Me gusta mucho iniciar una frase con: feliz…, sobre todo cuando quiero para alguien felicidad. Puede ser un total desconocido, pero sale igualmente del alma…
En estos días todos lo decimos a menudo.¡Es costumbre! Feliz Navidad, feliz año, feliz…feliz… ¿Y por qué si casi nadie cree en la felicidad es este un deseo constante? Y sobre todo …¿EN QUÉ basamos nuestra felicidad?
El domingo se celebra la Gran Lotería de Navidad. Muchos basan en eso la felicidad; en tener mucho dinero. No diré que el dinero no hace la felicidad. Los que hemos carecido de él sabemos que sin lo esencial nadie es feliz. Pero no es su aspecto material lo que nos llena, sino cómo nos llega y qué nos da. Cuando es dinero mal ganado, deja un regusto en la conciencia que si no tenemos callo, amarga. Y lo que nos da, si se trata de cosas, ilusión, dura lo que tardan en parecernos corrientes. Ni siquiera tener muchísimo es garantía de felicidad. Los psiquiátricos y centros de rehabilitación están plagados de niños ricos y no tan niños…
Hay quien basa su felicidad en el poder, en dirigir la voluntad ajena… Bueno, si tienes suficientes sicarios y puedes comprar su fidelidad mantendrás el poder. Pero, la historia está llena de poderosos muertos a manos de sus más fieles, o de aquellos que lo perdieron y se vieron reducidos a miserables olvidados.
Hay quien la basa en ser famoso. La fama es traicionera como pocas fuerzas de la existencia. Hoy te adoran y mañana te defenestran, te odian tanto como ayer te amaron.
Pero la felicidad existe. Va por caminos sutiles, invisibles casi. Siempre ligada al corazón.
Serrat hablaba de ella en su canción » Aquellas pequeñas cosas». Y en una película escuché ayer lo mismo, aunque sin melancolía. Incluso un anuncio actual lo cuenta.
Es una sonrisa de tu pequeño, o ese abrazo de tu pareja. Tal vez sea este atardecer de hoy que te asombra. Quizás ese mensaje de cariño que has recibido. Puede ser acariciar a tu mascota y sentir qué feliz es a tu lado, o esa hoja nueva que tardaba tanto en salir de una planta que cuidas. Puede ser un cartel de la calle que te recuerda a alguien amado… Puede ser todo eso junto y millones de pequeñeces más que por un instante reavivan tu corazón y te recuerdan que amas.
SON LAS PEQUEÑAS COSAS DE CADA DÍA LAS QUE DAN MAGIA A LA VIDA. Y esas ni dependen del dinero, ni del poder, ni de la fama. Ser feliz no es un anhelo, es un derecho de nacimiento. ¿Que se nos escapa a muchos? Sí. Por que olvidamos valorar las pequeñas cosas…
Así que, esta Navidad quiero para todos muchos de esos pequeños y mágicos momentos. ¡¡QUE NO SE OS PASEN DESAPERCIBIDOS!! En ellos se expresa la VIDA de colores y son los que hacen sentir al alma humana, viva y FELIZ.