En la mayoría de países esto ocurrió el día 1 de Enero. Pero en España, hasta muchos ayuntamientos están manteniendo las luces hoy, día 8 de Enero y aún se ven ventanas y terrazas decoradas con estrellitas luminosas… Hay gente que dice y piensa: ¡A ver cuando se acaban las fiestas! Muchos han seguido trabajando (salvo los días festivos), otros han descansado, haciendo vacación de estas fechas, que antes obligaban a una caridad no siempre sentida, que formaba parte del ritual.
Pues bien quiero dirigirme a esos que como yo sienten, que algo se escapa, que no nos hemos enterado de nuevo, que Navidad no es un tiempo de ocio o festejos, sino una llamada al ALMA, para que NAZCAMOS, para que «año nuevo, vida nueva» dejen de ser palabras.
El hombre se tambalea ante la simple mención de esta palabra: CAMBIO. Cualquier cambio, incluso cuando lo promovemos nosotros, eriza la piel. Sin embargo, actualmente, hay que estar ciego, sordo y mudo para no ver que desde todos los ámbitos el mundo está cambiando y tan deprisa, que es difícil estar al día. Pues, cuando de fuera nos aprietan para que se produzca, es hora de pararse y apelar a nuestra «navidad» y a qué exactamente quiero que sea mi «vida nueva», porque si uno no hace nada todo cambiará igual, pero no me habré enterado de qué parte han modificado de mi estructura interna, de mis costumbres, de mis ideas.
Por eso he cogido mi nostalgia por el Espíritu de la Navidad y he decidido coger el timón de mi barco, pues aún no pueden controlar los océanos, y menos tanta emoción y pensamiento como manifiestan los seres humanos. Esta no ha sido otra navidad para mí. En vez de visitas y regalos, de comidas y canciones, me he visitado a mí misma, en lo más mío, para reconocer que no pasa nada si regalo mis gustos y valores y adopto los de quienes amo mientras me lo piden.
Unas palabras de Jesús rondaban mi inquieta mente: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, coja su cruz y me siga.
Si la palabra «cambio» nos echa a temblar, la palabra CRUZ destroza el propósito, porque esa clase de sacrificio tan brutal, uno no quiere ni planteárselo. Seguir a Jesús, vale. Pero…¿CRUCIFICARSE? ¿Y qué es eso de negarse a uno mismo?
Uno es lo que es, es decir, nadie te puede pedir que cambies tu color de pelo o el de tus ojos. De igual modo, si eres introvertido, nada te convertirá en extrovertido y viceversa. Tal vez la vida…, Quizá ella tenga la fuerza para que el extrovertido sea discretito, calladito… Pero si entonces, cuando juegas a ser tu opuesto, quien bien te quiere te demanda que saques fuera al dicharachero, al comunicativo, al entusiasta que se expresa, la situación interior se complica, porque no puedes ser y no ser a un tiempo.
En algún momento llegas a un callejón sin salida en tu existencia y como ser que piensa, tu razón busca respuestas de las que razón no dispone.Ese es el momento en que el espíritu de la Navidad, si lo has captado, viene en tu ayuda. No es cuestión de razones, sino de amar, de confiar y de esperar que eso que la Vida espera de ti, te lo sirva en bandeja. No importa ya que seas intro o extrovertido. Importa que has cedido tu impulso vital a lo que la Vida demande. Negaste así todo eso que tú creías ser, y hoy vas a fluir con el río como una gota más sin personalidad que defender.
Y la cruz, alguna vez me lo explicó mi maestro, Félix Gracia, no es ni ha sido nunca antes del cristianismo, otra cosa que un símbolo de victoria. El palo vertical habla de lo divino arriba, y de lo material o mejor, de lo divino manifestado, abajo. El palo horizontal sitúa la existencia entre mi propia percepción de mí, o sea el yo, y el resto de mis semejantes en el otro extremo. Ahí se dirime de verdad la vida. Tú o yo. Vosotros o yo, pues con Dios y con la tierra entera, se pelea muy poco y mal. Pero… Cuando puedo sentir la divinidad, y lo sagrado de la creación que evoluciona de continuo y situarme ahí mismo, mientras tu y yo somos uno, o lo siento así en ese marco divino y físico a un tiempo, la cruz expresa ese punto de intersección, de conexión y la victoria, da como resultado una navidad eterna, que con o sin luces, jamás se acaba, porque te conviertes en NAVIDAD para todo el año. ¡Y para siempre!