Houston tenemos un problema

Mi madre era particularmente estricta con las horas de sueño. ¡Cuántas veces le pedí siquiera media hora más antes de dormir por ver algo en la tele! Pero era inflexible. Sin embargo aquella noche de julio en 1969 fue ella quien de madrugada me despertó: ¡Vamos a llegar a la luna!¡Despierta!

Y yo una niña aun, la seguí maravillada y vi en directo como el hombre pisó ese satélite que hoy amo y contemplo casi cada día, como si fuera un espectáculo que nunca deja de sorprenderme. Pero no estaba sola. Todos estábamos allí. De todas partes del planeta millones de ojos estaban alucinados ante tal logro humano.

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El pie era de Neil, pero como pocas veces somos capaces de sentirlo, el sr. Amstrong tenía un pie que pertenecía, él mismo lo dijo, a toda la humanidad.

Años después esa misma humanidad mostró su infantilismo con el proyecto Apolo. Ocurrió que de nuevo pisaríamos la Luna y ni siquiera se retransmitió la emisión desde el Apolo XIII, que aquellos valientes nos dedicaron. ¿Era pura rutina?¿ Proyectar tal tipo de odisea había perdido interés?

Como para demostrarnos que no era rutinario, una bujía produjo un cortocircuito y al poco de salir de la atmósfera se paró uno de los cinco motores. Tan sólo era el primero de los fallos que impidió alunizar.

– Houston, tenemos un problema.

Los problemas se fueron sumando. Casi todo lo que podía fallar fallaba y cientos de seres humanos vivieron jornadas robándole al sueño tiempo para conseguir traerlos de vuelta. Eran sólo tres vidas. A diario cada minuto mueren 20.000 niños en todo el planeta.

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Pero a veces la humanidad recuerda que es una unidad, una especie compleja, pero capaz de fundirse y actuar con una misma meta.

Millones de seres humanos rezaron por que aquellas tres vidas no se frustraran en el espacio. El propio gobierno estadounidiense propuso orar para que ellos volviesen.

El canal de entrada de la nave era casi inverosímil. Y tras haber volado sin energía reencenderlo todo podía haberlos hecho explotar. Por no hablar de podía haberse frito a una temperatura de más de 2000 grados. Pero el Apolo XIII trajo sanos y salvos a los hombres que lo tripulaban.

¿Fue la técnica, o el ruego de millones de hombres unidos por ellos?

Habrá quien afirme que fue la tecnología, bastante pobre aun por entonces, y la profesionalidad fue su salvación. Y no negaré que tuvo mucho que ver, pero también procede del hombre esa tecnología y seguro que sin tanta energía emocional y mental a ellos dirigida y de quienes desde la tierra no se dieron por vencidos tuvo mucho más que ver.

Lo que crees es lo que creas. Aquello en lo que te afirmas y sostienes sin desfallecer se realiza.

El ser humano desconoce el potencial del que está dotado. Y si además hacemos una causa común, cuando los pequeños intereses se disuelven, somos capaces de llevar al hombre a la Luna y de reinventarnos.

Arrastramos una memoria de caminos recorridos donde sufrimos un daño que nos hace temer. El miedo tiene en nuestros corazones demasiada fuerza y se despierta a poco que nuestra confianza vea el primer inconveniente. Pero ninguno de nuestros grandes logros ha sido ni rápido, ni simple y sólo cuando la voluntad, la fe y el conocimiento se ponen al servicio de una idea, ésta consigue materializarse.

Estos tres ingredientes: CONOCIMIENTO, VOLUNTAD y FE, una fe incorruptible, son aplicables no sólo a logros como alcanzar la Luna, sino a otros más íntimos como llegar a ser.

Conocer supone derrotar el miedo. La voluntad evita que ante las caídas sintamos el fracaso. Pero es la fe, ciega, repito, lo que cuando mil veces te ha salido mal, aún así no cejas en tu empeño. ¡No hay otra receta!

Conocerse es descubrir que eres mucho más de lo que crees, pero no solo en sentido positivo. También un ogro vive en ti. Conocer representa el esfuerzo de aceptar la información sobre uno mismo que parece culpa, pero es solo error necesario para crecer. Conocerse es darte cuenta de que no son los demás quienes impiden nada, sino yo quien atraigo a los maestros hostiles, cuyas conductas nos obligarán a remodelarnos y nos pondrán en la pista adecuada.

Y cuando empiezas a conocerte, conoces también al otro, porque aunque únicos, todos somos hijos de la misma esencia. Si entonces pones a trabajar la voluntad para salir del miedo, de la culpa y del victimismo, te será muy útil la fe que no se fía del pasado, porque está construyendo hoy futuro a golpe de amor.

Miras el mundo y en el desastre ya descubres como el caos se reorganiza. Te miras a ti mismo y en vez de zurrarte, de quedarte con lo que te salió mal, apuestas confiado tantas veces como haga falta por permitirte ser como eres, sin temor a perder falsos afectos.

Amar se asocia con romanticismo, con algodonosos  comportamientos, pero sobre todo con emociones que exaltan el corazón. Sin embargo AMAR NO ES UN SENTIMIENTO, sino una actitud basada en la fe, la esperanza y la firme convicción de atreverte a ser dejando al otro ser. A veces la emoción acompaña y es el no va más del gozo. Pero quien adopta esa actitud, da por igual a si mismo que al otro y jamás castiga, porque sabe que todos somos uno.

Acontecimientos como la llegada a la Luna o la salvación del Apolo XIII no son sino muestras de que esa unión existe. Y entonces el problema de Houston es mi problema y mi sentimiento de unión contigo, aun sin conocerte, nos recuerda que somos parte de un planeta, que más que una roca con agua, es un ser vivo del que tu eres la parte consciente.

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