Bien, todo bueno.

No es esta la percepción ni la opinión que tenemos ni de nosotros, ni por su puesto del mundo.

Tal vez habría que dar mentalmente un paso atrás para comprender qué somos y ver así por qué el mundo, que es el fruto de nuestros actos, resulta tan poco adecuado y lo sentimos tan imperfecto.

Perfecto se aplica a lo que está acabado. El hombre es un ser en continua transformación y eso obliga a que, salvo que contemple en partes los estadios de su vida, sienta que todo está mal. Nada se termina jamás, siempre se suman elementos nuevos que complican la sensación de que por fin ALGO se ha terminado. Debe haber una causa en esto, una razón. ¿No será que se nos pide la máxima flexibilidad para añadir sin pausa lo nuevo en busca de una totalidad infinita?

Los mecanismos psicológicos no muy difíciles de ver en los niños, son sin embargo complejos en los mayores y cuanta mayor es la experiencia de alguien, mayor es la dificultad para analizar los POR QUÉ y PARA QUÉ de una situación, de un estado de animo, del carácter consolidado de un adulto.

La Psicología a detectado patrones de actuación que los antiguos filósofos resolvían a través de leyendas o mitos. Uno no diría que tiene nada que ver con un judío, que vivió hace mas de 5.000 años, cuyo nombre es Abraham, según la Biblia primero se llamaba Abram. El cambio en su nombre se corresponde con un cambio en la personalidad del personaje.

Muchas son las historias que sobre él se conocen, pero la que marca un patrón de actuación, no ya de aquel señor, sino de la psique humana es la más determinante. Abram recibe una revelación. Será padre de todos los pueblos, con una descendencia más numerosa que las estrellas del cielo. ¡Cosa graciosa! La revelación se corresponde con la infertilidad de su esposa, lo cual pone a prueba su fe. Desesperantemente, eso que él está seguro de que pasará, la vida día a día se lo niega. Decide cortar por lo sano y se une a otra mujer, quien, esta sí, le hace padre. Pero para su desesperación mayor, ese que era su heredero y querido hijo, pasa a ser un segundón cuando la primera y vieja esposa ya, sorprende con un embarazo tardío y le exige que desherede al hijo de la otra.

He ahí la causa más que probable, de las desavenencias traducidas en conflicto bélico entre Palestinos, los hijos de la otra e Israelitas, los hijos de la primera esposa. ¿Quién llevaría bien ser desheredado, apartado, de un recién llegado que te quita tu herencia, aun si es tu hermano? Las herencias remueven los más profundos sentimientos que nos unen a nuestros padres y hacer emerger todas las pasiones que creemos mal correspondidas por los progenitores.

Han transcurrido unos cuantos años al lado de ese hijo, ahora adolescente, que representa la promesa de que aquello que sabía su corazón se cumpliría, cuando una voz, nuevamente en su interior, le dice:

TOMA A TU HIJO; LLÉVALO AL MONTE Y OFRÉCEMELO EN SACRIFICIO.

Abram seguramente sufriría lo que no está escrito. Él escuchaba a Dios en su corazón. ¿Cómo creer ahora que tanto la primera como esta vez es él mismo quien habla y cómo no obedecer a esa que supone la voz de Yahvé? Abram obedece. LLega a levantar su brazo armado con una daga sobre el cuerpo atado de su adorado hijo para renunciar a él. De nuevo se hace la luz y escucha otra voz que pone final al sinsentido de matar y sacrificar a su hijo.

¿De verdad, nada tenemos que ver con este hombre que sacrifica lo más preciado?

Echemos un vistazo al mundo, a la vida. Nos aferramos a la vida hasta el punto de dedicar tiempo y dinero en prolongar su juventud. Valoramos la existencia de modo que nada hay tan importante como estar vivos. Pero vivimos siempre con la sensación de que no cumplimos bien, de que sale lo que sale pero se queda corto. Tenemos tan pobre opinión de nosotros como del mundo que creamos, al que criticamos continuamente.

Quizá como nunca, con una fuerza y una presencia mayor de la que jamás hemos tenido noticia, sabemos que estamos al comienzo de un mundo nuevo. Nuevas tecnologías, nuevas normas, nuevos tipos de habitats, y lo de antes, la NORMALIDAD anterior se llama ya la vieja normalidad. La humanidad merece, TODA ELLA, un mundo en paz real, donde haya armonía, respecto a la diversidad de todo tipo, donde reine más la fraternidad que la solidaridad. Es de justicia.

La pregunta es…¿Puede nacer un mundo así mientras que denigramos el que aún es nuestro mundo? Nada surge por generación espontanea entre nosotros. Lo previo es la base de lo que llega. ¿Como vamos a crear un mundo nuevo sin haber cambiado lo que pensamos, la forma de atacar por costumbre lo que no conozco, lo que no entiendo, lo que ignoro?

Es habitual charlar en cualquier parte con cualquiera y oír: ¡Todo está mal! Da igual si hablas de sanidad, política, costumbres, la juventud o las artes. Vemos todo corrupto, mal intencionado, egoísta… ¿Y yo? ¿Acaso no soy parte integrante de todo ello?¿ Soy yo distinta en mi vida a eso que critico?

Esperamos como Abram a ese hijo, que hoy es un mundo nuevo. Y la realidad se dilata y el hijo no llega. Vivimos el conflicto entre nuestros hijos, el sueño de un mundo nuevo y otro mundo nuevo también, tecnológico ahora, que no parece ser lo que queremos que sea el futuro, no así. Y la cuestión es si no vamos en busca de un sacrificio brutal.

Todos esos anuncios de guerra, el miedo acumulado a cerca de que sea la tercera, porque sería la última, no frenan nuestra crítica. Sólo nos acobardan. Y aun si Abram es antiguo, vuelve a levantarse un brazo para matar nuestra amada vida, el hijo de la humanidad entera.

Esto es lo que bajo nuestro correquetepillo olvidado de la existencia verdadera se dirime. Este prototipo psicológico de Abram habla de que por un gran beneficio, hay que hacer un pago inusual y muy potente. Es paradójico que igual que Abram se hubiera quedado sin la descendencia prometida, nosotros nos podemos quedar sin planeta, sin humanidad. Así funcionaban las mentes antiguas, las que no reciben nada gratis. Y esa mentalidad, lo queramos o no FUNCIONA dentro de nosotros desde niños.

Hemos perdido seres queridos, negocios, matrimonios, posibilidades preciosas… Todo ello como moneda de cambio para un bien mayor: NUESTRA PAZ ante lo que llamábamos DEBER. O honradez, fidelidad a unos principios, o…

Hoy suenan las trompetas del apocalípsis y podemos volver a sacrificarnos en un holocausto sin par, o dejar de criticar nuestro viejo mundo y ver que no hay mal que no esconda un bien por mostrarse.Ese mundo corrupto pide nuestra compasión, ese mundo odioso quiere que alguien le diga que es amado también. Ese ser a tu lado «toxico», pide que reconozcas que interpreta tu propia toxicidad, que en vez de veneno, vamos a llamar necesidad de amor.

No hemos llegado al punto de no retorno. Aún podemos como Abran convertirnos en Abraham, que indica que somos el hombre consciente de la presencia viva de Dios en él. Aun podemos levantar el brazo y mirar el mundo. Todo está bien porque sirve a un propósito, aunque yo lo ignore. Todo es bueno.

Merece mucho la pena que oígamos al Ángel que nos bendice, porque ese ángel eres tu, soy yo.

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