Mi experiencia dice que hay dos grupos de personas.

Existe quien nota que la Vida es quien vive, no nosotros. Nos posee una fuerza difícil de explicar con su propio ritmo, unas veces parece a favor y otras en contra. Nada se le pone por delante. Es una voluntad de voluntades, se sirve de nosotros en busca de un fin sin excluir nada ni a nadie. Produce armonía.

Quienes así sienten ya no pelean: aceptan. Dejan de coordinar para participar y como por ensalmo, sus aspiraciones se colman… su vida se llena de emoción, de pasión a veces, de VIDA siempre. Sufren los mismos inconvenientes que el resto, pero saben serenarse, poner amor y disolver problemas. No suelen ser famosos, ni ostentan cargos importantes. Pero da paz estar con ellos, se les «ve», aún si quisieran pasar desapercibidos.

Luego, están los demás. Creen manejar la vida. Suponen (a veces también lo sienten), que «debe de haber algo»… pero ese «algo» no interfiere con sus facturas, su alimento, su seguridad, o sus miedos… Organizan todo para asegurarse de obtener lo que esperan. Nada queda al azar. Aseguran casas, vida, cada paso, para que todo salga «bien». Por eso, ante elementos incontrolables (enfermedad o muerte), se sienten perdidos. Desespera haber hecho lo imposible y que algo escape a su control.

El mundo está diseñado por gente del segundo grupo, además con mucho dinero. Saben aparecer como filántropos sin perder, incluso aumentando su riqueza considerablemente. Creen en la ciencia para manipular la materia. Pertenecen a la escuela de Newton. Sin pretender eliminar a Dios, consiguió a su pesar que el universo pareciese un mecanismo cognoscible. Bastaba investigar hasta saber cómo funciona, para dominarlo.

Pero la suma de elementos crea algo nuevo con características superiores a las partes que se sumaron. Esta obsesión por manejar lo invisible, como el genoma humano, puede hacerles creer que para resucitar a alguien basta dividir su cerebro en partecitas minúsculas, copiarlas en un ordenador y recuperar a la esencia de la persona. Pueden clonar seres humanos, aunque en semanas mi clon y yo seremos diferentes. Mis vivencias no serán las suyas. Y creer que un hombre es unos cuantos neurotransmisores y neuronas es un engaño. No somos el cuerpo que habitamos, por más que mientras lo habitamos nos refleje. El planeta no es el mundo. Es un ser vivo. Somos su parte consciente. La Vida que contiene no nos necesita y perderle el respeto jugando a dioses lleva al desastre, aunque quienes ignoran les crean.

Por más que manipulen, existe el vacío cuántico: muchísimo mayor que las partículas que en él aparecen y nosotros llamamos materia. Felizmente, no pueden dominar ese vacío. Tiene voluntad, poder infinito y no es destructivo. Hay otra forma de decirlo: LA FUERZA DEL AMOR NO ES SUSCEPTIBLE DE SOBORNOS Y TRIUNFA SIEMPRE.

Me preocupaba la pérdida de derechos humanos a que nos someten, la dudosa bondad de su agenda y de la de veinte años más. Parece todo pensado. Pero nos necesitan. Sí, sobramos muchos y en ello están, en matarnos. Aún así, nos necesitan. No me prestaré a colaborar voluntariamente. La Vida actuará a mi través, decidirá y aceptaré incluso la muerte, tranquila.

Las corruptas manos que intentan dirigirnos prometen un mundo frío, donde nuestro poder de decisión será prácticamente nulo. Ya cuentan los responsables del Estado la maravilla de que una máquina controle nuestros pensamientos y aún nuestros sentimientos. Y todo esto pasa, siento yo, para que como nos necesitan, repito, despertemos antes de que su realidad nos sea impuesta.

Existe otro mundo anunciado y prometido, yo lo llamo Reino de los Cielos, donde la confianza y la fe son el motor de la Vida. Sólo que esa promesa nos necesita también. Existe en la eternidad. Se hará real ahora o luego. Yo la vivo como real. ¿Te apuntas?