
No obstante esto no es obvio. Lo obvio es creer a pies juntillas a una visión que nos engaña, a nuestro oído que sólo percibe algunas frecuencias de sonido, y lo que es más grave al intérprete que en nuestro cerebro selecciona y nos cuenta qué tenemos que creer y que no. Todo ello ocurre mientras nadie lo sabe. La realidad es lo que vemos, lo que escuchamos y lo que sobre eso pensamos y enjuiciamos, olvidando que NOS FALTA DEL CAMPO TOTAL , no ya la mitad de la realidad. De hecho vemos tan poco, que da pena que basándonos en ese diminuto punto de vista afirmemos con tanta seguridad lo que afirmamos.
Esta señora soñó. TODOS SOÑAMOS. Hasta el más desgraciado de nosotros sueña con otra vida. Pero soñar no garantiza alcanzar el sueño. Para ello hay muchos pasos previos y uno, sin el cual jamás se logra, es aceptar como bueno, cuanto nos va ocurriendo.
Puede que ella crea que le robaron sus sueños… Habría que preguntar:
¿Y qué hiciste tú para que tu sueño se cumpliese? ¿Cuanta fe pusiste en ello?¡ Cuánto amor diste por el camino? ¿Te mantuviste firme a pesar de que todo parecía ir en tu contra?
Pero además a veces uno sueña y al soñar se enamora del sueño, pero no observa su vida, ni busca, ni llama, ni pide nada. El sueño a veces es lo que nos moviliza en la dirección correcta, porque uno no está aquí para cumplir ESE sueño, sino que gracias al sueño logra desatar aquello que realmente le trajo aquí.
No siempre el sueño es el objetivo, pero si uno se empeña en él y se mueve sin descanso, al final la meta real se alcanza.
A mi me gusta por ejemplo pensar en actores, artistas, genios, pensadores…., gente en fin, que empeñó todo por un objetivo. Si uno les pregunta si alcanzaron su meta, se descubre que no era ni la posición, ni el dinero, ni la fama, ni el poder su fin, sino algo mucho más grande y más profundo que en su búsqueda de aquello, fue aclarándose en su camino.
Aunque es cierta una cosa: Nadie que se quedó sentado en sus laureles, en sus dones o en su circunstancia alcanzó nunca nada.
Luego uno mira atrás con una cierta edad y piensa que ya es demasiado tarde. Otro craso error. No es lo que buscamos la meta, sino realizar el camino, porque como dice el poeta:
SE HACE CAMINO AL ANDAR y al volver la vista atrás se borran las huellas que nadie jamás volverá a pisar.
La vida se ha comparado a menudo con un camino. Es uno de ida y tiene su vuelta. Pero no volvemos a nadie, ni a nada más que a nosotros mismos, engrandecidos por las amarguras superadas, los dolores comprendidos y la luz del amor en el corazón del caminante.