En días en que no salen las cosas, como alguien te diga; «Eres el creador de tu realidad», sacarías las uñas (como poco) para destrozarle la cara. Y sin embargo, es cierto. Creamos constantemente nuestra realidad.
Lo hacemos inconscientemente, dejando que la inercia reproduzca la realidad de ayer y de antes de ayer, esa por la que despotricamos, contra la que nos rebelamos. Somos hombres y nos dejamos ir como gusanos. Tenemos cantidad de talento, un potencial soberbio, que guardamos por miedo. Dudamos, nos retrotraemos sin poner nuestros dones, no ya al servicio de otros, ni siquiera a nuestro propio servicio.
No todos son así. Las élites del mundo están activamente creándonos un universo a su medida. Para mantenernos callados programan hacer la droga asequible y potenciar la realidad virtual. A tal punto, que nos consideran «inútiles». Quieren enfundarnos en nuestro cubil, en trajes sensoriales que alcancen el mundo virtual. No nos manifestaremos, apenas comeremos, sólo nos emparejaremos sin tocarnos, evitando que nazcan más «inútiles». Acostumbrados a no dar salida a ideas nuevas, a dejar que todo siga igual, probablemente, su realidad tan laboriosamente diseñada para dentro de pocos años, será la de la mayoría.
Pero igual que programas un viaje y vas a Hawai, o diseñas tu hogar con otros muebles, o cambias tu imagen con un corte de pelo y ropa distinta y todo eso sucede, es posible CREAR un mundo nuevo con elementos que mostraron su eficacia, aunque habilitando otros innovadores.
No hablamos sólo de objetos tangibles. Hablamos de líneas de pensamiento constructivo, sentimientos y actitudes nuevas, estrategias de conducta inusuales, formas de tratar lo que nos molesta, diferentes…
Martin Luther King tuvo un sueño. Décadas después presidía su tierra quien un par de siglos antes habría sido esclavo. ¡A eso me refiero! Nuestros sueños se materializan con una desesperante lentitud. Pero no siempre. España pasó de un régimen dictatorial a uno democrático en meses. Fue una realidad creada rápidamente.
En el siglo pasado, en los sesenta, hay movimientos renovadores. Se respiraba un aire de cambio. Era el anuncio del fin de un mundo, el comienzo de otro. Hemos cambiado de era, bullen de proyectos las mentes, buscamos soluciones más humanas para el planeta. Buscamos un hombre nuevo, compasivo, capaz de trabajar en equipo, que use la tecnología sin que le subyugue, que se conozca mejor, sin creer que por crecer dejó atrás la infancia.
Muchas voces y cambios marcan ese fin del mundo y podemos participar en las bases del que nace siendo creadores de otra realidad. No podemos dormirnos, dejar que impongan una forma de vida que trate de uniformarnos.
Es posible compartir la misma época y espacio en realidades distintas. Un adelantado a su época, Jesús de Nazareth enunció las líneas maestras que la religión ha desfigurado: el mapa del tesoro, del cual Buda y Krishna también hablaron.
Esencialmente trata de no hacer daño nunca, de dar lo mejor de uno siempre y hacer mía y cuidarla por tanto, la parcela en que existo. Es también dejar mi ego y percibir la Presencia, la energía viva que inspira todos nuestros actos. Es vivir la vida siendo conscientes de que todo es sagrado, dejando al corazón seguir nuestras ideas conectadas con esa Presencia.