A menudo he defendido grandes ideales y me han puesto los pies en la tierra. Llevamos un Don Quijote oculto: que expresa el ideal al que la humanidad aspira y al terrenal Sancho buscando siempre beneficios materiales. Como dormidos en la memoria hay datos dispuestos a personificarse en nosotros. Son arquetipos: ARQUE, de arcaico, antiquísimo. Un arquetipo viene a ser una idea que se manifiesta en conducta en el hombre de a pié.
En la escuela nos contaban historias. Eran arquetipos.
Allí conocí a Noé, romántica historia, que eleva la fe a un rango inconcebiblemente alto. Noé sigue una voz, que insensata, le empuja a crear un barco en tierra para recoger parejas de animales y plantas. Habrá una destrucción total. El proyecto hombre ha fallado. Hay que cargárselo. Llega el diluvio.
¿Antiguo, desfasado? Hoy reconozco en muchas voces ese discurso: El PROYECTO HOMBRE falla. «No tenemos arreglo» dicen… y lleva «fallando» desde que el mono caminó y olvidó la impresionante interrelación que la naturaleza manifiesta. Por mencionar dos «fallos»: una primera guerra mundial, que cuando aparentemente nadie deseaba la segunda, llegó y mostró qué poder devastador tenemos. La idea que nos invalida precede al diluvio. ¿Amenaza un nuevo diluvio o estamos ya en él?
Sigue habiendo Noés. Construyen ese mundo quijotesco, pero más, sienten que ganan los Sanchos…, quienes creen que manipulando nuestros genes, materia al fin, diseñaran una nueva esclavitud. Y con ellos, quienes perciben cambios radicales, como que desaparezcan los bancos en favor del móvil. Se adaptan sin cuestionar nada. De hecho, pocos creen que estamos en guerra, que diluvia, porque nos ocultan los muertos o disfrazan la muerte de enfermedades nuevas y catástrofes inexistentes.
Hay un después. Ese mismo Noé, alcanza la tierra seca. Cuenta la leyenda que Dios prometió no volver a cargarse el «proyecto hombre». Las grandes leyendas no son de nadie, pues nacen de arquertipos humanos. Todas las culturas tienen historias de esencia idéntica. O sea, la humanidad, independientemente de nuestro egoísmo, del sufrimiento, comparte una misma idea: HAY UN MUNDO FELIZ ¡Al final, hay tierra seca!
El s. XX, demuestra que es posible un bienestar bonito. Países como Japón o Alemania, se levantaron literalmente del diluvio y construyeron dos potencias mundiales. Pero… ¿Es que Noé llegó al Paraíso? ¡¡NO!!
La lluvia barrió todo. Su panorama era un gran desierto húmedo. La única maravilla era la posibilidad de levantar el mundo de cero. ¿De cero? Tampoco. A toda obra le precede un diseño mental que reposa sobre nuestros valores, nuestros principios, nuestras necesidades, y Noé los lleva dentro. Pero… ¿Era Noé el mismo? Tantos días…, lloviendo…, confinado…, modificaron esos valores. Contempló tanta muerte… ¿Podía ser en vano?
Soy Noé. Piso esa tierra vacía. ¿Qué paso dar primero? Hay uno. Abandonar el egoísmo. ¡Ya no vale! Como un niño crece, la humanidad dejará el egocentrismo infantil atrás. Al menos, alcanzaremos la adolescencia. El adolescente es Quijote y Sancho. ¿Qué escoge mi Noé?… ¿Y si no hubiera que escoger, sino discernir cuando conviene ser Sancho y cuando Don Quijote? Sancho es la sabiduría del artesano, del labrador, del ganadero, del maestro albañil. ¿No vale eso nada? Don Quijote conoce el diseño, de qué están hechos los sueños, posee las ideas. ¡¡¡LAS IDEAS!!! ¿Qué ideas? ¿Las de siempre?
Tras dos guerras espantosas… ¿Cambiaron las ideas? Mientras valga la venganza, el fraude, o traicionar porque el otro no me duele, diluviará y el hombre como especie, sobrevivirá en un valle de lágrimas.
Hace 5.000 ya se conocía que EL TODO ES MENTE. Traducido al lenguaje actual, el vacío cuántico base de cuanto vemos y llamamos universo, es una mente, infinita además. Ese TO-DO incluye a cuantos pisamos la tierra, minerales, vegetales y animales. En otras palabras, lo sintamos o no, somos UNO y la absurda sensación humana de que el yo se acaba en la piel retrasa la aparición del mundo que en IDEA ya existe.
¿No tenemos remedio, no somos perfectos, somos islas de aspecto similar? ESA IDEA que nos separa del resto provoca que tras el diluvio, uno más, Noé construya mundos que a nadie satisfacen. Sin embargo, Noé se transformó… No le salieron cuernos ni rejuveneció. En Noé emergieron IDEAS NUEVAS. Comprendió que no hay enemigos, que hay un orden exquisito que el corazón conoce y sin prisa, escuchó su corazón para saber qué pasos dar. Ya sabía confiar, ahora sólo tenía que ver qué proponía la vida.
¿Siguiente paso? Ese mundo existe, pero sólo es real fuera del egocentrismo. Uno se descubre Dios y se ve Dios en todos los demás. Y como todo, absolutamente todo, es suyo, nadie le ofende, todo lo protege y la palabra amor es un verbo que transforma su conducta. ¿Posible? SÍ.¿REAL? También. No es automático, porque el mundo de Sancho se hace de errores y aciertos y eso lleva tiempo. Ahora que… ¡¡TENEMOS TODA LA ETERNIDAD PARA REALIZARLO!!!