¿NUEVA, de veras vamos a crear una nueva realidad?

NO ES LA REALIDAD. El desastre nace en cómo la percibimos.

No recordamos la historia de Adán y Eva, equivocándose en nombre del hombre, sellando por siempre el dolor y el esfuerzo como base de la vida de su progenie… Sí creemos en el mal, sobre todo en otros. Nunca en nuestros actos.

A un paso de cambiar el mundo, no son filósofos, un gurú, o líderes religiosos quienes vocean «una nueva realidad«. Y estamos frente a la posibilidad real de transformarnos. Ahora bien, para que sea nueva es preciso cambiar nuestra percepción de la vida, del hombre y ante todo, de uno mismo.

Angustiada oí que hay ricos, hartos de todo, que sólo vibran raptando niños, bebés incluidos. Los violan, matan y como culmen, se los comen. Los cuerpecitos aterrados generan adrenalina. Su carne es una droga. Les hace sentir una élite poderosa. ¿Te parece ajena esta aberración? ¿Puedes sentir que… si hay quien lo hace… esa pulsión existe también en ti…? Seguramente no.

Probablemente el coronavirus fue una manipulación, veneno para matar globalmente, aunque 400.000 muertos a escala mundial sean pocos. Es igual. Es una causa más: guerras en Asia, droga, medicinas tomadas de forma continua,  SIDA, contaminación, cambio climático, plástico «inundando» ríos y mares, alimentos cargados de acidulantes, conservantes y demás… Es larga la lista. ¡Un auténtico ataque a la humanidad para diezmarla!

Y nadie se responsabliliza de ello. ¿Verdad? El mal es cosa de otros. Nunca mía. ¿Alguien se plantea por qué reaparece en mil formas sin cesar?

Mañana en el mundo el ocio superará al trabajo. ¿Será para unos pocos consumiendo sin freno, cargando la basura a Asia y África? La humanidad somos todos. Una verdadera humanidad no dejaría fuera tampoco al mundo animal o vegetal. Plantean OTRA realidad. Si fuera otra, no la misma egoísta, aceptaría el mal como parte de si, como su imagen en un espejo…

No somos hijos de error alguno. Somos creadores de realidad y no podemos conformarnos con la anterior. No cambio el mundo, ni participo en los horrores arriba mencionados. Pero, sí soy «hombre».  Lo de otro ser humano es mío también. Puedo concebir la vida como un ciclo que implica a todos, donde bueno y malo es nuestro. No condenaré el mal, porque si uno de mi planeta lo ejecuta, lo ejecuto yo en él aun sin saberlo.

Si quiero una realidad realmente NUEVA recogeré «mis ovejas descarriadas» en el corazón. El ave Fénix renace de sus cenizas, no de cero. ¿Quiero un mundo bueno? Me reconciliaré con el viejo hasta en su iniquidad. Imposible crear nueva vida, cómoda para un tercio del mundo, sobre el sudor y la precariedad de quienes malviven para que yo compre barato, ni consumir aparatos según la moda, que acaban en matando a hombres, mujeres y niños. ¡Vale! No comemos niños. ¿O sí?

Miles de criaturas vagan entre restos que Europa y EE. UU. llevan a su bendita tierra. Tu y mi ordenador, viejos electrodomésticos, cuanto tiene metales pesados es quemado para sacar al peso cobre, aluminio, hierro… Y mientras ellos mueren, tu y yo nos compramos la última tele, una nueva plancha, o un nuevo móvil.

Ensuciamos nuestras ciudades con plástico: pajitas, vasos desechables, latas, botellas… El viento las llevará al vientre del pez que te comerás y en verano nadarás entre microplásticos.¡ Dios sabe cuanto durarán!

Es cuestión de percepción. Si el mal es mío, el mundo es mi casa, si soy hermano de cuanto pisa la Tierra, será posible otra realidad. ¿Repetiremos la misma hasta que queden 500.000 seres humanos, cifra aceptable para el poder? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar? Esa es la pregunta.

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