¡SED NIÑOS…!

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Aún, para algunos, la realidad sólo es sombría ante las noticias.

Vas a trabajar, casi como siempre, bueno,… con un permiso para traspasar límites geográficos por si la «poli» te para e inevitablemente llevas la mascarilla y no tocas al otro. Pero la vida no ha cambiado mucho si alguien amado no es hospitalizado.

Llegan informaciones preocupantes:

No puedes reunirte con más de 6 personas. Tu wathsup puede ser intervenido. La autoridad puede entrar en tu casa. A tu médico le verás en pantalla. Te obligarán a ser conejo de indias de una vacuna que te convertirá en transgénico al modificar tu ADN. ¡Ah! Y miles de negocios De hostelería y turismo para empezar, mueren.

No parece conmover a las masas…, pero sí. De golpe y sin consultar a expertos ( tampoco lo hacían con el covid), aprueban una ley de educación (la enésima en 30 años) que impedirá que las clases progresen y los peques con otras capacidades pierdan apoyos fundamentales o que un padre escoja el colegio que quiera para sus hijos.

¿Cuántos cambios necesitamos para romper esa sensación de que la vida sigue, para que una alarma sanitaria no sea el núcleo de nuestra atención y veamos qué hacen los gobiernos del mundo con nosotros?

El miedo a morir los amados o yo alimentado por un machacante, persistente y continuo relato de cifras manipuladas, de hechos tergiversados, expuestos convenientemente, es el presente humano actual.

Y sin embargo, ante tal oscuro aluvión, contemplo cada mañana a un montón de niños felices correteando, jugando aunque no puedan estar con otras clases del colegio. ¿Qué secreto guardan? ¿Cómo no protestan ni se quitan siquiera las mascarillas?

Para ellos no hay amenazas. Les bastan sus padres, su docentes, y vivir. Simplemente CONFÍAN.

«Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos».

Todas las culturas anunciaron un mundo como el que Jesús denominó REINO DE LOS CIELOS. Y no eran niños ya, sino gente madura, conocedora del dolor y de cuanto convivir acarrea. ¡Tantos no pueden equivocarse!

Cuando no había tecnología el hombre sólo poseía su mente y su corazón. Las emociones, tan maravillosas a veces, tienen su contrapartida, por ejemplo el miedo. Los sabios apelan a su conocimiento, a no dejarse arrastrar por ellas, especialmente el miedo. Ellos nos instan a CONOCERNOS, a descubrir qué somos por la vía del corazón o de la mente.

Pero la mente es viciosa. Agarra una idea y le cuesta soltarla. Necesitamos no tanto nuevas realidades, que sí, como nuevos modos de verlas, nuevas perspectivas.

El potencial del hombre es infinito. Pero si somos borreguitos dispuestos a creer cuanto afirman, si aceptamos obedientemente que quiebran derechos naturales, a lo peor un día estaremos acostumbrado al infierno sin marcha atrás.

Existe un MUNDO NUEVO. Como niños, confiemos en que es posible y si podemos, hablemos al menos de él. No cambiará mucho fuera, pero si no creemos en lo grande sólo quedarán las sombras de un mundo ahogándonos cada día un poco más. Como colectivo, hemos de configurarlo para que a la menor oportunidad podamos hacerlo real sin maldecir a quienes expandían las sombras. Ellos mostraron la realidad que no queremos.

Vivimos un difícil momento y al tiempo uno trascendental para crecer. Confiemos en que llega otro mundo y lo haremos real.

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