Atisbé el infinito mirándome en un espejo. Los lados, en «esquina». Tres espejos me contemplaban. Tu imagen se repite muchísimas veces (difícil contarlas), y tus primeras versiones están suficientemente separadas. Sin embargo, en ese espacio virtual creado hay un «lejos» donde tus imágenes están casi pegadas. Resistirse a moverse, por ver si tus copias también lo hacen, cuesta. ¡Es tan divertido!
En la realidad, comprender lo infinito, sólo está al alcance de la física cuántica.
Quienes la investigan son, sin duda, científicos. Pagar en una caja porque un rayito láser le dice a la cajera el precio del artículo que abonas, que se te abra la puerta del centro comercial, o se ponga en marcha una escalera sin fin del metro, son aplicaciones comunes de sus descubrimientos.
Ni son cuentistas ni mienten. Dicen VERDAD. No están de acuerdo en todo, pero así amplían esas verdades y fruto del desacuerdo, de aparentes contradicciones, avanzan. La verdad lo es eternamente. Distinto es que nosotros lo sepamos, o entendamos que las leyes descubiertas necesiten precisiones o interpretaciones. Ahí entra «algo» que puede desvirtuar los conceptos.
Infinito o eternidad… Comprender que existen, se nos escapa. Pero dudar la VERDAD de la ciencia no se puede. Su lenguaje es indiscutible: las matemáticas. Einstein, hijo aún de la Física de Newton, de cuyas afirmaciones se deduce como funciona el universo real visible, se resistía a creer en la nueva Física, a pesar de haberla creado.
En la foto, Neils Bohr. De su colaboración con Eintein y Wheeler nacen conceptos clave para la ciencia y nuestro futuro. En 1922 recibió el Nobel al descubrir con Wheeler y Einstein (entre otros) que la materia que tú y yo vemos y tocamos, está hecha de VACÍO, de una ILIMITADA ENERGÍA, una fuente situada más allá del espacio y el tiempo.

La física cuántica afirma HOY que esa fuente NO ES VISIBLE (ni con el mejor microscopio), que realmente ver la materia es cuestión de las posibilidades de una onda (algo invisible) para hacerse real en forma de partícula ante quien la observa. La materia está absolutamente vacía. ¿¿¿QUÉ??? ¡Pues eso! El vacío es energía en forma de ondas invisibles y hay una mayor o menor probabilidad de que una onda se «convierta» en partícula según quién observe. De algún modo, las teclas de mi ordenador ahora, están porque las observo y concedo más probabilidad a que estén que a que no.
Einstein decía a Bohr: «Dios no juega con unos dados» . Bohr respondía: «no le digas a Dios qué hacer con sus dados». Einstein prefería que la luna estuviera en el cielo aunque él no mirase, pero la luna sólo está cuando la miras.
Saber esto es entrar en otro mundo. A tu mente habituada a saber de guerras, hambrunas, inundaciones, terremotos, discusiones encarnizadas y asesinatos, como realidad real que no matemática, le parece una macabra broma del destino. Según la física cuántica existen todos los destinos, unos más probables que otros de suceder. ¿¿CON CUAL ME QUEDO YO??
De poder elegir quiero el Reino de los cielos. Un mundo donde no hay mentira, fatiga, muerte, enfermedad o llanto. Uno donde no sólo yo sea feliz, sino que cada ser lo sea, donde ser feliz sea sentirse VIVO siempre, activo a voluntad y libre. Uno, donde mi curiosidad, insaciable encuentre motivación cada vez. Uno donde para divertirme no tenga que olvidar que otros sufren. Uno sin fronteras ni religiones que dividan el corazón del hombre.
¿Es posible?
Miles de profecías en todas las culturas, toda la humanidad de principio a fin, no pueden equivocarse. Un profeta no es un héroe. Es un visionario. Adivina posibilidades que existen en lo invisible, pero hay que construirlas observándolas sin desfallecer. Cuanto hemos inventado fue antes un sueño. Un día, como por arte de magia sabemos cómo tener fuego siempre, no sólo cuando un rayo destroza un árbol; concebimos la rueda mirando un canto rodar; vemos que la semilla es la planta que sale de ellas, que cuidándolas tendremos trigo siempre; adivinamos que interesa vivir juntos y repartirse la labores. El hombre crea, hace, construye, de la bombilla incandescente al ordenador cuántico.
Otra cuestión es: ¿Comparto mi conocimiento y beneficio con todos o me beneficio yo y callo?